domingo, 15 de abril de 2012

AUTOBIOGRAFÍA DE JOSEFA ZAMBRANO DE PULIDO (PERSONAJES DE SAN JOSÉ DE BOLÍVAR)

         Mi historia empieza en mi niñez, son mis primeros recuerdos sólidos, aquellos años dorados de mi infancia. La viví al lado de mi madre y mis hermanos, fue una parte muy bella de mi vida. Mi nombre es Josefa Antonia Zambrano Zambrano. Nací el 18 de octubre de 1955, en la aldea La Pérez, municipio Sucre, estado Táchira. A los dos meses de nacida me llevó mi madre a vivir en el caserío San Rafael, la cual pertenece a San José de Bolívar, hoy capital del municipio Francisco de Miranda.
En San Rafael pase toda mi infancia y parte de mi juventud, fue muy bonita al lado de mi madre: María Isabel Zambrano Zambrano. Ella era nativa de la aldea Los Osos, había nacido el 7 de noviembre de 1914, hija de Froilan Zambrano y María de la Paz Zambrano. Mis hermanos fueron: Baudilio de Jesús, Rosa, Placido Alfonso y Floripe (Flor), a quienes quise mucho y siempre los recuerdo.  Mi casa en San Rafael era muy bonita, amplia, de 3 habitaciones, la cocina con su fogón de leña, de grandes patios, de hermosos jardines y rodeada por cultivos de café y cambural. Recuerdo que mi madre me contaba que de pequeña yo era muy tímida y miedosa, pero al ir creciendo fui perdiendo esos temores infantiles. Me reunía con mis primos a jugar el escondite y el pin uno, estos eran los juegos que en ese tiempo se oían, también recuerdo de muy pequeña una muñeca de trapo que me regalo la señorita Irma Narváez, ella en ese tiempo daba clase en San Rafael a mis hermanos. Otro personaje que recuerdo es a mi tía María Transito Rojas, la inolvidable “Tía”, con la que todas las noches nos reuníamos en el patio de mi casa , allí venían también a visitarnos mis primos para escuchar sus cuentos, y como eran de horror, todos nos abrigábamos a su lado, con una lámpara de “Kerosén” que alumbraba la conversa de aquellas palabras, porque en esa época no había luz eléctrica y las velas eran sólo para alumbrar a los santos. Mi tía era famosa por su gastronomía criolla como; El guarrús, el pescado al humo, la carne asada de gallina, ella nunca dejada ir a nadie de su casa hasta que no comiera o tomara su sabroso café, ella estuvo casada con Felix Zambrano.


María Isabel Zambrano Zambrano


Tía María Transito Rojas


Tía María Transito Rojas


Felix Zambrano

 En San Rafael vivieron muchas personas que me ayudaron en los momentos mas difíciles, entre ellas Doña Teresa de Guillen, ella era la partera del caserío, fue la que ayudó a mi madre cuando yo iba a nacer, siempre estaba pendiente cuando alguien se enfermaba, ella iba y le hacia medicinas y la mejoraba.  Viene a mi recuerdo también la finca de Don Luis Rojas, allí existió un trapiche movido por agua, tenia una inmensa rueda de madera, el agua bajaba por una toma y llegaba a la rueda, esta a su vez movía el trapiche donde se media la caña para que se moliera. A mi me gustaba ir mucho para el trapiche con mis primos, a probar y saborear la miel y ver mover esa inmensa rueda de madera.


Baudilio, mi hermano mayor

 Contaba mi mamá que en una "molienta" o molida de caña en el trapiche, una de las hijas de Don Luis Rojas estaba metiendo la caña en el motor que la trituraba y quizá por el cansancio de Luisa, que así se llamaba, se quedo dormida, por lo que metió la mano al trapiche y la prensó, como no daba tiempo de ir a secar el agua, porque de donde venia era demasiado lejos, Don Luis Rojas se armó de valor y le cortó el brazo a su hija, salvándole de esta manera la vida.
 Cuando llegaba diciembre era una alegría muy grande, todos los primos y mis hermanos nos reuníamos para ir a buscar la lama que cubría las piedras y arboles para hacer el pesebre. En ese tiempo no era una navidad para esperar regalos como se ve hoy día, la ilusión más grande era aprontarnos para hacer la paradura del niño Jesús, allí se reunía toda la familia y los vecinos, es decir, toda la comunidad del Caserío. Mamá se encargaba de buscar los padrinos del niño Jesús, los músicos de cuerda, esa noche era una gran fiesta, colocaban al niño en una sabana blanca y lo paseaban por el alrededor de la casa y luego toda la familia rezaba el santo rosario. Luego a adorar al niño por parejas, la costumbre era servir comida y la parranda duraba hasta el amanecer, también en diciembre era la recogida de café y yo tenia que ayudar a mi mamá junto con mis hermanos. Mamá buscaba obreros y yo iba con ellos, aunque estaba pequeña recuerdo que para que se les pasara el tiempo más rápido apostaban a los aguinaldos, al si y el no, pajita en boca, era como el modo de distraerse mientras trabajaban y con canasto en manos se escuchaban versos que hoy día le llaman "Los cantos del café".


