domingo, 5 de octubre de 2014

EL DÍA DEL ÁRBOL EN SAN JOSÉ DE BOLÍVAR

*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira


Promoción de Sexto grado de la Escuela Básica "Regina de Velásquez"
San José de Bolívar (Año 1986)

Uno de los recuerdos más bonitos que poseo de mis primeros años en la Escuela es la celebración del día del árbol, para dicho evento los maestros y maestras se procuraban realizar una bonita actividad que consistía en dos partes, uno en un acto cultural y el otro en una salida de campo, yo recuerdo este evento al lado de mi maestra Aura Becerra.
Primero que todo estaba el aprenderse el Himno al Árbol, letra de Alfredo Pietri y música de Miguel Ángel Granado, dicha sinfonía de la conservación decía:

Himno al árbol

Coro
Al árbol debemos
solícito amor
jamás olvidemos
que es obra de Dios.

I
El árbol da sombra
como el cielo fe,
con flores alfombra
su sólido pie.
Sus ramas frondosas
aquí extenderá
y frutos y rosas
a todos dará.

II
Él es tan fecundo,
rico sin igual
que sin él, el mundo
sería un erial.
No tendría palacios
el hombre, ni hogar,
ni aves los espacios,
ni velas el mar.

III
Ni santuario digno
para la oración,
ni el augusto signo
de la Redención.
No existirían flores
ni incienso ni unción,
ni suaves olores
que ofrendar a Dios.


Después venía el día del campo, muchos lo llamaban "Paseo". Fuimos a varias aldeas como Los Paujiles, La Costa y La Colorada. A cada uno de nosotros nos daban un arbolito que venía en una bolsita de polietileno negra que obsequiaba los señores del Ministerio del Ambiente e Imparques y uno lo sembraba en el lugar que más consideraba oportuno, se sembraba más que todo pinos y araguaneyes.

viernes, 3 de octubre de 2014

EL ABUELO BALBINO Y LOS DOCE ZORROCUCOS

*José Antonio Pulido Zambrano


En la Aldea Los Paujiles, en la finca el Tesoro una tarde mi abuelo Balbino me contó, que años atrás, en una tarde lluviosa de agosto, él y otros amigos empezaron a remedar a los Zorrocucos (Búho). 
A eso de las once de la noche en la vieja casona empezaron a llegar Zorrocucos, hasta que hubo doce, el abuelo empezó a espantarlos y nada que se iban, salían volando pero volvían al corredor de la casona. 
Unos estaban en la sala, otros en el aposento, otros en la cocina, mi abuelo fué y buscó su escopeta para ahuyentarlos. 
El abuelo le disparó a uno de ellos, el animal cayo al suelo, pero volvió a levantarse, echó a volar. 
El abuelo al observar ese episodio y como buen creyente en Dios, indagando que esto era una cosa del maligno se dirigió a la sala y empezó a rezar frente al altar de santos, tomó una imagen del santo Cristo contra su pecho. 
En ese instante los Zorrocucos levantaron vuelo y se perdieron en la oscuridad de la noche. 
En mi pueblo se considera a los Zorrocucos como aves de mal presagio o entes del mal.

UN VUELO CON EL DIABLO

*José Antonio Pulido Zambrano


Una tarde, estando en mi casa me contaba Salvano Gómez que una vez reunido con un grupo de trabajadores, cuando se hizo de noche a eso de las ocho, en un lugar de la aldea Los Paujiles llamada el Mazamorro, charlando para divertirse, de mujeres, diciendo morbosidades, entre ellos estaba un señor de nombre Hilario Vivas, no hablaba ni decía nada, llegó un momento en que este señor desapareció del rancho, comenzaron a buscarlo a los alrededores, así paso un tiempo de veinte a treinta minutos y el pánico entre los demás obreros se hizo insoportable.

De pronto un grito de un obrero se escucho, el señor Hilario estaba en el cerro del frente y pedía que lo auxiliasen. Los obreros corrieron a socorrerlo, lo encontraron tirado en aquel monte, todo arañado y sin haber dejado algún rastro por donde había llegado allí.

Hilario estaba temblando de frío y muy asustado. Dicen los obreros que lo llevaron al rancho, quien les contó que se había quedado en un sueño profundo y sintió que volaba, se despertó ese instante en el bosque cercano.

Dice Salvano Gómez que allí empezaron a rezar el rosario y se sintió un olor a azufre, lo que llaman miaos del Diablo; Dicen mis padres que como este señor no decía vulgaridades, a lo mejor solo lo pensaba, el Diablo se lo cargo por no compartir con los otros obreros y como dice el refrán: “Que es más malo pensarlo que hacerlo”.

LA SAYONA Y EL SOMBRERO

*José Antonio Pulido Zambrano


La Sayona (Imagen: Listverse)

Una noche a eso de las ocho, estando en el Ateneo Elvidio me decía mientras yo ojeaba un texto de Poe, que el espíritu andino siempre se había caracterizado por ser arrogante, fuerte y cauteloso, siempre el andino le gusta enfrentarse a lo desconocido. A lo intrigante, lo que puede producir miedo en su región.

Me relato la siguiente leyenda mientras que el silencio de la noche inundaba al Ateneo bajo una de esas lluvias de Agosto.

