lunes, 29 de julio de 2013

DIMAS DE JESÚS CONTRERAS FRANCISCONI

Dentro de la historia de la Guardia Nacional, aparece en el 4º Curso un riobobero nuestro, se trata de Dimas de Jesús Contreras Francisconi, cuyo Director Mayor (Ej.) José Briceño Machado, egresado en 1941, con el número 17 de ese grupo.


viernes, 12 de julio de 2013

OTILIA por Ramón Márquez



Una historia se repetía en Otilia: la historia de la belleza de la mujer puesta al servicio de satisfacciones  y deslumbramientos colectivos. Fue un encanto –dicen- un hechizo que minó de seducción los imaginarios varoniles y de envidiosos celos y reproches a los espíritus del resto.
Atentos a esa oralidad de  encantos, de odaliscas idas o envejecidas, nos dirigimos esa noche al Jarrón de Baviera: un extraño recinto de veleidades y pasiones melancólicas acompañadas de ese sopor nostálgico que embriaga hasta lo insaciable los corazones de aquellos amores  jurados un día.
 Llegamos ebriosos y dicharacheros  con infinitos deseos  de explorar en los misterios gozosos de  esa vida,  esplendorosa y desinhibida, de una de las mujeres más bellas de San Cristóbal: por ahora, simplemente,  Otilia.   
Cuando cruzamos la cortina de greñas plásticas y fosforescentes de la puerta de entrada del Jarrón, vimos a duras penas entre la penumbra que en la barra ya estaba instalado cómodamente José Antonio. Bebía cerveza y  oía  boleros. Su rostro era una evocación subliminal de no sé qué partida perdida, pero que  destellaba melancolía, sentimiento, podía pensarse que algo le iba mal por dentro y que su presencia allí no obedecía al plan trazado, sino a los recovecos de un guayabo de padre y señor nuestro.  Sonaba “Amor sin esperanza” en su exquisita versión original y  Julio canturriaba cabizbajo y en silencio. El gesto de José Antonio por la tardanza nuestra,  fue una escena que nos destapó imágenes del viejo cine mexicano; de inmediato le expresé que se parecía a Toni Aguilar en la película que protagonizó con Pedro Infante por allá en los años cincuenta. No le gustó la comparación, la rechazó infantilmente, convencido seguramente de que era más bien un dandi a lo Jorge Negrete,  sonreímos y no pasamos de allí. La atmósfera del lugar lucía ciertamente esa añejada temperatura de los años 50. El porte de los hombres y las mujeres que lo visitan corría por ese mismo estilo. Lo demás, lo hacía la música, la estampa de Julio y el diseño de las botellas que se exponen flagrantemente, algunas llenas, otras ya vacías.
Entramos a la selección del trago. En el Jarrón no hay muchas opciones. Los tragos buenos se exhiben como reliquias y no se sirven, a nadie ni a ningún precio, “y no es porque sea usted”,  masculló  inseguro Julio, el hijo menor y único –como después supimos-  de Otilia que ya rayaba los 75. Yo no quería cerveza y Cristhian  se tranzó por una negra. Empezaron las ofertas y los rechazos: vocka, tequila, ginebra, de marcas desconocidas y de dudosa calidad.
-Deme uno de aquellos- dije para provocar el ceremonial de anticuario  etílico de Julio que la cogía por rezar las propiedades, los años, la época y las personalidades que lo bebían cuando “mi mamá era apenas una moza hermosa,  florecida  y apetecida  por infinitas miradas y pasiones”.
-¿De cuántos años estamos hablamos?- , preguntó con delicadeza Cristhian, pero con un énfasis puesto en los objetivos.
-Mamá se hizo de este negocio cuando tenía 25 años y tiene hoy  noventa y tres, saque la cuenta-  
 Los tres miramos al techo sin ton ni son como contando primaveras o implorando a Dios en oración.  Ninguno de los tres había nacido. Ninguno  sabía lo que era una meretriz antes de los 20 años.  Supusimos imágenes de principios del siglo XX: época gloriosa del ramerismo, del putañerismo condimentado y reivindicado  por romanceros y poetas y elementales tratados en prosa.
Pero, seguimos con lo de mi trago ya casi agotadas todas las opciones. Hasta que Julio  decidió por su cuenta, y con un carácter resuelto, brioso y sin titubeos, echó mano de una botella de vocka de marca desconocida y la puso sobre el mostrador.
-No hay otra –dijo sirviendo- si no le gusta no lo paga.
Y me   zampé el primero de una sola venia, sin regaño, sin efectos. Me  calentó ipso facto el estómago con esa rica sensación que queda y que nos hace apetecer el otro inmediatamente. Y vino el segundo, y el diálogo se hizo más fluido, y la relación y conversa con Julio se tornó suelta, sin cortapisas, que era en principio el objetivo de la visita, acordado con Cristhiam y José Antonio: Otilia era una exquisita incógnita, un arcano de esa  comarca que rezaba a Jesús nuestro Señor y leía a Vargas Vila.
-Dicen que la nostalgia es una enfermedad de la memoria física, -dijo Cristhian como buscando encausar la treta de su erudición hacia los temas que dominaba, justo cuando Julio salió del mostrador a servir unas birras y a prender boleros en la vieja rockola.   
-En alguna parte leía yo esa frase, pero ahora no me acuerdo- repuso José Antonio haciendo un gesto de desprendimiento intelectual.  
-Si es así, si la nostalgia etc.etc… de la memoria física… entonces dónde queda la “memoria del espíritu”,-  solté yo ante el reto, pero  sin mucho aliento y sin quitarle la mirada a los pasos y gestos de Julio que en ese momento era un ser de otros tiempos, otros modos y espíritus de vida.
- ¿Siente nostalgia ese ser?, pregunté señalando a Julio.
-¿Acaso no vive en su pasado que es este presente que nos ofrece a nosotros como un portento de la más pura originalidad?
-A veces pienso que se siente una reliquia –dijo Cristhian- un objeto de turismo sentimental o romántico.
-Esto no vale nada sin Otilia- repuso José Antonio-,  Julio es una reminiscencia fútil, o fatua, había qué ver. Lo cierto es que no tiene peso por si mismo y es un pasado sin contenido-
-Pero es la voz que necesitamos oír esta noche– cotejó Cristhian advirtiendo que Julio volvía a la barra.
-Sin boleros no podía haber amor en América Latina – sentencié yo con un gesto magistral como provocando la majestuosidad que veía en Julio y que mis amigos no veían ya de tanto verlo por frecuentar el Jarrón  tres a cuatro veces a la semana. Era la primera vez que yo entraba al Jarrón de Baviera y gozaba del encanto inaugural de las cosas. La vida es así: virtud, amor y curiosidad de primera vista.  Y creo que Julio me percibía del mismo modo.
-El amor en nuestro mundo cuenta con tres verdades: ritmo, osadía y un corazón de acero-  dijo Julio soltando al tiempo sobre nosotros una mirada de revancha, de provocación, como advirtiéndonos sobre embrollos  de no sé qué naturaleza y que hasta el momento eran para nosotros pura metafísica. Nos recogimos con disimulo recordando la frase de José Antonio “reminiscencia fútil…pasado sin contenido”.
-Otro- pedí yo levantando la copa Lara y asimilando la entrompada de Julio con una sonrisa de aprobación, a lo que repuse:
-el “corazón de acero” es para la mujer o para el hombre?-
-Depende de las circunstancias, de que llueva o caiga sol –avanzó Julio un centímetro más, y reventó casi cantando:
-Púyalo Anacobero-  y corrió diligente y danzarín a atender a dos contertulios ya avanzados de edad que bebían en una mesa cerca de la barra.
