martes, 18 de noviembre de 2014

EL PRIMER PERIÓDICO DEL TÁCHIRA

Por: José Nucete


Primer ejemplar de El Eco del Torbes

El periodismo tachirense se inició un 6 de septiembre de 1845. ese día, San Cristóbal ve nacer, su primer órgano de información y orientación.
serio, honesto y con proyección de prensa libre, salió a la prueba de fuego: la aceptación popular.
Creación de un hombre con inclinación a divulgar sus ideas y las de los demás, el primer periódico del Táchira, conformó una visión de la prensa moderna.
La historia de los primeros pasos hacia la impresión del periódico se remonta al año de 1844. Es a mediados de este año, cuando, un hombre que viaja continuamente a la capital de la Venezuela en formación, adquiere una imprenta y la traslada a San Cristóbal, tras un penoso viaje. 
Con la prensa y los tipos, viene, un tipógrafo. era el caraqueño: José Antonio Díaz, quien trae el nombramiento de Director, de lo que un mes después se denominaría "imprenta del Táchira", era el 15 de agosto de 1845. ese mismo día el hombre que sueña con la impresión de un periódico escribe al Gobernador de la Provincia: 
"Señor. El impreso que tengo la honra de dedicar á la Gobernación provincial, impondrá á US. que hoy queda establecida en esta villa una imprenta de mi propiedad con el nombre de "Imprenta del Táchira". Sus tipos, señor, y mis débiles esfuerzos, se emplearán con esmero en el bien comunal y jamás se fomentará por ese precioso vehículo del saber el espíritu de división entre los hijos de nuestra madre Venezuela, ó las producciones odiosas de innobles venganzas, cuyos resultados mancillarían la obra de mis sacrificios y de mi consagración al servicio público. Quiera US. Sr. Gobernador, aceptar esta franca manifestación como prenda del alto respeto con que me suscribo de U.S. el más mínimo de sus conciudadanos. Domingo Guzmán Escandón". 
Juan de Dios Picón, Gobernador de la Provincia de Mérida, a la cual pertenecía San Cristóbal, mediante comunicación número 97 del 21 de agosto, expresó:
"Muy grato me ha sido el estimable obsequio que U. se sirve dirigirme con su nota de 15 del que cursa en la que se sirve participarme haber establecido una imprenta pública de su propiedad en esa Villa. Con aprecio y gratitud ha recibido el infrascrito una primicia de los óptimos y preciosos frutos que cosechar debe especialmente la provincia, del importante establecimiento de una imprenta, instituto de benéfico influjo, de inmensa magnitud y trascendencia para la sociedad. De esperarse es que los intereses materiales, políticos y morales del país reporten creces ingentes, si un patriotismo puro y ferviente y un discernimiento ilustrado modelan la dirección de la "Imprenta del Táchira": es así que los loables y cívicos esfuerzos del promotor de tan vital empresa no serán estériles, es así que se hará acreedor a las bendiciones de sus compatriotas. Coincidiendo el Gobernador actual con los nobles y leales sentimientos consignados en esta nota se congratula por la adquisición de un vehículo de cultura y morigeración, de libertad y progreso, de unión y dicha; pues bien empleada la acción tipográfica ella debe estimarse como un mentor que difunde los conocimientos útiles: como el sustentáculo de las buenas doctrinas sociales: como el faro que inculca al pueblo la discriminación de sus verdaderos y sólidos bienes. Erijiendose el infrascrito en intérprete de los votos de la mayoría sensata de la provincia, á la cual acata y obsequia en cabeza del primero, acepta el honorífico cuanto aquilatado homenaje que le tributa y no duda que aquella avaluará debidamente el servicio distinguido que ha hecho al público conduciendo a sus personales expensas "la prensa del Táchira". Quiera U. admitir las seguridades de mi estima y reconocimiento con que me suscribo de U. atento servidor..."


Domingo Guzmán Escandón

El orgulloso precursor del periodismo tachirense, escribe al Obispo de la Diócesis:

"La imprenta del Táchira", perteneciente al infrascrito, queda hoy establecida en esta villa y sus tipos están a disposición US. Rma. para lo que guste ocuparlos en servicio de la Iglesia y de la Patria. Dignese US. Rma. aceptar este sincero ofrecimiento con el impreso que tengo el favor de dedicar a Us. Rma. contando igualmente con la alta estima con que me suscribo de US. Rma. su muy obediente y atento servidor..."