Mis primas Mercedes e Irene Zambrano, 
yo soy la tercera de zapaticos negros

Paso el tiempo y fui creciendo, yo viví una vida normal como cualquier jovencita del campo, ayudaba a mi mamá en los quehaceres de la casa, ¡claro! cuando no tenía que ir a la escuela. Con mi mamá aprendí lo hermosa que es la vida, cuando se sabe vivir bien. Mamá fue padre y madre de nuestra familia, nos enseñó muchos valores: respeto, responsabilidad, honestidad, pero sobre todo; la humildad.
 Estudie en la escuela de San Rafael, la que estaba en la finca de mi tío Rafael Zambrano, me quedaba lejos de la casa, pero a pesar de eso, todos los días me paraba muy temprano y contenta para irme a clase. Aun recuerdo a mis compañeros y mi querida profesora Ana Custodia Pulido, que la recuerdo con mucho cariño y admiración, pues fue ella la que me enseñó a forrar mis primeros cuadernos y a leer las primeras letras.
 La vida fue muy hermosa y agradable estando con mi mamá, aunque éramos muy pobres, siempre vivimos muy felices, porque la felicidad no esta en el dinero sino en saber vivir bien y en familia.
 Como toda jovencita tuve un novio, y era una época muy bonita, aunque en ese tiempo sólo se comunicaba con el novio era por cartas, ya que mi mamá era muy estricta y mi hermano mayor también. Pero ese noviazgo duro muy poco tiempo. Cuando tenía 14 años me paso algo muy triste que cambio mi vida, murió mi hermano Baudilio de Jesús, el mayor, el que vivía con mi mama y conmigo, para mí fue un golpe muy fuerte pues quedábamos muy solas. Mi hermana mayor ya se había casado y mis otros dos hermanos;  Alfonso y Flor, habían emigrado a la ciudad de Barquisimeto en busca de trabajo, ya que aquí era muy difícil encontrarlo, pues en esa época la vida del joven campesino era muy dura, y más cuando no se tenían recursos. 
 Luego de la muerte de mi hermano Baudilio, mi mamá se enfermo y los muchachos que ya estaban estables en Barquisimeto decidieron llevarse a mamá y a mí con ellos. Ahí viví seis años y fue donde culminé mis estudios de primaria en una escuela nocturna, porque en el día trabajaba con mi hermano. Al terminar la primaria quería seguir estudiando pero por falta de recursos no seguí.
 Después de seis años mi mamá decidió volver para San José de Bolívar porque ella quería que yo siguiera estudiando. Después de tanto tiempo decidimos regresar al pueblo en agosto de mil novecientos setenta y tres, llegamos a vivir en la casa de mi tío Rafael. En esa época empecé a estudiar en el liceo con mi prima Irene, que era como mi hermana. En ese tiempo el liceo funcionaba en la casa cural y en la casa de Doña Teotiste Chaparro de Gonzáles, venían estudiantes de otros municipios, ya que en esos días sólo existia este liceo en la zona de montaña.


Pedro Pulido
Pero, dure muy poco estudiando, pues sucedió algo en mi vida que cambio todos los planes que tenia. Una tarde que salíamos  de clase le pregunte a Irene: 
¿Prima quién es ese señor que esta limpiando los salones del liceo? 
Y ella me contestó: -Ese es “Pedro Garantía”, el bedel del liceo.
Y yo le comente: - Es muy simpático ese señor. 
Luego una tarde Heliodoro García fue a la casa de tío Rafael, porque él era amigo de Irene y que casualidad que llegó con Pedro, ya que ellos eran muy amigos y me lo presentó, hablamos, nos conocimos y luego nos hicimos novios. Ese noviazgo duro como cinco meses.
Me casé el 26 de abril de 1974, con Pedro Pulido Parra, el nació un 27 de abril de 1943, hijo de José Antonio Pulido Chaparro y la Señora Flor de Maria Parra Velandria, él era oriundo de la aldea Los Pajuiles y ella de La Grita. Nuestro matrimonio ha sido un hogar muy bonito y doy gracias a dios y a la virgen durante 36 años, este hogar ha sido muchas veces bendecido por Dios.  Mi alegría grande fue cuando quede embarazada, pues es lo más hermoso que le puede pasar a una mujer, ser madre. Mi primogénito José Antonio “Tony” nace el 10 de junio de 1975, por circunstancias de la vida nacio en Táriba, porque el día que me dieron los dolores no había medico, ¡bueno! en ese tiempo casí nunca había un medico fijo en el pueblo y como era primeriza tenían que llevarme a Táriba. Ese día fue de mucha lluvia fuerte y vientos. Pedro busco al señor Antonio Santander y llegando a Cordero le chocaron la camioneta, yo iba muy tranquila, y el señor Antonio me dijo sonriendo: - Josefa es un varón porque no se asusto.


Con Pedro, mi esposo y mis dos hijos: Pedro Alexander y José Antonio


Don José Antonio, mi suegro con Tony en brazos, yo con Alexander en brazos,
a mi lado Ana Graciela, Pedro y mi sobrino Benjamín.


Gilberto Roa, Candida Rosa Roa, Pedro Pulido y Josefa Zambrano 
con su hijo Nixón Gilberto Pulido Zambrano en brazos

El señor Antonio era muy amigo de Pedro y fue muchas las veces que su camioneta sirvió de ambulancia, pues era un hombre muy servicial, un verdadero amigo. Otra alegría más en la casa, el nacimiento de Alexandercito. Pedro dice: -"...otro Pulido más para la familia". Nació el 1 de eneroo de 1977, en este parto no corrí mucho, pues nació en San José de Bolívar, sector Cruz de la Misión. Ya nos habíamos mudado y vivíamos en nuestra casa. Luego llego Gilbertico, mas alegría para la familia el tercer varón que venía a completar el trío de los “Pulido”, nació el 10 de diciembre de 1978. Le llame Nixón Gilberto, Nixón por el presidente de los Estados Unidos de ese tiempo y Gilberto por un amigo de Pedro, el compadre Gilberto Roa. La alegría mas grande de la familia Pulido Zambrano, fue la llegada de una niña, que venía a ser la consentida de la casa, pues llevaría por nombre María Isabel “Nena”, igual que mi mamá (que la virgen me la proteja), nace el 5 de marzo de 1981, el tiempo transcurre y yo siempre pendiente de mis hijos, Pedro y de la casa. Pero un día pensé: ¿Por qué yo no estudio? Aquí en San José existía una Academia de comercio, “Simón Rodríguez”. Allí estudie y salí como Auxiliar de Contabilidad, pero por falta de inscripción se la llevaron, de los profesores que recuerdo que me daban clase estaba: Gilberto Guerrero y Otilia Hidalgo.


Academia de Comercio "Simón Rodríguez"

 Luego de nueve años otra alegría más en nuestro hogar, nos llega otra niña para alegría de nosotros, ya que los muchachos estaban más grandes, pues es Lucerito quien vendría siendo la mas pequeña de la casa y es la que esta con nosotros y en la actualidad estudia en la ULA. Nació el 14 de febrero de 1990. Durante todos estos años que he vivido aquí en mi pueblo, la vida ha sido muy bonita, pero también he sufrido el dolor de la perdida de muchos seres de mi familia. El 4 de agosto de 1987 muere mi mamá, para mi fue un dolor muy grande pues, sentía que me estaba quedando sola, pero al pensar en mis hijos y en Pedro vi la vida de otra manera y seguí adelante, luchando por mis hijos y por mi hogar. Pero de nuevo el dolor vuelve a tocar la puerta y es que se muere mi hermana Irene, dejando tres niños, para mi fue muy doloroso y muy triste, pero hay que ver que la vida continua y nosotros con ella.
 Empecé a hacer cursos y talleres de costura, repostería, tejidos conservación de alimentos y otros, todos esos cursos me sirvieron de mucho para ayudarme en la casa. Con los años conocí a la Señora Elsa Pulido y me invitó a hacer un curso de artesanía y como los muchachos ya estaban grandes, acepté y empecé hacer el curso y fue bonito y a mi me gusto. Comencé a hacer mis primeras piezas de arcilla o “greda”, después que terminamos el curso formamos una Asociación de Artesanas “El Lajon”, ahí empezamos a trabajar mas con arcilla, y a preparar los vinos, que hoy día sigo preparando, el famoso vino de mora, “Único Riobobero”.