_Mire donde está Otilia – gritó Cristhian señalando con su brazo derecho hacia la izquierda.  Era una fotografía en sepia que podía ser Otilia, o la mamá de Otilia o la abuela. Miramos en silencio un rato los tres buscando vencer lo mejor posible el clima de humo y de sombras que recaía  sobre la pared de la izquierda, donde había una puerta desvencijada y de  madera antigua que daba a alguna parte de ese subyugante universo amoroso.  “Una Proserpina”, pensaba para mi mismo buscando semejanzas con las divas del canto latinoamericano.
-¿A quién se le parece Ramón? Preguntó José Antonio con un rostro de especulaciones ya no tan metafísicas.
-En eso pensaba –respondí-  me imaginaba a “Proserpina”, pero es una referencia muy etérea  o muy mítica. Si pudiésemos verla más de cerca…traer la foto al mostrador y ponerle lupa…a lo mejor pudiese ser la Esther de Balzac en los Esplendores y miserias de las cortesanas…
-Están como en las nubes-  entonó la voz de Julio golpeando el mostrador con dos botellas de cerveza.
-Tú y las nubes- canturreó mientras  servía a los amigos, y silbaba y volvía a canturrear, anegado de una extraña alegría, roncera, como si en efecto fuera él y no nosotros  quien libara.
Recordé un viejo texto de Sartre, algo así como “La puta respetuosa”, en singular, un libro que ojee hace más de treinta años, pero ni puta idea de su comienzo,  contenido, estilo, forma. ¿Por qué justo ahora vuelve a mi memoria? Me imaginó que el filósofo pintaba allí la historia decente de  una ramera francesa con un don especial y amoroso por los existencialistas, así como las latinoamericanas lo tenían por los políticos, los burócratas y los dictadores.  Me detuve en esta reflexión mientras medía la temeridad de indagar en la vida de Otilia a través de la voz de su hijo. Bastaría con concluir que la belleza cortesana tiene una historia comprometedora y que cuando se cuenta ya no hay tal belleza sino rasgos, trazos y trozos de lo que fue junto a un caudal de invenciones, ennoblecimientos y pulituras  con memoria de un final feliz.  ¿Cuántos militares pasaron por Otilia, cuántos la explotaron, la usaron como confidente o espía, la extorsionaron, y mírela aquí, objeto de un deseo intelectual  de tres toches tachirenses que se creen historiadores de lo oculto, de lo  prohibido.?
-Creo que escogimos mal al informante,  amigos. Quien quiera recoger nacientes o simples rocíos de esta historia tiene que ir a la fuente y eso implica, bla bla bla y cuchi, cuchi, cuchi…y en otro  escenario…
-O se te fueron los palos o estás idealizando la vaina – atajó José Antonio girando hacia la izquierda en dirección a la rockola-
-Nosotros no podemos vivir sin una puta quimera, ese ritornelo del ideal que encuentra sublimaciones hasta en el basurero, coño, otro trago trosco,  -lanzó candela el Cristhian ya con el ojo derecho  más apagado que el izquierdo,  o viceversa-
Mientras tanto el José Antonio se soltó con un ranchera de Antonio Aguilar (creo que “El prisionero”)  y se vino desde la rockola  improvisando movimientos como si viniera montado en un caballo de paso fino.  Volvió a ser Tony Aguilar.
Julio sufría de una exaltación extraña y que no era etílica. De pronto  se suelta a servir tragos y cervezas sin esperar los pedidos. “Todavía la tengo”,  “aguante ahí”, “achante un pelo” eran nuestras últimas exclamaciones  ante lo fulgurante de una atención que rayaba en el servilismo. 
-Tabernero, Licor-  gritó Julio  visiblemente enardecido y trazó sombras de su juventud, incluso de su adolescencia, cuando por circunstancias de fuerza mayor tenía que acompañar a su madre hasta las  cinco o seis de la mañana, “hasta que saliera el antepenúltimo cliente”….
-Y  ¿qué pasaba con el último? – averiguó como una centella inocente el Cristhian..
-Vio, eso no se pregunta… -atajó el Julio con una inflexión que no significó enojos ni rupturas…
-Recuerdo que mamá se divertía mucho agilizando los servicios, motivando a prisa a las mesoneras cuando oía el grito de “tabernero, licor”. El clima  cogía otro ritmo, se hacía más festivo y se morían las tristezas. Porque, les digo una cosa: el espíritu de la época no era guasa y descarga solamente, como es hoy en día. Reinaba en toda esa gente, tanto en las mujeres como en los hombres, una cierta congoja, eso que hoy llaman por ahí melancolía y que era como una enfermedad que se contagiaba de los libros de los románticos y los poetas populares. Yo francamente no sé de dónde viene eso, pero  la memoria que tengo de aquello me gusta y el Jarrón de Baviera guarda esas reminiscencias.
-Un brindes por la memoria de Julio Rama-  gritó José Antonio.
Levantamos las copas y Julio hizo una venía de complacido.  Ya eran las 11 y 30 de la noche. Empezaba la ofuscación etílica y el ambiente se fue llenando de sílabas sin argumentos, vociferaciones de un lado y otro que llevaban la música de la rockola a su mínima audición. Le pedimos a Julio, casi que gritándole al oído,  que le metiera más volumen, pero hizo un gesto de imposibilidad  advirtiendo que esos aparatos no podían con los estruendos y las algarabías humanas del presente.
-Provoca irse –dije ebrioso y aturdido.
-Y no vas a conocer a Otilia Rama?
-Cuando salga ya estaremos borrachos- dijo Cristhian
-Esa sale en cualquier momento, deje y verá-  repuso José Antonio con el oído puesto en un hilo de música que le recordaba a San José.
-¿Te acuerdas de esa canción? – preguntó- Era la favorita de Don Pedro Antonio…
-De qué año…? –
-Pues si no lo sabe usted…
-Creo que es la orquesta de un mejicano que se llama Luis Arcaraz, tronco de orquesta y la canción es ”Quinto patio”, oye..pero se oía esa música en San José..?  ¿No era un sentimiento de puras rancheras.. una memoria de cuates lo de San José?
-Pues no, se oía uno que otro bolerito…ese es el preferido de mi papá..-
-“Por vivir en quinto patio, desprecias mi raza..” , canturreó Julio con buena afinación…
-Oye, Don Julio, hágame el favor: y Otilia a qué horas sale? -
-A la hora que le da la gana…
-Ya viene siendo hora – remató Cristhian.
-De qué- preguntó Julio.
-De que la conozca Ramón…
-¿Qué le van a ver a una reina de 93 años?
-Esas son las que nos hacen ver lo que no vivimos del pasado..- sentencié yo con una firmeza de anticuario.
-Pues, péguesele al alma del Daniel Santos –bromeó Julio- ese es el “santos” milagroso de mi mamá…fueron más o menos contemporáneos y llegaron a conocerse en el bar “La devoradora de hombres”…así sería…- y apagó el relámpago de una memoria locuaz, enarbolando dos frías y un trago mas.
De pronto, como por un encanto de inframundo, un aire, un sílfide,  se tejió en el ambiente un silencio de “canto de gloria”, un silencio de misa, un chito de poder o devoción.  Era el silencio involuntario y profiláctico de los espíritus  que apuestan a la muerte de los oídos pero que caen vencidos para oír por última vez  el silencio del infinito.  Creo que de ese silencio nos percatamos apenas quienes desde la barra teníamos el plan preconcebido de Otilia. Y apareció. Y fue gloriosa y grotesca a un mismo tiempo su comparecencia. Y no supimos hilar bien qué relación había entre el silencio momentáneo y su presencia reluciente  llena de fragancias de tilo,  romero y un perfume audaz de aquellos tiempos. ¿Se trataba de un ritual, de una ceremonia preconcebida y tan bien planificada? ¿Era una apuesta al azar el silencio de la gente, el apagón de la rockola  y la majestuosidad de Otilia dándole la bendición a Julio quien se puso de hinojos como si la presencia de su madre, inesperada, fuera una imagen de otro mundo, incluso de otra vida?.  Se verá. 

