*José Antonio Pulido Zambrano
La Sayona (Imagen: Listverse)
Una
noche a eso de las ocho, estando en el Ateneo Elvidio me decía mientras yo
ojeaba un texto de Poe, que el espíritu andino siempre se había caracterizado
por ser arrogante, fuerte y cauteloso, siempre el andino le gusta enfrentarse a
lo desconocido. A lo intrigante, lo que puede producir miedo en su región.
Me
relato la siguiente leyenda mientras que el silencio de la noche inundaba al
Ateneo bajo una de esas lluvias de Agosto.
“Decía
mi abuela Concha que a mi padre le han gustado las parrandas, y en una de esas
noches cuando subía hacia Los Paujiles se le apareció la Sayona o Dientona como se
llame.
Esa
noche mi padre estaba en una fiesta en el pueblo, ya pasadas las doce de la
noche y habiendo terminado la fiesta sus amigos le decían: ¡Mira... Domingo no
sé vaya!. Mi padre se sentía fuerte en su caballo indomable al igual que él,
así emprendió su travesía por el camino y se fué.
Después
de haber atravesado la quebrada Paujilera, el caballo comenzó a dar saltos, así
continuó hasta llegar a la primera curva, unos metros más adelante a mi padre
se le cayó el sombrero por los brincos del animal. Este detuvo el caballo y se bajo del mismo, cuando
fue a recoger su sombrero apareció ante él una mujer muy linda, toda vestida de
blanco, mi padre receloso y con un poco de miedo se subió al caballo, pero la
hermosa mujer empezó a crecer, aumentando su estatura de tal manera que
igualaba a mi padre que estaba montado en el corcel, y su rostro se le empesó a
desfigurar mostrando unos grandes colmillos, fue tanto el susto que mi padre
dejo su sombrero y emprendió veloz carrera hasta llegar a casa, la de mis
abuelos en el cerro, y no miro más para atrás el camino.
Al
amanecer el caballo que lo había herrado la tarde anterior apareció sin
herraduras. El sombrero se lo cargó la Sayona.
Dice
mi abuela que mi padre duro como un año sin salir de la casa por la noche y las
veces que lo hacía llegaba temprano”.