Monseñor Juan Hilario, Obispo de Mérida da su respuesta, desde San Rafael de Ejido, el 23 de agosto: 

"Muy apreciado y Sr. mío. Por la estimable de U. fecha el 15 del corriente y el hermoso impreso que se ha servido dirigirme, quedo impuesto con sumo placer de haberse establecido en esa Villa desde aquella misma fecha la imprenta de su propiedad, que llevará el nombre del "Táchira" y del ofrecimiento de sus tipos para emplearlos en utilidad de la religión y de la Patria. Sobremanera reconocido a la distinguida consideración con que U. me honra, seré justo apreciador del patriotismo que le ha guiado para plantear por primera vez en el país, a costa de sus propios esfuerzos, el medio más propósito para la ilustración general del Pueblo y vehículo de los conocimientos humanos. Yo. pues, me congratulo cordialmente con U. y felicitó a la provincia con la más fundada confianza de que la imprenta va a producir desde luego bienes positivos y corresponderá a los buenos deseos de U. Páselo bien y disponga del buen afecto y consideración con que soy su muy atento y amigo, servidor y capellán".

Enteradas las primeras autoridades de la Provincia, se procede a la integración de un Jurado de Imprenta. Lo forman: 22 hombres y una mujer. Ellos eran: Antonio Briceño. Antonio María Gatell. Antonio María Maldonado. José Antonio Niño. Agustín Arias. Andrés Vivas. Cristóbal Gutiérrez. Félix Sánchez. José de Jesús Martínez. José María Gutiérrez. Juan de Dios Quintero. José Gregorio Villafañe. Meliton Colmenares. Narcizo Lara. Nicolás Galaviz. Antonio María Cárdenas. Antonio María Contreras. Jacinto Colmenares. Carlos Merchán. Carlos Rangel. Juan José Navarro. Cecilio Muñoz. La Dama: Carmen Colmenares. Así se entra a la proyección del periódico. Se ordena la impresión del mismo. Y el 6 de septiembre de 1845 sale a la calle: EL ECO DEL TORBES, con 4 páginas.
La legalidad era su principio: "La prensa liberal hace homenaje a la justicia y la justicia es el apoyo de las garantías republicanas, que la Constitución nos asegura".

Orientó al conocimiento de que: "La imprenta es el vehículo del saber y la formidable maza que con la fuerza herculea destruye la tiranía y pulveriza al déspota".