El aliento etílico de la atmósfera empezó a recuperarse. Otilia hizo una seña a Julio quien salió inmediatamente de  la barra.  José Antonio saludó a Otilia y me pareció que su saludo iba inspirado por una reverencia y cierta timidez. Cristhian saludó a Otilia con una postración de señorito sifrino, pero muy a la gocha: “¿Cómo me le va señora Otilia?. Y ella, dueña de si, de sus emociones y de su historia se hizo de unos segundos y apenas refunfuñó un “que tal los muchachos”.
 Sonaba “Contigo en la distancia”, de Lucho, y pensé nuevamente en Esther, en Margarita, en Helena -aquellas dulzuras que nos minaba de apetitos fantasiosos en la fuente de soda de la Unidad Vecinal-. Pensé incluso en Carmen Petra. Había un aire multiétnico en Otilia y no era difícil reconstruir imaginariamente su belleza en medio de las no menos de mil arrugas  que habitaban su cara, ya con gestos  disimulados de abuela y tics de anciana. Pedí otro trago elevando la copa. Otilia me miró y se apiadó del vacío. Dio dos pasos muy firmes, para su edad, hacia la barra, puso los codos sobre el mostrador, intentó subirse los cachetes con las manos, sumamente blancas, y me susurró con cierta picardía juvenil, iluminando exageradamente con azul flambeado sus ojos,  “¿qué bebe su merced?  De momento sentí que el retrato de la pared había envejecido y que me entrompaba sin traumas, sin artilugios ni piedad.  Un reguero de abalorios pulidos sonaron en la superficie del mostrador que caían del cuello de Otilia como un collar de glorias y de penas: el collar de la paloma, pensé.  De sus labios salió una sonrisa de dientes carniceros. No quitaba de mis ojos sus ojos de azul flambeado, disminuidos por el universo de arrugas, pero francamente hermosos.  Segura de que su pasado no la traicionaría –su pasado físico y espiritual- asumió la pose de la niña callejera que espera una limosna.
-Qué linda es usted- dije enternecido.
-Ya se lo sirvo- y se movió al fondo donde estaba la botella de mi vocka espiritual.
(Cuando te vimos, estabas ensimismado Ramón, fijos los ojos ebrios sobre el rostro de Otilia. Yo dije, se nos enamoró el hombre, y Cristhian compartía esa impresión. Fueron como tres minutos, Ramón, tres minutos, y esa vaina, vaya amor para los tiempos del cólera. Daban ganas de reír, pero nos contuvimos porque también notábamos un aire de inspiración y seriedad en la procedencia. Cuando Otilia te trajo el trago, no caminaba, levitaba y un aire de playa le lisaba sus greñas cenizas. ¿Qué sentías Ramón, con sinceridad de panas, qué sentías?)
(A mi me pareció cómico porque a nosotros Otilia nos despachó con un “que tal los muchachos”, ¿te acuerdas?. Pero con Ramón se transmutó, creo que sufrió una regresión, y te juro que la vi más linda, increíble. Pero, conociendo al personaje  dije, esto es una joda. Pensé en seleccionar en la rockola el bolero ideal, pero ignoro totalmente esa música. ¿Te acuerdas que te lo dije, José Antonio, te pregunté,  qué bolero cae en estas circunstancias?. Pero José Antonio estaba ejerciendo imaginariamente, suponía yo,  en ese momento la arqueología del amor. Coño, qué bien la pasamos, te lo juro. Otilia no nos va a olvidar. Moriremos con su memoria.)
-A su salud, cariño-  me espetó Otilia con un giro maternal y mucho sentimiento.
-Que la salud sea para usted, amiga Otilia-  y me sentí ridículamente conmovido- Buen trago, de qué año será?- repuse ganando aire y soltura.
-la edad de los buenos licores no es cuestión de años, se degustan sin preguntar, amor.
-Pero los buenos tragos tienen memoria- dije.
-Mientras no embriaguen en exceso y se pierda todo- 
-No sé quién dijo que el licor era una historia de cantidad- repuse buscando en sus gestos soltura intelectual.
-No se me antoje filósofo que hay mucho trabajo esta noche -  y soltó una carcajada juvenil- ¿Por qué no se le había visto por aquí, pretencioso?-  apostilló con su acento zigzagueante y exquisitamente antioqueño. En ese momento corrió a atender el pedido de Julio para las mesas del fondo.  Veinte años menos y me  enamoraba, pensé buscando a los amigos que cuchicheaban y trazaban hipótesis sobre el tiempo. Ellos si que estaban hechos un par de filósofos. Hablaban con propiedad, pero ya no podían levantarse con solvencia ni soltura. 

