Por: José Lubin Pulido Chaparro
Padre Acacio Belandria Pulido
(Foto: José Antonio Pulido Zambrano)
Para las familias andinas, y en particular las familias
tachirenses amparadas en la fe católica, abrigan en su seno la esperanza en
Dios, para que les conceda la dicha, de tener un hijo sacerdote.
La historia del padre Acacio comienza cuando la familia Belandria
Pulido emigra de la población de San José de Bolívar a tierras uribantinas. El
25 de enero de 1930 en la población de Pregonero, el matrimonio de arraigo católico conformada
por don Abigail Belandria Mena y doña Rosario Pulido Vivas, reciben de la
divina providencia la bendición con el nacimiento de un niño, que bajo el calor de esta familia
humilde, cobijada por su fe en la religión cristiana lo encaminaran por una
vida marcada hacia el camino del sacerdocio.
Sus primeros años los vivirá en San José de Bolívar. Al cumplir
sus nueve años, debido a los escasos recursos económicos de sus padres, una pobreza
serena pero sin angustias, que no son limitante para los grandes hombres de fe,
a esta edad de nueve años se le ve partir hacia Mérida con la intención de
estudiar en el Colegio San José y a sus 17 años ingresa al Noviciado de la
Compañía de Jesús.
Grande fue la
alegría para los esposos Belandria Pulido y la población de San José de
Bolívar, cuando recibieron la noticia de que el 18 de junio de 1960, su hijo se
ordenaría de sacerdote jesuita, realizando su primera eucaristía en Weston,
Estados Unidos. Acá en San José de Bolívar celebrara su primera misa el 27 de
agosto de 1961. Los feligreses de esta comunidad, sus tíos, hermanos, primos y
sobrinos acudieron de forma masiva para acompañar a don Abigail y a mi tía
Rosario, y por supuesto al nuevo sacerdote Acacio. Fue una ceremonia
eclesiástica de regocijo y fe sorprendente. Nos comunicó el padre Acacio: “Creo
y amo a Jesucristo apasionadamente, creo y amo fuertemente al mundo de los
pobres y creo y amo a mi iglesia latinoamericana”. Credos y amores que lo han
mantenido y atado fuertemente en el maravilloso servicio del sacerdocio.
En 1970 llegó a
Maracaibo para desempeñarse como párroco del barrio Sierra Maestra, más tarde se
le vera en el barrio Bolívar, ejerciendo una loable labor sacerdotal,
comprometida con sus fieles, labor continuada en el barrio El Manzanillo, con
su apostolado que marca huella en las
entidades cristianas del Zulia.
En 1996 es designado Superior del Teologado de los Padres Jesuitas
en Caracas y el 14 de agosto de 1999 tomó posesión de la parroquia de San Camilo de Lelis, en El Nula,
estado Apure, sitio donde desempeñó su apostolado hasta anoche 09 de diciembre
del 2012, cuando un accidente de transito le quito la vida en el sector Palmar
de la Cope de nuestro estado Táchira. Esta noticia tiene consternada a nuestra
familia y a sus feligreses.
Padre Acacio Belandria Pulido
(Foto: José Antonio Pulido Zambrano)
Acacio fue un sacerdote
“sui generis”, hermano y amigo del alma, con su fe cristiana de la que jamás
dudó, llevó consolación y aliento a las personas que así lo necesitaron, dando
soluciones acertadas, aun para las personas no creyentes. Su sensibilidad de
pastor lo fortalecieron a abogar por quienes no tenían el intelecto, el silencio
obligado, para reclamar las necesidades apremiantes de las comunidades y de las
injusticias, la impotencia y el desprecio que padecen los más necesitados a que
son sometidos, esta lucha la llevó desde El Nula, una comunidad como todos
sabemos difícil. Acacio fue un cura valiente.
En toda su vida sacerdotal volcó su sabiduría espiritual con
profunda fe cristiana, hacia las personas que sufrían en lo moral, espiritual o
material; su palabra sirvió para llevarles sosiego y tranquilidad. Aun se le
recuerda en Maracaibo por su apostolado y ahora en el municipio San Camilo del
estado Apure donde entregó lo
valioso de su ser; tratando de mitigar
las esperanzas truncadas de esa humanidad de feligreses que a diario acudían en
busca de sus buenos consejos.
Fue el padre Acacio un predicador convencido de la familia, esas que profesan su fe en
Cristo, base de la vida social, las que permanecen unidas y moldean con sus
buenas virtudes el futuro de sus hijos, conduciéndolos al mejor de sus caminos.
No olvidemos que la familia es la célula primordial de los municipios y el
Municipio es la principal estructura de convivencia del país, de esta hermosa
Venezuela. Acacio siempre creyó que este país era único. Y su último Terruño,
El Nula, lo hizo tan suyo como su inolvidable San José de Bolívar, donde hace
dos años celebró sus 50 años de vida sacerdotal
Para nosotros los habitantes del municipio Francisco de Miranda,
que es también su lar casi nativo, es motivo de tristeza compartir estas
palabras y memorar su vida sacerdotal de fructífera labor religiosa. Recordar
es vivir. Hasta luego Acacio, gracias por tus palabras y tu idea de crear
mundos de paz.