Josefa Zambrano y su hijo José Antonio Pulido Zambrano 

 Era un grupo de señoras amas de casa de las cuales hice muy buenas amistades allí aprendí que la amistad vale más que todo, y que siempre las recuerdo a todas mis compañeras artesanas, también les cuento que a mi me gustan mucho los niños y tengo nueve años dando catecismo en mi parroquia los sábados en la mañana y para mi ha sido una experiencia muy bonita, la cual me siento muy orgullosa y satisfecha de formar a ese grupo de niños para que hagan su primera comunión y es un merito para mi que cuando voy por la calle esos niños me saludan con tanto cariño: “ hay va la señora Josefita, la que nos da catecismo” 
 Les narró que ya los muchachos crecieron. Y ya cada uno tiene su propio hogar y ya tengo nietos y Lucerito que esta con nosotros estudia el 8 semestre de Biología y Química en  la ULA.  Yo un día le dije a Pedro: -Nuestros hijos vuelan y se nos van y nos quedamos solos, solo nos queda rezar para que sus alas sean fuertes y no se caigan.
          Ahora la alegría de la casa son nuestros nietos, que los adoro, y como quisiera que estuvieras todo el tiempo conmigo pero es imposible porque viven lejos. Pero siempre están viniendo a visitarme y pasan días con nosotros. Mi primer nieto Cristhian Alexander, luego José Antonio III y enseguida Luisito y Santiago, como los quiero y me hacen tan feliz. Pues con ellos se llena de nuevo de sonrisas la casa.
          Un día me encontré con comadre Consuelo y me dice: “- Comadre yo estoy sacando el bachillerato en la Misión Ribas, anímese y estudie conmigo que es muy bonito". Nos empezamos a reunir en la noche y hablamos, es de 6 a 9 p.m.
          Fui y me inscribí y empecé a estudiar todas las noches. A las 6 p.m. ya estaba lista para irme a clase, cuando tenia a mi nietesito Cristhian me lo llevaba y lo sentaba  al lado mío, eso fue una de las cosas que me dio mucho animo de seguir estudiando y también lo muchachos me dieron mucho animo. Hoy me siento muy contenta por que ya tenía mi titulo de bachiller y luego obtuve por la Universidad "Simón Rodríguez" mi Licenciatura en el área cultural. Hoy estoy escribiendo un libro de mis memorias, parte de lo escrito aquí esta en ese manuscrito.
He dicho".

domingo, 8 de abril de 2012

PERSONAJES DEL JOLGORIO DE NUESTRO PUEBLO SAN JOSÉ DE BOLÍVAR

*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira

"Todo Castillo tiene un Rey y un Bufón" - estas palabras me las dijo mi padre una tarde solariega en la finca de nuestros ancestros en la aldea Los Paujiles. esto lo manifestaba mientras yo le preguntaba por "Melquiades Vivas", un hombre de carácter jocoso que siempre se la pasaba cantando en la Plaza Bolívar de nuestro pueblo rancheras de la época de Pedro Infante y Jorge Negrete. Melquiades u "Ojitos Verdes" como le llamaban las chicas que el le dedicaba sus canciones.
Y, en efecto, todo pueblo tiene un "Don" y un "Bufón". Siempre nuestra memoria nos lleva a Don Anibal, Don Teodulo, Don Pedro, Don Segundo, Don Altagracia, Doña Simona, entre otros tantos que han ostentado el poder del pueblo desde la Prefectura, desde la Escuela, desde una Bodega o Tienda, Pulpería (Comercio), entre otros cargos, pero a la sombra de estos señores constructores del pueblo han caminado otros que en vez de trabajar se han dedicado a disfrutar, a reír, a tomar, a ser el hazme reír y la vez el que se ríe de todos en el pueblo. Nunca se equivoco el pintor Velásquez al decir y pintar enanos y bufones porque ellos eran el otro extremo, el del poder de la burla. De allí que en San José de Bolívar tenga tanta popularidad "Veinte bolos" que el mismo Alcalde o el Cura, o el Maestro. Sólo por poner un ejemplo, pues "Veinte bolos" es el fiel reflejo de los personajes populares de antaño: Irma Polla, Melquiades Vivas, Marina Me, Andronico Cachirulo y Reinaldo Flores.  
Melquiades era un hombre de unos ojos verdes aceituna, de mirada penetrante, un rostro un tanto indiano, descendiente directo de Eugenio Vivas Alarcón, uno de los primeros pardos que se asentaría en el Río Bobo a principios del siglo XVIII. Siempre vi en el rostro de Melquiades el rostro de un Piache, quizá descendiente de esos aborigenes babuquenos que surcaban aquellas tierras de los tiempos primordiales.Casi todos estos personajes de lo risible y el espectáculo están en un contexto del licor y el baile, personajes que se prestan a cualquier morisqueta para ganarse un aplauso, unas monedas y un trago de aguardiente (¡Bueno ellos reciben lo que le den, desde Guarapo al más exquisito Coñac). Así como "Cien Años de Soledad" tuvo su Melquiades, nuestro pueblo también, pero el nuestro no era alquimista ni gitano, el Melquiades "Ojitos verdes" era un hombre de un sabroso hablar popular, a todo le daba música a lo ranchero mexicano, todo para él era una serenata, un baile, siempre enmarcado en el respeto. Melquiades tenía un brazo herido por algún golpe del pasado que le había hecho una especie de masa circular en el brazo, algo así como el Popeye de las comiquitas, el siempre decía: "-Mire mijito, mireme el brazito, deme algo para comprar comida que yo no puedo trabajar". La gente le decía que si les bailaba y cantaba una ranchera lo brindarían aquella noche de parranda, y así fue mientras vivió un enamorado de las fiestas del poblado, su madre Doña Sotera Vivas a veces bajaba al pueblo a buscarlo pues duraba de tres a cuatro días dándole parejo y dormía donde Dios le proveyera techo.