HOMBRES DE LUZ. Por: José Antonio Pulido Zambrano. Teatro Tachirense. Dramaturgia Tachirense.


Personajes:
-          Krisnat – Set.
-          Petrus.

AMBIENTE: Un departamento con muchos libros, un escritorio, una papelera llena hasta los bordes de papeles, papeles en el piso, en una mesa esta la Biblia, la Teogonía de Hesiodo, El libro de los Muertos, El Corán, Hamlet, Drácula, la Constitución de Venezuela y el Marahara… una botella de vino barato, una botella de cerveza a medias, una Coca-Cola y una Pepsi. Uno de los personajes esta sentado frente a una maquina de escribir, escucha Heavy Metal, “2 minutos para la medianoche” de Iron Maiden.

I ACTO.

PETRUS: Llevo seis meses en esto y no escrito ni una línea que valga la pena, malditos los griegos al inventar las musas. ¡Si las musas! ¿Por qué si uno no tiene musa no puede escribir? ¡No! Que estoy diciendo. Perdonadme Aristóteles, Platón, Sócrates… ¡Pero que va! Hasta un niño hoy día le es fácil escribir un cuento (ARRANCA LA HOJA, COLOCA OTRA Y EMPIEZA DE NUEVO). En el principio, aquella noche era oscura y… y que más… la noche era oscura y… la noche era oscura y hermosa, no, no, no… suena muy estúpido… en un principio, la noche era oscura y había frío, no, no, no… debería dejar mi sueño de ser escritor. En este país un escritor se muere de hambre, ¡Bueno! También se mueren de hambre los médicos, los profesores, los padres e hijos… maldito Dios Petróleo… la noche era oscura como el petróleo, no tampoco… (PETRUS SIGUE ESCRIBIENDO Y ROMPIENDO HOJAS).

(SE ENCIENDE UNA LUZ AL FONDO Y APARECE OTRO PERSONAJE).

PETRUS: ¿Quién eres tú? (SE LEVANTA EXALTADO) ¿Qué haces en mi casa? ¿Cómo entraste aquí? ¿Vienes a secuestrarme? ¡Si! eso es, me vas a secuestrar, pero de nada te va a servir, soy un don nadie. (SILENCIO). ¿Quién eres? Dímelo.

KRISNAT: Yo soy la luz del mundo.

PETRUS: ¿Qué? Acaso vienes de Coorpoelec, y a estas horas (MIRA EL RELOJ).

KRISNAT: No amigo, yo soy la luz en la oscuridad y esa luz es la que necesitas para salir de tan mal trecho… te estas encerrando en un mundo sólo tuyo, lleno de caos, por ello tu no vez la luz… has perdido la senda hermano.