“Decía mi abuela Concha que a mi padre le han gustado las parrandas, y en una de esas noches cuando subía hacia Los Paujiles se le apareció la Sayona o Dientona como se llame.

Esa noche mi padre estaba en una fiesta en el pueblo, ya pasadas las doce de la noche y habiendo terminado la fiesta sus amigos le decían: ¡Mira... Domingo no sé vaya!. Mi padre se sentía fuerte en su caballo indomable al igual que él, así emprendió su travesía por el camino y se fué.

Después de haber atravesado la quebrada Paujilera, el caballo comenzó a dar saltos, así continuó hasta llegar a la primera curva, unos metros más adelante a mi padre se le cayó el sombrero por los brincos del animal. Este  detuvo el caballo y se bajo del mismo, cuando fue a recoger su sombrero apareció ante él una mujer muy linda, toda vestida de blanco, mi padre receloso y con un poco de miedo se subió al caballo, pero la hermosa mujer empezó a crecer, aumentando su estatura de tal manera que igualaba a mi padre que estaba montado en el corcel, y su rostro se le empesó a desfigurar mostrando unos grandes colmillos, fue tanto el susto que mi padre dejo su sombrero y emprendió veloz carrera hasta llegar a casa, la de mis abuelos en el cerro, y no miro más para atrás el camino.

Al amanecer el caballo que lo había herrado la tarde anterior apareció sin herraduras. El sombrero se lo cargó la Sayona.

Dice mi abuela que mi padre duro como un año sin salir de la casa por la noche y las veces que lo hacía llegaba temprano”.

EL HOMBRE DE LOS TRES PERROS

*José Antonio Pulido Zambrano


Los perros infernales (Imagen: Demonología.net)

Por los caminos, valles y montañas de San José de Bolívar, anda rondando él ánima en pena del hombre de los tres perros.

Dicen mis padres que esa es el alma de un hombre que no le hizo caso a la Semana Santa. Pues él mismo, salió de cacería con sus tres perros y la escopeta, un viernes santo. Como su tercer perro no seguía la huella de los venados, le metió un tiro en la cabeza.

Por esto Dios lo maldijo por el resto de su vida, enviándolo a vagar por el mundo por los siglos de los siglos. Dice mi papá y Salvano Gómez, que este hombre vaga por los caminos y carreteras, la persona que encuentra por el camino después de las doce de la noche, lo invita a caminar por la montaña, para que le ayude a buscar su perro perdido, caminan y caminan, buscando su perro, hasta que se deja oír el primer canto del gallo. Luego de esto lo deja perdido en el monte y con un cansancio que no se puede parar uno de la cama durante los días siguientes.

UN FANTASMA AL CLARO DE LA LUNA

*José Antonio Pulido Zambrano


            Años atrás a José lo persiguió un fantasma. José era muy joven tal vez 17 o 18 años - enamorado. José era puras novias, un Don Juan completo y le gustaba mucho el trabajo. Los domingos con su trabajo conseguía  la platica para brindarle a sus conquistas pastelitos y chicha. José era un cliente fijo de Doña Maximina. Porque en el pueblo no había pasteles y chicha  tan buenos como los de Doña Maximina. Y como José era tan pastelero, pues tenía una novia que vivía en Las Cruces. Eso era religioso y todas las tardes se iba a visitar a la muchacha. Siempre le decían:
            - Deje esa costumbre de estar andando de noche porque lo van a asustar .
            Pero él decía:
            - Yo me vengo tempranito.
            De las nueve a las diez era la visita. Una noche se vino para la casa de la nona acompañado de un perrito que siempre seguía sus pasos. Aquella noche se despidió de la muchacha como todas las anteriores y al salir al camino real  el perro empezó a inquietarse y a mostrarse asustado y se le entrecruzaba a José y no le dejaba andar, pero él pues mientras caminaba.
            Siguió avanzando sin llegarle el miedo a su cuerpo, siguió camino arriba, la noche era muy oscura y al llegar a un piedrón, el perrito comenzó a interponerse más en su andar, José le dijo:
            - No seas bobo, déjame caminar.
            En ello a José se le ocurrió mirar para atrás y allí estaba aquello.
            - ¡Ay mi madre! - grito ante lo que vio y echo carrera. Pero de lo que se llama “Así se corre”. ¡Que susto! Pues paso por frente de la casa de Don Juan y no la vio. Déle para donde la Nona llamándole:
            - Nona, nonita. Apúrese, ábrame la puerta que me esta persiguiendo algo horrible.
            Le abrieron la puerta y entro el pobre José más muerto que vivo del susto frente al corredor, allí había un pino enfrente desde donde le observaba aquel ser terrorífico envuelto en la niebla de páramo que había envuelto de improviso la casa.
            Ya cuando estaba adentro un tío de José se asomo y vio un resplandor blanco y en el centro una bola de fuego, de donde emanaban dos ojos diabólicos. Todos comenzaron a rezar el rosario para alejar el espanto.
            Después de lo sucedido la nona le dijo a José:
            - Se dio cuenta mijito lo malo que es estar de noche por el camino sin necesidad.
            José no volvió a salir de noche. Era de día que visitaba a la novia y cuando no la podía visitar  le mandaba una cartica.

(Tomado del libro: Criaturas de la Noche de José Antonio Pulido Zambrano. Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. Nº 192).