Melquiades Vivas u "Ojitos Verdes" era oriundo de la aldea Los Paujiles

Otro personaje que nos enamoró en la época de los ochenta y noventa fue "Irma Polla", una amante de los velorios y los novenarios. Nunca jamás he vuelto a escuchar oraciones tan largas y hermosas como las que recitaba Irma. Ella al igual que Melquiades era una amante del chimu y del aguardiente. Nunca, al igual que Melquiades, ofendió a nadie. Era costumbre de ella llegar a los velorios y estar acompañando al difunto para que no se quedara soló. A pesar de su grotesco aspecto irradiaba una espiritualidad única, ya que era una voz cíclica de oraciones, de una memoria virtuosa como pocas, siempre la recuerdo con sus dos mechas y oliendo a humo. Siempre me decía: "- José Antonio mi abuela fue una india por eso a mi no me salen canas", con el tiempo hasta aprendí que a los aborígenes también los atrapa las nieves del tiempo.La voz de Irma era una voz ronca y chillona, de esas que se le meten a uno por los oídos y son difíciles de sacar. Cuanta falta le hace hoy día a los velorios las letanías de "Irma Polla".
   

Irma Polla

Otra que jugo al jolgorio, fue Yolanda, una mujer agradable en el habla hasta que se "tomaba unos michitos", allí era cuando Yolanda se transformaba como decían los viejos en la "Reina de la Parranda", y si había miche y música allí la tenían hasta que el cuerpo aguante.



Yolanda, la Reina de la parranda

Y si un rostro nunca estaba limpió, ese era el de "Reinaldo Flores" o "Reinaldo Huecas". Caracteristico en él su casco y sus botas, lo que se conocía a metros por su edor. Por ello quizá la gente le daba miche, se reía de él, pero casí siempre uno lo veía hablando sólo, como los locos decían en mi tiempo. Siempre tenía la boca llena de chimu y varias personas decían que él hablaba sólo porque los espíritus errantes lo buscaban, cosa que nos causo mucha curiosidad al visitar la casa de este personaje y ver que la misma esta cubierta de muchas contras y cruces. A todos les dice que en la noche a su casa llegan brujas y demonios, por eso siempre anda cruzado y con un collar de ajos.


Reinaldo Flores o "Reinaldo Huecas"


Capilla de la Casa de Reinaldo Flores 


Casa de Reinaldo Flores caracterizada por estar rodeada de cruces


Figuras amorfas y cruces en las paredes de la casa de Reinaldo Flores


Entre contras y propaganda política se ven las cruces de Reinaldo Flores

Por su parte, al pueblo siempre lo circundo un hombre de lentes oscuros, de día o de noche los cargaba, unos dicen que por problemas de visión, otros que era una de las tantas rarezas de los personajes típicos de nuestro pueblo. Este hombre se llamaba Abraham Cachirulo y siempre lo acompañaba una yegua a la que había bautizado "Estrellita". No ver a Abraham Cachirulo sin su yegua no era ver al personaje, dicen que cuando murió el animal el cayó en una depresión tan fuerte que murió de tristeza.


Abraham Cachirulo

Y aquellos que se les ocurría gritarle: " - Meeeeeeeeeeeee ..." 
Si Marina, la hija de Yubijilda, la señorita Marina. Todos la molestaban por su fealdad y le decían "Marina Mee". y todos a correr porque piedra que viera, piedra que volaba por los aires y no importara quien pasara si se atrevían a gritarle su sobrenombre. Siempre cargaba una bolsa plastica llena de más bolsas para pedir mercado. A pesar de su mal genio, lo característico de Marina Me era que siempre parecía que estubiera sonriente con su gran dentadura.


Marina Me

RAMÓN J. VELÁSQUEZ, EL PADRE DE LA HISTORIA TACHIRENSE

José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira


Conocer a Ramón J. Velásquez, el creador de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirense me parecía meta imposible. Por intermedio del amigo Idelfonso Méndez me atreví a escribirle un E-mail. Fue así como el 30 de abril del 2009 tenía en mi correo electrónico lo siguiente: “Mi estimado amigo, con verdadero placer le respondo a su mensaje de fecha 16 de abril. Pues trae un conjunto de valores tan fundamentales como el desarrollo de las regiones y la importancia de esa aparentemente pequeña historia local cuya suma de valores la vemos representada en lo que se llama historia nacional. Me agradaría mucho que el próximo mes de junio, cuando venga a Caracas visite esta su casa. Me será muy grato leer sus trabajos y conversar con usted, esos valores que allí destaca. En cuanto a San José de Bolívar, esa ciudad entre neblinas tengo un recuerdo imperecedero, pues uno de sus institutos lleva el nombre de mi madre, la gran educadora tachirense, doña Regina Mujica de Velásquez. Ramón J. Velásquez”. Así nació la amistad con el padre de la historia tachirense. El 15 de junio del 2009 me encontraba en Caracas, frente a la Quinta “Regina” del Dr. Velásquez. Fue un encuentro de dos andinos, con dos visiones de mundo separadas por la distancia de la edad, pero unidas por la visión que ambos teníamos de la historia. Fue un encuentro cálido, de dos amigos que no se habían visto, pero que era una amistad nacida entre el escritor y el joven lector. Fue un encuentro muy familiar frente a un café, compartiendo un diálogo que para mí permanecerá intacto como uno de mis mejores recuerdos. Ese día tuve mi primer encuentro con el Dr. Velásquez, él empezó a hablar de historia mientras la combinaba con segmentos de su vida, pues él era personaje y testigo de tantos hechos, él era el venezolano que había presenciado todo el proceso político venezolano del siglo XX, había recuperado la memoria histórica del siglo XIX, y veía desde el lejos el inicio del siglo XXI. Lo primero que me habló fue de la imagen de su madre, doña Regina Mujica, el empeño de ésta por hacer una pedagogía del Táchira mejor, de su propuesta educativa del bachillerato femenino y la escuela de comercio, artes y oficios para las señoritas tachirenses. Explicó que Doña Regina fundó una revista llamada “Alba”, donde exponía sus ideas, el amanecer en ideas de la mujer. Luego recordó que había sido director de “El Nacional” en dos ocasiones. Pero dejó ese tema de un lado para volver a los recuerdos suyos en el Táchira, cuando era estudiante en el Liceo “Simón Bolívar”, y de su viaje a Caracas que duró cinco días, y tuvo que hacer hospedaje en Tovar, Bocono. El tercer día al llegar a Barquisimeto, un jefe civil que era de Capacho, le hizo abrir el baúl para ver que llevaba, sorpresa para el hombre, de nombre Ramiro Castro, que la maleta del Dr. Velásquez estaba llenas de libros, y éste le dijo: - Para que lleva eso mijo. - Son libros - respondió Velásquez. - Y si le va a caber todo eso en la cabeza, mire mijo, le voy a dar un consejo, en Caracas no quieren a mucho a los tachirenses, ande con malicia - expresó Castro. Aquella noche no lo dejaron pasar a Maracay, pues la orden era que después de las cinco ningún carro podía pasar, pues en aquel estado vivía Juan Vicente Gómez.