PETRUS: No me llames hermano. Me quieres ver la cara de payaso, quién te mando, seguro el Editor del gobierno, para jugarme una broma. Además pareces haber salido de una película de espionaje, todo de negro y esos lentes negros. Estas drogado o que, pues es de noche.

KRISNAT: Eres terco Petrus, pero en verdad os digo que la experiencia que vas a tener conmigo esta noche te hará ver nuevos caminos.

PETRUS: ¡Qué! Acaso eres homosexual.

KRISNAT: Yo soy la luz del mundo, estoy en tu inconsciente, he bajado del padre para hacerte mi apóstol.

PETRUS: Hablas, no sé… ¿Quién eres? Maldita sea, quién eres. Debo estar soñando, tu no existes, es mi imaginación, tanto trasnocho, eso debe ser, no eres real…

KRISNAT: Yo soy un Krisnat, una especie de ángel nos llaman ustedes, he venido de un planeta distante para poder abrir al hombre los ojos, por lo inhumano que se esta haciendo.

PETRUS: Mire. Usted en un circo sería un verdadero espectáculo, eres muy buen actor… no se quién te envió. Sí, si es una broma de Stella, ya fue suficiente. Se puede marchar por donde entro. (SE SIENTA). Es más imagino, que ella te dio las llaves. ¡Debí cambiar las cerraduras!

KRISNAT: Tú, al igual que tu mundo, Petrus, esta ciego, pues no quieres abrir tu corazón al verdadero conocimiento, y el conocimiento es luz.

PETRUS: Yo poseo mi verdadero conocimiento e ideología propia.

KRISNAT: ¡Ahh sí! ¿Y, cuál es?  La Biblia, el Libro de los Muertos, los Diálogos de Platón, Drácula o esta Constitución de tu país (TOMA ESTE ULTIMO LIBRO, LO HOJEA, Y LO VUELVE A DEPOSITAR EN LA MESA). Todo esto es teoría, todos pueden encender una fogata hermano, pero muy pocos la saben mantener, muy pocos entienden mi luz y muy pocos la aprenden.

PETRUS: ¡Estas loco! Miré payasito saltarin, de donde salistes tu, lárguese en este momento antes que llame a la policía.

KRISNAT: Tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, tuve hambre y me diste de comer, pero de ti Petrus se dirá, quise estar en tu casa y me echaste, quise entrar en tu corazón y me alejaste, quise entrar en tu memoria y me expulsaste.

PETRUS: (TOMÁNDOSE LOS CABELLOS CON LAS MANOS) Me confundes. Te la das de Cristo, de Buda, de Quetzacoalt.

KRISNAT: Yo soy todos ellos en uno, pues un hombre de luz esta en cada uno, tu puedes ser un hombre de luz, pero en este mundo nadie quiere sacrificarse Petrus, y jamás morirá en vano el que muere por una causa justa.

PETRUS: No te creo, es más, veo en ti un farsante, un espécimen de circo. Sí eres lo que dices ser, transforma este vino barato, en un buen vino. ¡Ahh… que pasa! No puedes hacerme este milagro.

KRISNAT: Cualquiera que beba de otra agua tendrá otra sed. Quién bebiere del agua que yo doy, jamás volverá a tener sed. Tú has leído a todos estos hombres, que en esencia son estos libros, son sus ideologías, su pensamiento, su forma de ser, su historia, sus recuerdos; y todos ellos os han dicho la verdad, sólo que ustedes los hombres cada día inventan nuevas religiones, basadas en las mismas leyes, y la religión en vez de unir naciones lo que ha hecho es dispersarlas. Muy bien se que ustedes los hombres, si el padre volviera a enviar a otro ungido, ustedes lo volverían a crucificar. En este siglo tal vez le enviarían a la silla eléctrica o a la cámara de gas. Pues lo tildarían de loco…

PETRUS: Viste, no eres capaz ni de hacer un simple milagro, puro bla, bla, bla, ¿Cuánto te pago Stella por este drama? Quieren volverme loco.

KRISNAT: Ya te dije que soy un hombre de luz.

PETRUS: ¡Y que mierda tengo que ver con ustedes! Ahh… dime profeta de sueños. Que coños tengo que ver contigo…

KRISNAT: Tú tienes el don de escribir, por ello eres el indicado, debes escribir mi nuevo evangelio.

PETRUS: Escribir, me dices escribir, por favor busca un sacerdote o un loquero, eso es lo que necesitas.

KRISNAT: Ya veo, por eso es que no has llegado a escribir ni una línea de tu novela, pues no crees ni en ti mismo, y si no crees en ti mismo, como piensas creer en los demás y que ellos crean en ti.

PETRUS: ¡Eres una pesadilla! Verdad. Sí. Si. Estoy soñando, debió ser este vino barato (SE TOMA OTRO TRAGO). Sí, debo estar divagando como veo. Tú no existes. Tú eres un ser imaginario. Tú no existes. Yo te estoy inventando. No he dormido bien los últimos días, he comido poco. Si eso es. Tú eres un espejismo. Tú no existes… ¡Debo despertar!

KRISNAT: Creer o no creer, ese es tu dilema Petrus. Pero tu no eres totalmente culpable, más pecadores son los que están en el poder, su mala gerencia ha llevado al mundo  al principio, al caos.  

PETRUS: Espera, espera. Qué eres tú, un ángel venido del cielo, un maldito extraterrestre o un político. Ahh… ahora me vas a venir a decir que el país esta mal, eso ya lo sé y sin leer profecías tanto como tú. ¿Quién carajo eres tú?

KRISNAT: Yo soy un ente, venido de otro mundo, estoy seguro que en vez de guerra habría paz si yo fuera de este mundo, en vez de desorden existiría el orden, yo soy la luz del mundo y quién me sigue no camina en tinieblas. Yo soy la verdad Petrus.

