Personajes de San José de Bolívar:
AGUSTÍN MÉNDEZ, UN SANTO PARA EL TRABAJO
AGUSTÍN MÉNDEZ, UN SANTO PARA EL TRABAJO
Por: Juan Francisco Santos Gutierrez
Presbítero de San José de Bolívar (1977 - 1981)
Agustín Méndez (Archivo Lubín Pulido).
Aquí en San José de Bolívar todos somos un poco santos. Aunque a veces hagamos nuestra santísima voluntad: que si es "santísima" me temo no tenga nada de santa.
Pero creo que los fieles de Capadocia, Corinto y Colosas, a los que San Pablo llamaba "santos", no distaban muchos kilómetros espirituales de los fieles rioboberos. Es mi opinión particular.
A pesar de todo, hay grados en esto de la santidad. Desde el puro barniz y ligero aroma, hasta el obtenido con bondad de oro macizo y de altos quilates, de esos que quedan todavía, aunque otra cosa proclamen las lenguas pesimistas y detractoras.
Y dentro de esa gama de santos en mayor o menor escala, las hay para todos los gustos y colores.
Así el señor Agustín Méndez es un santo para el trabajo. Su figura somática parece tiene algo de relación con los arcángeles de la pintura clásica y con el San Isidro Labrador de las imágenes ingenuas y policromadas de las iglesias rurales.
En Agustín el trabajo se hizo bondad y la bondad trabajo. No sabe leer ni escribir, tiene su lógica particularísima pero a fuerza de acariciar y dialogar con la tierra, le ha encontrado toda la fuerza maternal y fecunda y le pone a vibrar con cada puñado de semillas y goza interpretando surcos con sus manos, como un Alirio Díaz con su entrañable guitarra.
Agustín es un poema de cerca en su cara y de fuego productor en su corazón.
Cien agustines más en San José de Bolívar y le sacaríamos la lengua a los pueblos más pintados en agricultura, y cien mil agustines esparcidos por la geografía venezolana y esto sería el nuevo Israel de América, como para exportar por torrentes lo que ahora tenemos que importar con vergüenza.
Agustín Méndez no conoce huelgas, contratos colectivos ni sindicatos. Aunque simpatice con algún partido político, no chantajea su voto ni pide nada a cambio.
Agustín cree firmemente en su Dios y acepta el precepto del trabajo como un deber y un honor en las filas del servicio humano.
Porque Agustín es, por encima de todo, un servidor. Humilde y tímido más que un niño. Esquivo por consecuencia de su intimidad, de su introversión, que él compensa dialogando y dialogando con su ángel consejero mientras trabaja.
En resumen: si algún día se le antoja al campesinado de estas tierras fabricarse un nuevo San Isidro con bigotes, yo no tendría reparo en cederle una fotografía de Agustín Méndez para inspiración del imaginero.
Porque Agustín, por encima de sus santos olores de sudor y polvo, trasciende con fragancia de trabajo serio, responsable y honrado y eso hoy día, en los tiempos que corren, nos suena a verdadero "olor de santidad".
Tomado de: Horacio Moreno. (1982). Monografía de San José de Bolívar. Editorial Antares. Bogotá. Pp.359-360.