Ramón J. Velásquez en sus días en la San Cristóbal de los años 30

El Doctor interrumpe la conversación para pedirle a su secretaria Betulia un café, luego prosigue su relato, y cada vez que lo escuchaba recordaba Las confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, entre el escritor y el hombre que está enfrente mío no había diferencias, por eso señale que me parecía conocerlo de toda la vida, él se limitó a sonreír. Luego me comentó su primer encuentro con Gómez, su llegada fortuita a la historia de la mano del Dr. Diogenes Escalante, de Eustoquio Gómez y Juan Pablo Peñaloza. Así fue desgranando la historia, como había logrado escribir La caída del liberalismo amarillo, ese día quedo sellada nuestra amistad.


El pasado viernes 9 de septiembre del 2011 le hice una nueva visita (la quinta), en ella abordamos su infancia y adolescencia en la San Cristóbal gomecista y la personalidad de su padre Don Ramón Velásquez. La afición del padre hacia la lectura. El primer libro que tuvo Ramón J. en sus manos fue una edición española del Quijote. 
El Dr. Ramón J. Velásquez, el más grande de los tachirenses del siglo XX, nació el 28 de noviembre de 1916 en San Juan de Colon, sus padres Ramón Velásquez Ordóñez y Regina Mujica Acevedo. Sus estudios de primaria los hizo en la Escuela Anexa al Liceo “Simón Bolívar”. Inicio su bachillerato en el Liceo Simón Bolívar para concluirlo en el Liceo “Andrés Bello” de Caracas. Sus padres se conocieron en el gremio docente y debieron marchar a Colon para ejercer su pedagogía. Al tener 3 años la familia Velásquez Mujica se traslada a San Cristóbal. La madre, Doña Regina además de sus querencias maternales empezó a preparar a su hijo en las primeras letras y en ese afán de buscar el conocimiento. A los 8 años ya el Dr. Velásquez leía corrido, motivado por su padre, quien le hacía leer los clásicos de la literatura mientras el padre fingía cansancio, fue así como la lectura se internalizo en aquel niño y nunca más abandono ese afán del saber. Leía de todo y tan adelantado era que ya a los 10 años se desempeñaba en corrector de escritos de artículos de prensa relacionados con el trabajo del padre. Don Ramón Velásquez no sólo le había dado el nombre, sino un oficio silencioso que le serviría en el futuro para crear dos de sus grandes obras: La caída del liberalismo amarillo y Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, pues por otro lado Ramón J. había aprendido a escuchar, virtud que muy pocos poseen y gracias a su virtuosa memoria, que aún a sus 96 años posee, fue descifrando la historia de este país llamado Venezuela. Y tenía que corresponder este arduo trabajo a él, protagonista y a la vez narrador de la historia política de los venezolanos. 


Ramón J. Velásquez en sus días universitarios

Con motivo de acercarse su cumpleaños y la Peña Literaria “Manuel Felipe Rugeles”, le llame de nuevo para comentarle dicho acontecimiento y el Dr. Velásquez me envió una nueva carta, que quiero compartir con todo el Táchira: Mi apreciado amigo: Me ha dado usted una extraordinaria noticia, algo así como el repicar de campanas, para recordar la fecha en que ha nacido un buen amigo de ustedes, un tachirense que vive en lejanas tierras venezolanas, pero cuyo recuerdo de su más remota infancia y de sus días estudiantiles tuvieron como raíz y escenario esa tierra venezolana tan maravillosa que es el Táchira con sus paisajes que van del blanco de la neblina que cubre con su inmensa cobija, la inmensidad de sus páramos, a este otro mundo también tachirense de los valles alegres y de la tierra que nos conduce hacia los caminos de llanos infinitos y otra nos invita a navegar por el océano que nos brinda la perspectiva de sus mil paisajes, de sus mil canciones, de sus mil ambiciones que alborotan nuestro mundo. Que hermoso, que bello saber que en esa tierra de caudillos, de líderes y de hombres de acción creedora se han acordado de un amigo que vela por el nombre de la tierra tachirense y se han empeñado en mostrarla como es: maravillosa en sus paisajes, voluntariosa en la decisión de sus hombres, hermosa no solamente en el rostro y cuerpo de sus mujeres, sino también en su voluntad de crear y mantener un mundo de acción y belleza. Que mi nombre se una a la reunión de esa tarde con el del inmenso poeta Manuel Felipe Rugeles y al hablar de él con el que también en forma cada vez más pura y bella siguen en el ejercicio de su poesía y de sus escritores, uno de ellos admirables ensayistas y otros, gente de la novela y del cuento para mirar luego a su lado a la obra que sus pintores y todos los artistas del pincel y del buril han hecho obra admirable que quiero recordar en este instante. Es admirable la obra que vienen realizando los jóvenes historiadores que han dedicado su tiempo y su estudio al relatar la excepcional crónica maravillosa de la tierra americana que descubriera Juan Maldonado de Ordoñez y Villaquerán con un grupo inolvidable fundó las bases de esta admirable ciudad en que hoy hablamos, debemos recordar asi mismo a los cronistas, como Ángel María Arellano, Augusto Murillo Chacón, también el insigne Tulio Chiossone y el doctor Villamizar Molina y Ramón Vicente Casanova. Cronistas de un valor excepcional como testimonios idos, como también la historia, que abarca nuestro siglo, sobre la cocina tachirense, escrita y ahora realizada y aumentada por su autora la escritora, poeta y animadora cultural que es Leonor Peña. Como también quiero nombrarles porque se merece el recuerdo permanente de la región a quienes como Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz recogieron en tarea inolvidable el testimonio del arte popular tachirense y la obra no menos digna del elogio y el respeto que realizó el doctor Luís Hernández Contreras, con el diccionario de los músicos tachirenses, otro signo de la vocación artística, y del alto grado cultural que vive en la gente tachirense. Como recuerdo de esta tarde, tan generosa, tan inesperada quisiera humildemente pedirles un acuerdo: el doctor Luis Hernández Contreras recogió la obra poética, de adolescencia de Manuel Felipe Rugeles, publicado en periódicos en San Cristóbal. Que la constancia de Hernández Contreras merece apoyo y les pido reunirla en un volumen. Que esa maravillosa obra poética de Rugeles no se pierda y quede impresa, pueden ustedes hacerlo como recuerdo de esta tarde. Allí con ustedes están compartiendo todas las inquietudes de tachirenses y de venezolanos mi amigo Ildefonso Méndez Salcedo, y lo señalo porque él puede hacerlo. Los saluda, agradecido y emocionado. Ramón J. Velásquez.