PETRUS: La verdad. La verdad. ¿Quién conoce la verdad? Acaso tu conoces la verdad. ¿Qué es la verdad?

KRISNAT: La verdad no es dual, la verdad es sólo una, la verdad nos lleva a un solo camino, ese camino es el conocimiento, y lo debes andar al lado de la reflexión, para poder llegar a una verdadera sabiduría, esa luz de la que te hablo es el conocimiento verdadero, y quién se sigue así mismo podrá seguir a los demás, ese esta siguiendo el verdadero camino de la verdad… ¡Tú crees que la verdad esta en esos libros! Y, no es así…
PETRUS: Y cómo he de llegar a ese camino Krisnat (HACE UNA REVERENCIA DE SARCASMO). Dímelo. Ahh… Dime como alcanzó esa verdad.

KRISNAT: Aquel que busca el verdadero conocimiento deja que su espíritu guíe a su cuerpo, aquel que se deja guiar por su cuerpo se materializa, se pierde y es ciego de la verdad.

PETRUS: ¿Quién se deja guiar por su espíritu? Ahh… dímelo Krisnat y tal vez crea en ti.

KRISNAT: Aquel que lo deja todo por su prójimo, aquel que hace el bien con cristo, aquel que busca el estado del Nirvana, aquel que busca resucitar con Osiris, aquel que sigue los preceptos del Buda, aquel que cumple los mandatos de Quetzacoalt, aquel que camina la senda de Mahoma, no has entendido aún Petrus, todo hombre que sigue a un hombre de luz, se esta guiando por su propia luz.

PETRUS: ¡Esto parece el sermón de un sacerdote o el sermón de un loco!

KRISNAT: Hoy, el hombre sacia su sed con una cerveza. Si mi amigo Petrus, el hombre cree que con una cerveza olvida sus problemas económicos, sociales, culturales, incluso de raza. Pero el error esta en que no sacia su alma.

PETRUS: Pero a veces nosotros los pobres nos emborrachamos de lamentos y lágrimas, y la cerveza no hace ningún efecto… ¡Sólo observa a tantos niños con hambre en nuestras calles!

KRISNAT: Tengo sed Petrus.

PETRUS: Aquí hay una Coca – Cola.

KRISNAT: No. Eso no.

PETRUS: Bueno, hay una Pepsi, nada como una Pepsi.

KRISNAT: Dame agua.

PETRUS: Aquí no llega el agua. ¡Entonces nos morimos de sed o tomamos una Coca – Cola!

KRISNAT: Ustedes los hombres siempre han sido así, esperando un Mesías que los redima. Hoy ustedes siguen los pasos de la moda, lo que dicen que debe hacerse, el último corte de cabello, el último jeans, la mejor hamburguesa, mucho de los hombres se han hecho seres de plástico, una sociedad consumista, que presume lo que no es.

PETRUS: Se nota que siempre has vivido en el Olimpo, en el cielo, en el lugar de los dioses, en Hollywood, en Suiza o Miami. Vuelve, baja a la tierra y volverás a llorar Krisnat, volverás a llorar cuando veas tanta pobreza, tanta maldad,  tanta mentira, tanta hipocresía… esa es la verdad, la única verdad. ¡Tanta miseria humana!

KRISNAT: ¿Tienes algún sueño Petrus que quieras alcanzar?

PETRUS: Sí. Y muchos. Viajar. Viajar mucho. Comprar un caballo y dejarme escapar en la sabana. Comprar una casa en el campo y vivir en paz. Todo esto después de ser un Nobel.

KRISNAT: Lindo sueño.

PETRUS: El sueño de un hombre común, el de un escritor anónimo.

KRISNAT: Nadie es común, cada ser humano es bello e interesante. El ser humano tiene esa ventaja, no es monótono.

PETRUS: ¿De qué manicomio saliste Krisnat? Ya hasta me estas cayendo bien.

KRISNAT: Aún no me crees.

PETRUS: No. Es más deberías ser escritor, tienes una imaginación bárbara. Un cristo en estos tiempos es utópico. Sabes, puede ser que este frente a un “Asesino en Serie”, pero ya no me importa, me has hecho pensar.

KRISNAT: Ahora soy yo el que no entiende.

PETRUS: Sí. Me has hecho pensar, los seres humanos comemos, hacemos el sexo no el amor, cagamos, pero jamás pensamos… sabes me viene al pensamiento Stella, mi última pareja, era mas costumbre que amor, y la extraño por costumbre más no por amor…

KRISNAT: Amor, amor, amor… es una palabra grande tan grande como la verdad.

PETRUS: La verdad… Sí, la verdad… sabes, recuerdo que un día Stella llegó con un perro a esta casa, y yo odiaba al maldito perro, no sólo me dañó un libro sobre Picasso, sino que me rompió mis LP originales de Iron Maiden, y no sólo con eso, el maldito perro siempre se cagaba frente a mi máquina de escribir, y yo, bruto, siempre pisaba esa maldita mierda, y desde allí la costumbre bonita y lenta de Stella, se volvió en la costumbre repugnante y rápida de Stella. Mierda y perro destruyeron a Stella. Cuando Stella se me acercaba, me olía a mierda de perro. Y todo terminó, un día se fue, pero al llegar todas las tardes, el olor a mierda seguía y me recordaba a ella. Se había vengado, y dejó al maldito perro. Y allí se murió de hambre (SEÑALA UN RINCÓN). Y un día el perro pasó de ser una máquina de mierda y se volvió en comida de gusanos… Y eso hemos de ser nosotros, primero maquinas de mierda y luego comida de gusanos. Esa es mi verdad, Krisnat la verdad huele a mierda de perro.

KRISNAT: Eso es grave amigo, tu verdad huele a mierda de perro, muy grave.

