José Antonio Pulido y el Dr. Ricardo Méndez Moreno
Por: José Antonio Pulido Zambrano
De La Grita tuve la primera noción de una novela escrita en la región; "Lucía" del Dr. Emilio Constantino Guerrero, hermoso texto de corte romántico. Muchos años después llega a mis manos otra novela griteña, escrita por el Dr. Ricardo Méndez Moreno intitulada "La Morada de Lázaro" o "Cuando la lepra subió a los páramos de La Grita", novela que en la voz del autor "es un libro de ficción".
Y "La Morada de Lázaro" es eso, ficción con pinceladas del realismo mágico, retoma el autor el camino de García Márquez y hace de La Grita y de la aldea Aguadía un nuevo macondo, donde pasa el Judío Errante, el Tirano Aguirre, y todo español llegado a estas tierras en sus diversos oficios.
La novela es contada en varios monólogos por los diversos personajes que andan en ese mundo creado por el escritor, Es "La Morada de Lázaro" una crónica de leprosos andantes y muchos de esos recuerdos son evocados por la imagen de los diversos monjes que llegaron a La Grita en el s.XVI. Los personajes de este texto están envueltos en soledad y deprimencia y para salvar la memoria de esta aldea Global como lo es La Grita surgen dos personajes femeninos, antagónicos pero que se entremezclan en la simbiosis del mestizaje, por un lado la memoria (Mnenósine) cobra nombre en la niña Carmela, la voz del nativo, del aldeano, la voz del olvido que termina en desmemoria, frente a la otra voz de Lucía Requena, la voz del otro, la mirada del otro, este último nombre altivo, de apellido, de memoria genealógica. Son los recuerdos encontrados de las razas, y Ricardo Méndez Moreno usa la "lepra" como pretexto, para contarnos el viaje de los hombres del viejo mundo al nuevo mundo a través de sus creencias y mitos. La visión particular del mundo, vino según la conveniencia de los personajes dado el lugar y centro de poder donde es establezcan.
En la novela se observa la construcción del discurso del médico que se hace escritor, y de allí que el discurso del "leproso" sea descarnado, duro, voraz a la memoria y lo inserta en lo que el llama "el cuarto del olvido", es decir la morada de Lázaro. De allí que la lepra devore y mate incluso a la memoria: "La aldea cambió pero el convento, Tobías y la niña Carmela permanecen incólumes" (p.97). De allí que personajes como: Fray Maqueda, Fray Pascual, Abad Domingo Lupi, Fray Tobías el inventor, Anton Goering, Miguel Tamañizo, Blas Uribe, Vinicio el curioso, Jovita, Gamaniel, Leonidas, Tarsicio y Francisco de Cáceres, Alonso Pérez de Tolosa, Raul Salcedo, unos reales, otros inventados, nos erizan la piel por no terminar infectados de lepra y los que la poseen parecen no quererla compartir, pues según ellos es un regalo divino.
En conclusión este es un libro con acento de tragedia griega, donde un coro de voces expresan sentimientos encontrados de la fe y la razón. El discurso de lo teológico se confronta con el científico, y al notar que la creación y la memoria son femeninas, nos queda una pregunta a flor de piel: ¿Acaso Dios es Mujer? Pues, otro de los elementos para recordar que usa el escritor son los olores y la gastronomía local, esa que surge del humo del fogón de la abuela.