Ramón Velásquez padre


Regina Mujica de Velásquez

Después de escuchar al Dr. Velásquez mientras realizaba un viaje a su infancia, se introduce en sus años mozos, de fiestas familiares y de primeros amores. Sus viajes al mercado de Táriba y a la población de La Grita (vuelve a probar el café que le trajo su secretaria; Betulia alviarez). Sus padres, Don Ramón y Doña Regina son visionarios, le deben dar lo mejor a su único hijo. Es así como surge el primer viaje de la San Cristóbal de antaño hacia la capital. El viaje duro cinco días. Antes de llegar a Caracas él escucha como los que le acompañan empiezan a aplaudir: -Y eso - pregunta a su amigo Leonardo Ruíz Pineda y éste le contesta: - El mar con el que soñamos y del que tantas veces hablamos. Más adelante vuelve a escuchar aplausos, el chofer explica que ahora el camino será más agradable pues han llegado a la civilización (el símbolo de lo moderno era el cemento), dejando atrás la carretera de tierra. Ahora si se pueden quitar el paño de la cara, ya no hay más polvo en el camino, pero la tierra se le ha quedado adherida al cuerpo de Ramón J. Velásquez, como recordándole de donde viene y que de allí no se debe olvidar. Es el año 1935, ese primer día en Caracas es extraño, debió tomar un baño muy largo, para quitarse la tierra, en una pensión que quedaba a dos cuadras de Miraflores. El Doctor cierra sus ojos, suspira, los recuerdos lo envuelven, por sus poros transmite años y años de historia y este joven lector, mientras, guarda silencio. 
El día que conoció a Gómez, Ramón J. iba por la mitad de una calle, pues en Los Andes eso era costumbre de antaño, en todo pueblo andino se anda por el medio de la calle (hoy en pleno siglo XX yo lo hago en mi amado pueblo San José de Bolívar). Sí, aquel día que se pierde en el tiempo el joven Ramón J. iba lo más de distraído, con un sombrero grande que le cubría el rostro del sol, cuando escucho voces, al alzar el rostro, frente a él había un soldado de “La Sagrada”, miles pensamientos pasaron por la cabeza de Ramoncito. El soldado le volvió a llamar, que anduviese por la acera y diera paso. Al voltearse vio un carro negro, largo, un Lincoln, recuerda bien y en él, en la parte de atrás observó a un hombre muy blanco, como el mármol, petrificado, no lo podía creer era el general Juan Vicente Gómez. Pues era costumbre del General los domingos ir al Hipódromo. Detrás del auto, venían como treinta carros más, no de soldados - expresa Velásquez - sino de adulantes para saludar al Benemérito. La segunda vez que vio al general Gómez este iba de regreso a Maracay, el carro en esta ocasión era distinto, cerrado. Finaliza esta historia el Dr. Velásquez con una frase estremecedora: “Con la muerte de Gómez termina un capítulo de mi vida”. El Dr. Velásquez vuelve a guardar silencio, me mira. Yo le expreso una idea de López Contreras. El Dr. Velásquez dice: - El era de Queniquea, lo conocí después que fue presidente y desde ese día fuimos grandes amigos. 


El Dr. Ramón J. Velásquez testigo viviente de la historia política de Venezuela en la transición 
del poder político de Juan Vicente Gómez al otrora tachirense Eleazar López Contreras


Jovito Villalba, Rómulo Gallegos, Raúl Leoni y Ramón J. Velásquez 
junto a Eleazar López Contreras


Estampa del Benemerito Juan Vicente Gómez

Después de la muerte del Benemerito vinieron muchos cambios, el más claro fue el ruido, pues antes imperaba el silencio. Culmina su bachillerato en el Liceo Andrés Bello, y desde un principio tuvo una conexión con su tierra, le agradaba el cerro El Ávila pero nunca pudo olvidar las montañas tachirenses, el café, el bambuco y el arte de leer, como “leen los gochos, con pasión, con compromiso, con ética y en silencio”. En 1938 ingresa a la Universidad Central de Venezuela, allí se propone a la organización de la Federación Venezolana de Estudiantes en el occidente del país y su amada San Cristóbal fue la sede del congreso estudiantil con representantes de Zulia, los Andes y los Llanos. En ese encuentro hará amistad con Alirio Ugarte, Alberto Carnevalli, Rigoberto Henrique Vera, Roberto Gabaldón y Miguel María Márquez. Allí trabó amistad con dos líderes estudiantiles de Colombia; Indalecio Liévano y Benjamin Ochoa. Allí sé que Indalecio Liévano casó con la hija de Diógenes Escalante.


Diógenes Escalante (Centro) se codea con el poder de los E.E.U.U.