Estos eran sus lemas. En la nota editorial y bajo el titular de: "LO QUE SE QUIERA". Se leía: Costumbre tienen los hombres henchidos de saber y engreídos con sus luces de presentarse en la escena pública principiando por un pomposo prospecto, en el cual anunciaban el objeto de la obra que emprenden ensartando las manoseadas frases de bien público, de patriotismo a toda prueba, de amor a las ciencias. Nosotros pobres de talento y ricos de ignorancia ¿que diremos para exhibirnos? nada de follajes menos de protestas y al asunto. El tremendo poder judicial, que ha sustituido al belicoso sistema militar: la educación y caminos que por fortuna, se han hecho objetos de moda hasta en el viejo mundo: artículos de costumbres para morijerar, si podemos, las que nos dañan, y en fin, cuanto más nos viniere á las mientes: He aquí las materias que nos ocuparán. Copiaremos lo que creamos dígno de nuestras tristes páginas: insertaremos avisos y artículos remitidos, en los términos que se anunciarán más adelante y rechazaremos todo aquello que pueda ofender la moral y decencia pública, pues conviene á saber: que "EL ECO DEL TORBES" no manchará sus columnas con escritos virulentos: ¿qué más diremos parecido á prospecto? Que este periódico será semanal, sin anunciar día fijo, porque desconfiamos de nuestras febles fuerzas para tanto prometer y con esto empezaremos como Dios nos ayudare. Señores criticones!!! aquí nos teneís de hinojos fitos á vuestros pies...
En la columna de la derecha, de la primera página, censuró al Poder Judicial por su dudosa interpretación de las Leyes.
Esa crítica era "Muchos son los inconvenientes, que tienden cada día á hacer más imperfecta y menos eficaz nuestra Legislación. En Venezuela, no es posible prospere este ramo importante ni que se le vea con aquel alto grado, que observamos en otros pueblos porque su paso se ve obstruido por multitud de obstáculos que interrumpen su marcha hacia el progreso.
Ademas del pernicioso sistema adoptado por nuestro Congreso, en cada una de sus sesiones, de echar por tierra lo que se legisló y sancionó en el año anterior, sin siquiera dar tiempo á que la práctica pueda dejar conocer los buenos ó malos efectos de una Ley, tenemos otros, no pequeños males, que necesariamente contribuyen a convertir la legislación del país en un caos, en un laberinto, que ni los mismos Legisladores, ni los jueces ni abogados de más crédito, pueden comprender, si por consiguiente hacer con fijeza y sin probabilidad de errar, la verdadera aplicación de una Ley á un caso ó cuestión dada. Entre esos males, seános permitido enumerar uno que otro que nos suministra la experiencia de lo que hemos visto y estamos palpando todos los días.
Se presenta á S. E. la Corte Suprema, por una de las superiores una duda sobre la inteligencia de una ley, acompañando su correspondiente informe. Aquel tribunal, visto el informe de la corte consultante, y oído el del Fiscal, resuelve la duda con un tamaño acuerdo que se manda circular á todos los tribunales de la República para que se observe como una Ley, que dada fuera constitucionalmente.
S. E. en su acuerdo declara, fundada ó no la duda ó consulta que se le ha presentado, y en virtud de esta declaratoria es, que se eleva ó no al Congreso. Sucede, pues, muchas veces: que aquellas dudas que S. E. ha declarado infundadas y que no se pasan á las cámaras, a pesar de haber alterado el sentido de la Ley, a pesar de una interpretación manifiesta, hecha á su leal saber y entender, se mandan circular, como antes se ha dicho, a los tribunales inferiores, y de éstos, unos observan el acuerdo ó nueva Ley, otros nó; este por ignorancia aquel por malicia, y el otro porque a su modo de entender no cree en que la Ley haya una verdadera duda que merezca derogatoria, reforma ó alteración de quien no tiene facultad para ello. De aquí, mil males, primero: S. E. se abroga una facultad que no tiene, la de interpretar las leyes; esta es atribución exclusiva del congreso, cualquiera otro poder que la ejerza, usurpa las funciones á aquel cuerpo Soberano, con infracción de la Ley fundamental. Segundo: algunos de esos acuerdos que se han dado en virtud de consultas infundadas, y que por esta razón no se elevan al Congreso, quedan, aunque rara vez, en contradicción manifiesta con la ley resultando de aquí: que la ley se anula, y por otra parte se vé que en la práctica rigen ambas disposiciones, la legal y la acordada, de modo que los jueces de las partes invocan de estas dos la que mas les atañe según su objeto y las circunstancias. Tercero: las consultas que en concepto del tribunal Supremo son fundadas, se dirijen por conducto del Poder Ejecutivo al Legislativo, de conformidad con la atribución 1ª. del artículo 147 de la Constitución; pero estas consultas se ven en aquel cuerpo con indolencia, no se consideran, no se examinan, lo más que se hace es, leerlas, esto es, si los señores secretarios de Estado las han insertado en sus memorias, de modo, que de cualquiera manera que se obre, se verifica que siempre el acuerdo prevalece á la ley; esta deja de existir, queda abolida, se deroga, y ¿por quien?...
Citaremos un ejemplo para justificar nuestra censura. Véase la ley del procedimiento criminal, principalmente  en lo tocante a injurias, compárence las partes dispositivas de ella con el catálogo de acuerdos, y se convendrá, por lo menos, en que S. E. ha reglamentado la ley mencionada; nada sería que reglamentara contra los principios del caso; pero que al hacerlo pierda de vista el eje principal sobre que debe fundarse, es más que un absurdo. Estas observaciones, nos han movido a escribir estas líneas, no por el prurito de atacar a aquellos venerandos Magistrados que componen la Suprema Corte y que han encanecido en la administración de la justicia; no, lejos de nosotros tal intención, les respetamos y acatamos sus opiniones; más sí, nos proponemos hacer palpables los descollos en que rola nuestra legislación y en las cuales, fácilmente pueden encallar así el interés del Estado, como el individual; resortes poderosos que deberían llamar la atención del soberano y de todos funcionarios, porque todos necesitan considerar uno y otro interés; la razón del hombre y la razón de la sociedad así lo exijen, sin su inspección y comparación contínua, todo será error, todo absurdo. Concluímos, pues llamando la atención al público y en particular la de los HH. Senadores y RR. para que en su próxima reunión traigan á la vista todos los acuerdos expedidos por S. E. la Corte Suprema, y considerando las materias sobre que versan, hecha la debida comparación con las leyes a que se refieren, hagan en ellas las aclaratorias convenientes, para que de esta manera queden así anulados dichos acuerdos".
Sobre la Educación y sus peligros, precisó: "Este importante ramo que en todas partes debiera llamar la atención del hombre público y arrancar los asiduos cuidados del padre de familia, yace aquí, sino enteramente olvidado, al menos bien escaso de atención esmerada y de invigilancia continua.