martes, 6 de febrero de 2018

LUISA ELENA CONTRERAS MATTERA APRENDIÓ A VOLAR

Por: José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira

"A la abuela Ana Francisconi por compartir conmigo
los recuerdos de su niñez".-

Queniquea en la década de los años veinte del siglo XX.-

Hoy voy a compartir con ustedes la historia de una niña de Queniquea cuya ilusión fue aprender a volar y cumplió sus sueños al hacerse la primera mujer piloto acrobática de Venezuela. Esta historia la escuche por primera vez en los relatos de la abuela Ana Francisconi, oriunda del poblado de Queniquea.
A Queniquea a finales del siglo XIX habían llegado varias familias de ascendencia italiana: Francisconi, Benedetti, Mattera. Estas familias trajeron con ellos nuevas formas de ver el mundo, habían llegado al poblado por el comercio del café que se daba en la zona. Los Francisconi se asentaron en el pueblo cercano del Ríobobo (Hoy San José de Bolívar).

Familia Contreras Mattera.-

El 02 de diciembre de 1922 nacía en el poblado de Queniquea una hermosa niña al cual el padre José Ignacio Moncada bautizaría con el nombre de Luisa Elena, hija de José Custodio Contreras y Rosa Mattera (una italiana nacida a finales del siglo XIX en Nápoles), de este matrimonio recuerda la abuela Ana serían también hijos: Domingo, Elías, Miguel, Olga, María Auxiliadora y Mercedes.
Estudio en la Escuela de la maestra María Arias. "Era una mujer muy hermosa" - recuerda la abuela Ana. Los Contreras Mattera tenían una casa cerca de la Casona del Correo Publico.

Escuela de niñas de Queniquea con la maestra María Arias.-

De niña como ocurre con todos tenía sus sueños y uno de ellos era volar, quizá su madre Rosita - como le decían - le habría hablado de los inventos de Leonardo Davinci y esa sangre italiana por surcar los cielos era mítica.

Ana Francisconi Ramírez.-

Jamás pensó Ana que una de sus amigas de la infancia lograría alcanzar su sueño. Lo cierto es que un día Don Custodio tomó la decisión de emigrar a Caracas, Venezuela en 1936 habría nuevas perspectivas con un queniqueo en la silla presidencial.
No tiene claro la abuela Ana cuando partieron los Contreras Mattera, quizá se dio cuenta de ello cuando la Casona de Doña rosita empezó a ser devorada por el monte y la soledad.

Luisa Elena Contreras Mattera.-

En la capital siguió sus estudios y en 1937 motivada por su hermano Elías Contreras Mattera, quien era piloto de la aviación militar y pionero de la aviación en Venezuela e instructor de vuelo ingresa Luisa Elena a la Escuela Miguel Rodríguez. 

Elías Contreras Mattera.-
  
Luisa sufrirá un accidente en Palo Negro - Maracay, quedando en dicha tragedia al borde de la muerte, pasó tres días en coma y tres meses de recuperación en el hospital con una serie de politraumatismos y fracturas en todo el cuerpo. Después del accidente Luisa Elena regresa a la Escuela y se gradúa de Piloto Civil el 1 de julio de 1943. Hizo el solo de vuelo en cuatro horas. Tuvo como maestros a los militares de la aviación venezolana. Una triste noticia que la lleva a consolidar su meta es la muerte prematura de Elías en un accidente aéreo cuando apenas contaba con 21 años.

Luisa Elena Contreras Mattera en la escuela de aviación de Maracay.

Luisa Elena Contreras Mattera

Luisa Elena Contreras Mattera.-

Antes de Luisa Elena, ya se habían graduado dos venezolanas, pero se diferenciaba de luisa Elena, porque estas se habían graduado en el exterior; Marie Calcaño en Estados Unidos y luego en Ana Branger en Francia.

Ana Branger y Luisa Elena Contreras Mattera.-

Murió en Caracas el 27 de septiembre del 2006.-

lunes, 5 de febrero de 2018

DOÑA MARÍA MÉNDEZ, LA PARTERA DEL PUEBLO SAN JOSÉ DE BOLÍVAR

Por: José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira


"A mi hermano Pedro, con el amor de hermanos que nos caracteriza"..