Dr. Diógenes Escalante era oriundo de Queniquea


Dr. Diógenes Escalante en New York


Diógenes Escalante, pudo cambiar la historia de este país - asegura el Dr. Velásquez

Le hablo de Diógenes Escalante, y el privilegio es grande, el Dr. Velásquez en la intimidad de ese encuentro me relata lo que han dicho tantos libros y por último ha rescatado el amigo escritor Francisco Suniaga. Expresa como fue testigo de la locura del hombre que tuvo más chance en Venezuela en el siglo XX de ser presidente, estuvo a un centímetro - remarca. Ahora yo soy testigo y escucho a un protagonista de un momento clave en la historia política de Venezuela del siglo XX, el Dr. Velásquez me narra con su voz lo acontecido aquel día. Él llegó bien temprano como siempre, le extraño que Escalante no estuviese en el despacho, en eso llama el presidente Medina para que le pasen a Escalante, él va a buscar al Dr. Escalante, le dice que tiene una llamada del presidente Medina y él expresa: “Dígale que no puedo ir porque me robaron las camisas”. Él va y observa que todas sus camisas están allí, pero Escalante dice que esas camisas no son las de él, sino que su cuñado se las había robado. Él informa que le digan al presidente Medina que el Dr. Escalante dice que no puede ir porque le robaron sus camisas. Y el presidente Medina pasa ahora al teléfono al explicarle lo que pasa: “Es el presidente Medina, ¿Puede usted decirme que pasa allí? Y él vuelve a repetir “el Dr. Escalante dice que no puede ir a reunirse con usted porque le robaron las camisas”. El presidente Medina expresa: - ¿Y usted que dice? Y Velásquez como el que ha repetido esta historia tantas veces vuelve a decir: “Yo digo que el Doctor Escalante dice que no puede ir porque le robaron las camisas”. La historia se hace amena. Pero es un espacio de nunca acabar, el Doctor Velásquez va y regresa desde su memoria infinita. Aquel encuentro vuelve a tomar aire, y conversamos de Páez y el uso de sus botas inglesas; de Juan Pablo Peñaloza que no doblegó nunca a sus ideas; de Luis López Méndez y como apretó para que se diera a conocer en el Táchira; de Eustoquio y como este personaje le dio sentido de ciudad a San Cristóbal; de Emilio Constantino Guerrero y sus libros.


Ramón J. Velásquez, el escritor


Dr. Ramón J. Velásquez como Director de El Nacional

El Dr. Ramón J. Velásquez se hace abogado y Doctor en Ciencias políticas en 1942. Luego vendría su encuentro fortuito e histórico con Diógenes Escalante, que lo proyecta al país no sólo como el futuro historiador, sino como el Editor clave del Diario El Nacional años después. En esta entrevista me expresa que en Venezuela cualquiera puede ser político, casi todo el mundo tarde que temprano llega allí, pues no hay otra manera de ser. Y estas confidencias reales son sólo una parte de este interesante tachirense.
El oyente, ese soy yo. Un aprendiz ante un gran Maestro. “La ignorancia es la negación de la luz”, estas palabras parecen ser la sentencia que trasmiten los ojos del Dr. Velásquez a través de sus anteojos. Por ello un neófito de la historia no puede ir ante él sin tener lecturas previas. Su dialogo es cíclico, va y regresa para explicar la Venezuela del siglo XX. El Dr. Velásquez me pregunta si los Pulido de San José de Bolívar son los mismos Pulido de Rubio, yo le contesto que no, que en mis investigaciones genealógicas me han llevado a la historia de este apellido a La grita de 1750 con el matrimonio de Miguel Pulido y María de Contreras. Ramón J. Velásquez se permite estos intermedios para conocer a quien le visita, ya me señala en cada visita y me recibe con la palabra: - ¡Amigo, carambaaaa! Estas palabras abren un nuevo encuentro con este sabio tachirense.
Después de 1943, al hacerse Doctor en Ciencias Políticas y sociales de la UCV con la tesis “La Responsabilidad Ministerial” comienza una nueva etapa de su vida. En estos tiempos ejercía como reportero de Últimas Noticias y colaborador de El Nacional y El País. Le toca vivir de cerca los gobiernos de López Contreras, Medina Angarita y Rómulo Gallegos. Ya en su época universitaria se había acercado al panorama político, a los presidentes de este lapso por su condición andina y a los nuevos líderes juveniles desde la fundación de ORVE donde conocería a Betancourt. En la Federación de Estudiantes había compartido con Jóvito Villalba.


El Dr. Ramón J. Velásquez con el presidente Rómulo Gallegos


El Dr. Ramón J. Velásquez como Secretario del Gobierno de Rómulo Betancourt

En 1948, un terremoto político sucumbe al país, en noviembre es derrocado el presidente y novelista Rómulo Gallegos por los Tenientes Coroneles Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez. Esto lleva a una determinación al Dr. Velásquez, un demócrata a carta cabal, no acepta el gobierno militar de facto y pasa a ser oposición. Usando su pluma creadora empieza a manifestar su posición política a través del periodismo por lo que fue apresado por primera vez en su vida (1949) y es enviado como recluso a la Cárcel Modelo de Caracas en cuyas rejas permanece hasta el año 1950. Su posición política de país se recrudece ante el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud y el ascenso al poder del dictador, paisano suyo: Marcos Evangelista Pérez Jiménez. 
Con un trabajo arduo y amor patrio comienza una lucha clandestina difundiendo numerosos volantes anónimos en contra del régimen, junto a amigos como José Agustín Catala y Simón Alberto Consalvi. Unido a esto publica bajo seudónimos artículos con doble sentido en las revistas Signo y Élite. Son los días de la publicación en la clandestinidad del El Libro Negro, Venezuela bajo el signo del terror.
Y ese terror no estaba lejos, a los días la Seguridad Nacional asesinó a su amigo y compañero Leonardo Ruíz Pineda, ese andino con el que había visto por primera vez el mar que se escondía tras las montañas tachirenses. Luego le tocara ser prisionero del régimen por segunda vez, es apresado por los esbirros de Pedro Estrada, y es llevado de nuevo a la Cárcel Modelo donde pernotara entre 1953 a 1954. Pero sus adversidades y entuertos no paran allí, por sus escritos en la revista Élite es encarcelado por tercera vez y confinado a una cárcel en Ciudad Bolívar purgando condena hasta el 24 de enero de 1958, por lo que podrá apreciar de cerca y capturar como una cámara fotográfica los acontecimientos que derivaran del hecho histórico acaecido después del 23 de enero de 1958. Esto da paso a que el Dr. Velásquez describa su participación en los inicios de lo que hoy se llama “cuarta república”, empieza a organizarse junto a sus amigos y compañeros de partido Acción Democrática, a la par que sigue sus publicaciones periódicas y sus estudios continuos en favor de la historia de Venezuela y de su patria chica, el Táchira.