PETRUS: Eso no es todo. Un escritor siempre tiene una visión política. Y en este país no existe la política. En este mundo no existe la política. Los que se hacen llamar políticos no han leído a Aristóteles. Y sucede que si no estas en un partido, tus escritos son una mierda, no valen nada.

KRISNAT: Política y verdad, jamás serán compatibles.
PETRUS: Dime una cosa, cuanto te pagó Stella por hacerme esta broma.

KRISNAT: Cogito ergo sum.

PETRUS: Descartes… mira ya me estas cansando, la charla esta muy buena, pero tengo sueño. Ahora, ¿si esto es un secuestro? Perdiste tu tiempo. Nadie pagara un rescate por un tipo como yo.

KRISNAT: Sabes que tu naciste al contrario, y por ello piensas siempre al revés.

PETRUS: ¡Qué!

KRISNAT: Sabes que la mentira es la máscara de los débiles.

PETRUS: ¿Y?

KRISNAT: Sabías que tu madre tuvo un amante por mucho tiempo, y eso la llevó al divorcio.

PETRUS: ¿Cómo te atreves? Stella te lo dijo, verdad. Mujer y chisme siempre van unidos.

KRISNAT: Por eso no aceptas a una mujer en tu seno familiar, porque en el fondo la imagen de tu madre también te huele a mierda de perro (PETRUS TRATA DE GOLPEAR A KRISNAT, PERO SUS GOLPES NO LO TOCAN).

PETRUS: Estoy cansado y no he logrado darte ni un solo golpe, en verdad pareces ser de otro mundo… ¿Cómo se atrevió mi madre a hacerme eso? No se lo perdono. Jamás.

KRISNAT: Y tu crees que Stella te dejó por lo mismo.

PETRUS: Claro que si, todas las mujeres son iguales, todas huelen a mierda de perro.

KRISNAT: No generalices, tú eres el que esta embadurnado de mierda, por ello cuando alguien se te acerca, tú crees que ellos tienen ese olor, y el olor esta en tu nariz. Solamente tú hueles eso, nadie más.

PETRUS: Tal vez tengas razón. Pero por ello no voy a perdonar a mi madre.

KRISNAT: Es la única manera para que dejes de oler a mierda.

PETRUS: Sabes, yo sé que voy a despertar, que todo esto es un sueño, es más puede ser que al despertar no sea más que un oficinista, que sueña con ser un escritor de renombre, porque si esta es mi vida real, es la vida de un ser frustrado, pobre de mí. Un ser frustrado que huele a mierda de perro.

KRISNAT: ¿Qué eres Petrus, en que te has convertido?

PETRUS: Soy la sombra de Petrus García Muerte. Soy el fantasma de un hombre que no vive hace tiempo.
KRISNAT: El hombre, Petrus, le tiene un horror instintivo a la presencia de su alma, pero la verdad tal vez radica allí, el hombre desde lo más remoto tiene una finalidad, la soledad.

PETRUS: Por eso han fracasado todos los que han tratado de hacer una literatura del alma, bueno, y más en este país, pues parece que el alma la hubiese comprado el diablo hace mucho.

KRISNAT: Estás más loco que nunca mi querido Petrus. Tú no tienes remedio, es una lástima. Sabes de ti se dirá, como hace años de Byron: “A su nacimiento asistieron las hadas de todos los dones, pero falto una, la del juicio”.

PETRUS: ¡Byron!

KRISNAT: Sí Byron. Le visite hace años, en una noche como esta, el escribía en la penumbra del candelabro.

PETRUS: Tú eres el hada del juicio o de la locura.

KRISNAT: Esa misma pregunta la hizo Byron aquella noche oscura. Recuerdo que empezó a pasear sus manos por el fuego, y no se quemaba, pues era un cuerpo sin alma.

PETRUS: Y yo soy su reflejo en el tiempo.

KRISNAT: Quizá, y Byron mirándose en el agua como cuál Narciso se ahogo, se ahogo en ti, y por ello Byron huele a mierda de perro, como tú…

PETRUS: ¡Basta! (GRITA). ¿Has matado a alguien?

KRISNAT: No.

PETRUS: Yo si. El día que se fue Stella, ese día lo empecé a matar de hambre.

KRISNAT: Al perro.

PETRUS: Si, por ese condenado perro se acabo mi amor por Stella… Sabes, recuerdo una tarde que los dos fuimos a comer helados en el centro de la ciudad, y unos policías me detuvieron, y me tuvieron tres días preso, y que por que yo era comunista, y me parecía demasiado a un terrorista internacional, desde ese día mande al carajo a Homero y los griegos y me corte la barba… en esos días Stella compró el maldito perro, y para colmo lo bautizo con el nombre de Leteo.

KRISNAT: Olvido, un nombre original.

PETRUS: Pero el nombre no funcionó, pues cuando menos esperaba, plaff, y pisaba la mierda del coño perro, y de Leteo pasaba a llamarlo Mnemósine, pues el perro era medio marica, no me perdía de vista, se me abalanzaba, cosa que su dueña dejó de hacer.

KRISNAT: Y te sirvió de algo.   

PETRUS: El perro, no, de nada.

KRISNAT: El perro no, el estar preso, te sirvió de algo.

PETRUS: Sólo me sirvió para recordar la miseria vida que llevaba, y volví a verla allí.

KRISNAT: A Stella.

PETRUS: No. A la soledad. La volví a sentir como nunca, y pensé en mi madre y en el puto amante que tenía, y desde ese día odie más el mundo. Y para colmo, el día que salí, en vez de Stella llevarme a comer una pizza, se gastó la poco plata que quedaba en el dichoso perro. Aquella noche me acosté sin cenar.

KRISNAT: ¿Y hoy cenaste?