Doña María Méndez, la partera del pueblo (Foto Archivo Fundación Pulido).-

Mi niñez, fue una niñez de fantasía comparada con estos tiempos de Facebook. Fue una niñez llena de sorpresas y de abundante asombro. Una niñez llena de personajes un tanto mágicos, uno de ellos que hoy viene a mi memoria es Doña María Méndez o sólo "Doña María, la partera del pueblo".
Hoy día el oficio de "partera" esta en desuso u olvidado - por decirlo de alguna manera -. 
En mi casa, fue mi hermano Pedro el que había venido al mundo de las manos de una "partera", era el único que había nacido en el calor del hogar, esa es la característica de los que vienen al mundo a través de las artes de una parturienta en tener como lugar de nacimiento a su hijo en la casa de habitación.

La última vez que vi a Doña María fue en el ocaso de su vida, cuando la vejez se torna en soledad y llena de sombras, cuando los cuerpos empiezan a desmoronarse como una vieja pared de barro antes las inclemencias de la naturaleza.
Aquella tarde entre a la habitación de Doña María, un cuarto entre penumbras y allí vi lo decrepito que es el tiempo con nosotros, con los cuerpos tocados por la muerte desde su mismo nacimiento. Fue una tarde triste como las palabras tristes de quien esta cansado de vivir.
Doña María me dijo que "eso de llegar a viejo, tirado en una cama, era muy bravo".
En la cama donde pasaba los últimos días de su vida, quizá era la misma cama donde había dormido - decía ella en su soliloquio -, "donde había dormido por más de medio siglo".
Una de sus hijas me trajo una aguamiel y le dijo: "- Mamá, el es José Antonio, él es el hijo de Pedro Pulido, viene para que le cuente de los tiempos cuando usted era partera".

A Doña María poco le gustaba hablar de su "don", de los tiempos que había sido "partera", cuando en el pueblo y las aldeas cercanas no tenía médico para atender a las embarazadas.
Doña María me dijo: "- José Antonio Pulido, el de Los Paujiles".
En ese momento como ocurre con los más ancianos me confundió con el abuelo y empezó a hablarme del pasado y preguntarme por gente que ya había muerto, ella trajo a colación cuando trabajo en la casa de Don Juan Pulido "haciendo comida para peones". Yo le dije que era el nieto de aquel otro José Antonio del que ella en ese momento hablaba. 

Dos nietos se han acercado a la abuela, son Ender y Richard, sentándose junto a la cama de Doña María. Allí por un instante compartimos - aparte del aguamiel -, el sublime silencio que se deja destilar ante la presencia de una persona con muchos años encima, un silencio extraño de una tarde cuando se empezaba a ir lo que quedaba de día.

Doña María Méndez, la partera del pueblo (Foto Archivo Fundación Pulido).-

De un momento a otro, Doña María recuerda que fueron muchos los años dedicados a ser "partera". Siempre que había una mujer parturienta la iban a buscar, la llamada podía venir de un caserío lejano, de la aldea continua o del mismo pueblo. La buscaban de mañana, tarde, noche o madrugada. "Una mujer parida - sentencia Doña María -, fuera primeriza o no, por lo común duraba de dos a tres horas según los dolores del parto".
Explica Doña María que ella mandaba a calentar dos ollas con agua en el fogón y muchos trapos blancos. Cuando llegaba al sitio donde estaba "la mujer con los dolores, se ponía primero a prepararle una infusión con manzanilla, dicho menjurge "apuraba el parto" y luego le daba una "soba en la barriga para colocar la criatura en el sitio", para que no hubiese problemas cuando la mujer se viniera y diera a luz.
La "partera", desde un punto de vista conceptual - podría ser -, fue una parte importante de la comunidad de San José de Bolívar de antaño, sus "saberes" de la medicina era "tradicional", muy diferente a los Expedientes Médicos hoy día en Clínicas y Hospitales.
La "partera" - en su oficio - era parte de una medicina ancestral y su conocimiento del parto era un producto de un saber tradicional donde conjugaba la oralidad, los aprendizajes empíricos nacidos de la práctica con las mujeres enfrentadas al "parto".
Doña María nunca cobraba por estos servicios a los que creía que era un regalo de Dios. Recibía algún obsequio si los que atendía insistía en ello.

Virgen del Carmen, patrona de las parteras.-

Doña María no tenía estudios en Ginecología, se había formado mirando a su señora madre atendiendo "también partos". El oficio de "partera" pasaba de madre a hija, es decir, era una transmisión de la experiencia y conocimientos de remedios caseros. Y la protección espiritual para llevar un buen parto estaba en rezarle a la Virgen del Carmen antes de prepararse para atender el "parto" haciéndose la señal de la cruz.-