El presidente Raúl Leoni y Ramón J. Velásquez

En 1959 Rómulo Betancourt llega a la presidencia del país y el Dr. Ramón J. Velásquez fue electo para ser senador por Táchira y diputado por el estado Miranda. Pero, dado su vasto conocimiento en las cercanías del mundo de la escritura, el presidente Betancourt lo llama para ejercer el cargo de Secretario General de la presidencia. Allí inicia un trabajo de rescate, conservación y difusión de la memoria histórica, al reorganizar el Archivo Histórico de Miraflores. En esos mismos días un par de notables tachirenses se dirigen a conversar con el Dr. Velásquez, entre ellos: Marcos Figueroa y Anselmo Amado. De esta reunión nació el mejor proyecto editorial que ha nacido en nuestro estado; la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. En los tiempos como Secretario de Betancourt también publicó una colección llamada: Venezuela Peregrina con las siguientes obras: Memorias de Mano Lobo de Domingo Castillo; Diario de mi prisión en San Carlos de Antonio Paredes, entre otros.
Terminado el periodo presidencial de Betancourt, el Dr. Ramón J. Velásquez no se desliga del nuevo mandatario Raúl Leoni, con quien comparte amistad y le ayuda en diversos cargos durante su gestión, entre ellas, formar parte de la Comisión Redactora del Proyecto de la Corporación para el Desarrollo Económico de los Andes (Corpoandes) y luego ejercería entre 1968 y 1969 la presidencia de la asociación Pro-Venezuela.
El Dr. Velásquez levanta su bastón, le dice algo a Betulia, ella va al despacho y regresa con un libro en sus manos, son Las confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, es un regalo para mí con su autógrafo y una dedicatoria que dice: “Para el joven historiador José Antonio Pulido Zambrano a quien merece felicitaciones por su brillante labor, su amigo Ramón J. Velásquez”. El Doctor hace una pausa a nuestra conversación, luego nos dirigimos a degustar un exquisito almuerzo.


Betulia Alviarez y el Doctor Velásquez

El Dr. Velásquez vuelve a sentarse en su sillón ayudado por su bastón, dispuesto a terminar su historia de nunca acabar. Se arregla sus anteojos, por su mirada se ve la serenidad y la calma de un hombre que sabe que lo ha dado todo por su patria grande y su patria chica, sus dos amores: Venezuela y el Táchira. 
En las elecciones de 1969 resulta electo presidente el Dr. Rafael Caldera y el Dr. Ramón J. Velásquez es designado Ministro de Comunicaciones y participa de las conversaciones sobre el tema guerrillero y la pacificación de los movimientos armados, ocupa este cargo desde 1969 hasta 1971. A la par de la política empieza a abonar una de sus grandes pasiones: la escritura en el campo histórico, oficio nacido en la biblioteca de su padre Don Ramón Velásquez. Por ello en 1972, la Contraloría General de la República publica el libro “La caída del Liberalismo Amarillo”, un texto que había empezado a divulgar por entregas en la revista Élite. Siete años después publicara una de sus grandes obras, en 1979 sale a la luz “Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez”, también esta obra nació por una serie de notas periodísticas en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias.


Dr. Ramón J. Velásquez y el Dr. Rafael Caldera

El 29 de septiembre de 1979, el Dr. Velásquez visitaría a mi pueblo San José de Bolívar, por invitación de Ramón Elvidio Pérez para apadrinar la IV Promoción de Bachilleres en Ciencias. Allí trabara amistad con el sacerdote Juan Francisco Santos y conocerá la revista ENSAYO que era publicada por el cura y varios de sus ahijados. También visitaba al poblado para conocer la escuela, pues esta institución llevaba el nombre de su madre; Regina de Velásquez.


Cledy Guerrero, Ramón J. Velásquez, Ramón Elvidio Pérez, Teodulo Zambrano 
y el Presbitero Juan Francisco Santos en San José de Bolívar 

Entre 1974 y 1979, en el gobierno de Carlos Andrés Pérez el Dr. Ramón J. Velásquez será Senador por nuestro estado Táchira. Son los tiempos en que preside la Comisión de Política Exterior y Vicepresidente de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores.
En el gobierno de Luis Herrera Campins continua como Senador Tachirense, trabajo legislativo que comparte a la par de la docencia universitaria y el periodismo activo. Sigue trabajando por el rescate de la memoria histórica de la nación y dirigiendo los trabajos de microhistoria a través de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. Este es un periodo de recuerdos tristes para el Dr. Velásquez, no sólo llega con amargura lo que se ha llamado “viernes negro”, sino empieza a ver que la democracia por la que tanto ha luchado se empieza a levantar sobre bases de barro. 
En estos avatares, con la confianza de que el pueblo venezolano siempre logra recuperarse ve con optimismo el futuro, además el pueblo está de fiesta, por lo que integra la Comisión para la Conmemoración del Bicentenario del Nacimiento del Libertador.
En el gobierno de Jaime Lusinchi, el Dr. Velásquez crea la Comisión para la Reforma del Estado (COPRE), una propuesta de país que realiza el Dr. Velásquez para lograr salir de la crisis donde el país parece haberse estancado. Este comité recogió a grandes personalidades de la patria desde intelectuales, docentes, políticos, la iglesia, entre otros. El COPRE comenzó a publicar una serie de obras que empieza a proponer modificaciones para modernizar y democratizar el estado venezolano de la desconcentración y la descentralización. En 1989 es designado como comisionado presidencial para Asuntos Fronterizos. Lo que sigue a continuación es más reciente, dice el Dr. Velásquez (vuelve a pedir otro café a Betulia). Sonríe el Dr. y me dice que ese periodo de los noventa y los principios del siglo XXI no debe ser tan ajeno a mí. Y en parte es cierto, le comento que aun cuando estaba lejos pude seguir a través de la televisión la caída de Pérez y la elección sabia de llevarlo a él a la presidencia de Venezuela. El Dr. Velásquez me compromete a que seguiré estudiando la historia para contarle a las generaciones futuras la historia reciente de Venezuela.


El Doctor Velásquez ante la prensa


El Doctor Velásquez conversando y aclarando dudas de la historia


El Doctor Velásquez en un acto oficial


El Doctor Velásquez asume la presidencia del país


El Doctor Velásquez como Presidente de nuestro país


Regina, Dr. Ramón J., Doña Ligia Betancourt, Gustavo, Ramón Ignacio y José Rafael 


El Dr. Velásquez con su esposa Doña Ligia de Betancourt y algunos amigos, 
entre ellos el Ex - presidente Luis Herrera Campins.


La prensa anuncia la muerte de Doña Ligia.


Dos grandes de la historia, Manuel Caballero y el Doctor Velásquez


En dialogo ameno con Miguel Otero Silva






El Dr. Ramón J. Velásquez y el historiador José Antonio Pulido Zambrano