PETRUS: Que importa ya. Suena a idiotez. Sabes Krisnat, te parecerá una locura mía, pero a veces me veo animado y poseído por el espíritu de dios. Yo he buscado muchos senderos, me he propuesto muchas obras, muchas y estupendas. Es más debería crear una nueva religión, el petrucionismo. Qué tal, ahhh…

KRISNAT: Ayer estaba leyendo un libro que saque por error de la Biblioteca. Se habían equivocado al dármelo y yo no me di cuenta hasta que estuve de vuelta en mi comarca.

PETRUS: Y que tiene que ver eso, con mi idiotez de mundo.

KRISNAT: Causalidad… el libro a principio me resulto pesado, pero luego comprendí que estaba leyendo algo diferente…

PETRUS: Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando… sabes Krisnat, cuando pequeño mi padre me regalo una gorra de cazador, y me dijo: “Petrus, para que te defiendas del monstruo”. El día que encontré a mí madre con el otro, supe que mi padre me había dado una gorra para cazar gente, y desde ese día, yo me la pongo para matar gente. Ese día vi a mi madre con otro hombre, me levanté y me acerqué  a la ventana, ese día sentí una soledad espantosa, casi me entraron ganas de estar muerto, y salí corriendo, corrí por la calle, hasta la calle estaba deprimente ese día, y luego me acorde del arma de mi padre, y supe que él me había regalado la gorra.

KRISNAT: Sabes, mi ciudad es terrible cuando alguien se ríe de noche. La carcajada se oye a millas y millas de estrellas luz y le hace sentirse a uno aún más triste, y deprimido. Por eso cuando leí el libro que me dieron en la biblioteca supe de causalidades.

PETRUS: ¿Y es causalidad que tu estés hoy aquí?

KRISNAT: Sabes, el único torpe de mi familia soy yo, siempre he sido un guardián entre el centeno.

PETRUS: Je, je, je. Salinger, no me digas que ese era el libro que leías.

KRISNAT: No. Era el diario de mi madre. Mi espejo.

PETRUS: Reconozco que es horrible, pero ese día en la calle, mientras corría, supe que era un Dios, y Dios puede tomar venganza.

KRISNAT: Por eso mataste al perro.

PETRUS: Sí. Sabes puedo llegar a odiar a una persona sólo porque tiene un perro de esos.

KRISNAT: Se esta haciendo tarde.

PETRUS: Tarde, para el hombre todo siempre va a ser tarde. Ya que esta en carrera contra el tiempo.

KRISNAT: Mi tiempo se acerca, pronto debo ir al padre, por eso tú tienes que escribir un libro que llegué al corazón del hombre, pero tienes que escribir un libro de luz, no busques la fama, ni la fortuna con tu libro, ellas llegaran a su debido momento. Escribe desde el fondo de tú corazón. A donde voy ahora no podéis seguirme Petrus, tal vez después, para así revelar por medio de ti, la verdad a los hombres.

PETRUS: Sabes Krisnat, no tengo ni la menor idea de lo que eres, pero tus ideas de nada servirán, en este mundo nadie cree en la luz de la verdad, en este mundo prevalece la oscuridad, la mentira, es el mundo del Dios Dinero.

KRISNAT: El mundo de Set.

PETRUS: ¿Quién es Set?

KRISNAT: Mi hermano, el mal.

PETRUS: Tu hermano el mal, la maldad, de eso estas hablando.

KRISNAT: Sí. Set es mi hermano, los dos nacimos de la madre sideral, yo represento la luz, él la oscuridad, yo soy el bien y él representa el mal, nosotros dos somos uno, unidos al padre, nosotros somos la mándala, somos el signo de Dios, nacimos con géminis, la trilogía perfecta, padre, hijo e hijo.

PETRUS: Ahora si que menos entiendo.

KRISNAT: En este instante te estoy hablando yo, porque eres bueno, pero hay momentos que tus acciones malas llaman a Set, posees dentro de ti dos caras, la del bien y la del mal. Sólo que hay hombres que siguen la luz y otros que la rechazan, cuando el cristo vino al mundo, y vino a enseñar al hombre a amar, porque el amor es el único sentido del hombre para que el bien acabe con el mal, la verdad sobre la mentira, la era de la luz sobre la era de las tinieblas. (EMPIEZA A TOMAR LIBRO POR LIBRO Y LO MUESTRA A PETRUS) Es la batalla de Zeus contra los Titanes, de Osiris contra Set, de Cristo contra Satanas, el enfrentamiento de Jonathan contra Drácula, la belleza contra la fealdad, es la guerra del Dr. Jeckill sobre Mr. Hide, te acuerdas de Stevenson, verdad Petrus.

PETRUS: (SE MUESTRA CONFUNDIDO) Sí lo recuerdo.

KRISNAT: Ya es hora de marcharme Petrus.

PETRUS: ¡Cómo! Te iras, ahora que me estas cayendo bien te vas. Y en que te iras.

KRISNAT: De tu casa a la base en un taxi, a mi casa en una nave de luz.

PETRUS: Quieres que escriba que los dioses están en el espacio.

KRISNAT: Nosotros no estamos en el espacio, venimos de un mundo lejano, por ello los egipcios apuntaban con las pirámides al cielo, para recordar que un día unos extraños hombres de luz bajaron del universo y mostraron al hombre el verbo creador.

PETRUS: Eres tu: Ra.       

KRISNAT: Elemental, mi querido Petrus, elemental (SALE).

PETRUS: (TOMA DE NUEVO UNA HOJA Y SU MAQUINA) En el principio, la noche (ARRANCA LA HOJA) no, no, no… debe ser de otra manera… (VUELVE A COLOCAR OTRA HOJA). En el principio era el caos, todo era tinieblas; entonces el Krisnat creo la luz, esta luz era el conocimiento de los Dioses, antes del caos, existía la luz de los Dioses, por ello el principio en la oscuridad fue esa luz…

(SE APAGAN TODAS LAS LUCES, SE BAJA EL TELÓN).


FIN.