martes, 30 de noviembre de 2010

El MUNDO RIOBOBERO DE SOFIA (PERSONAJES DE SAN JOSÉ DE BOLÍVAR)

José Antonio Pulido Zambrano


Doña Sofía, su hija Carmen y su hermana Ángela Contreras

Hoy me entere de la muerte de Doña Sofía, otra gran matrona de nuestro pueblo. Doña Sofía casó con Don Hilario Chacón, el hombre que por muchos años fue el encargado de tocar las campanas de la iglesia. 
Se muy poco de los orígenes de Doña Sofía. Investigaciones de Historia Local realizadas por Josefa Zambrano señalan que "los abuelos de Sofía provenían de Seboruco", ellos fueron "el señor Juan de La Cruz Contreras y su esposa Domotilia, esta familia llegó a Mesa Grande, luego compró en Los Paujiles". 
Uno de los hijos de Juan de La Cruz y Domotilia Don Manuel Contreras, quien "estando viviendo en la aldea de Los Paujiles conoció a la que iba a ser su esposa; Socorro La Cruz, al poco tiempo se casaron y de esa unión nacieron varios hijos: Eloy, Andrés, Escolástico, Ana, Sofía, Porfirio, Manuel y Ángela". Esta familia vivía de la agricultura y de lo que cosechaban era para el consumo particular de la aldea.


Momento en que Hilario Chacón enamora a Sofía Contreras

Por mi parte, recrearé el mundo de Sofía desde la memoria y desmemoria, la vi por primera vez un octubre del año 1981, cuando mi madre me llevó a la Escuela Básica "Regina de Velásquez". Ella estaba allí a la entrada con sus dos hijos menores: Oscar y Soledad. Luego ellos fueron mis compañeros de primeras letras al lado de Yoel Cardenas y Jaime Escalante. Mi madre leyendo mi curiosidad de niño me dijo que ella era Doña Sofía Contreras, la esposa de Don Hilario Chacón. Don Hilario era bedel de la escuela y en ese instante al fondo arreglando un cuadro de Régina de Velásquez. Al tiempo volví a saber de Sofía, una hija de ella, hermosa como la niebla andina era coronada Reina de unas ferias de ensueño en 1982. Esa Reina era Lilian Chacón, allí mi madre me expresó: - Esa es hermana de Soledad y Oscar.


SOFIA CONTRERAS


HILARIO CHACON

Por casualidad, en mi primer encuentro con la sabiduría, comprendí y aprendí que la "Filosofía" era "el amor a la sabiduría", y en esas conversaciones con mi madre encontré que el nombre Sofía quería decir SABIDURÍA. Desde ese día imaginé a los sabios e intelectuales con lentes como Sofía.
Los años me llevaron a mundos ignotos, y en esos avatares fui conociendo a otros hijos de Sofía e Hilario. A Noél Chacón lo distinguí de prefecto, bueno ese ha sido su mundo, el de "La Política", y allí asocie al hijo de Sofía al libro del sabio Aristóteles, el de la política, Noél cabía en los escritos de Aristóteles. Luego leí El Banquete de Platón y creí que en el caía el señor Ramón Chacón o "Cominos", gran amigo de mi padre, fabulador y amigo de la buena vida, y como Platón amante de un Arpa, en el casó de Platón de una Lira, y ambos entonaban su filosofía de vida en un canto, ese fue el segundo "libro-hijo" que conocí de Sofía. Aunque en "El Banquete" tambien se encontraba la personalidad de Luis Chacón, o "Luis Cochices" como lo apodaban sus amigos, hombre servicial, alegre, de buen humor y presto a ser oyente, este era el tercer "libro - hijo". 
La filosofía (del latín philosophĭa, y éste del griego antiguo φιλοσοφία, "amor por la sabiduría") es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia (esta la converse con Oscar "el cubo" de Sofía, un hijo muy inteligente y que tiene una mirada plural de la vida, un tanto utópica, era el cuarto "libro-hijo" de Sofía). El conocimiento, otro pilar de la filosofía la viví con Enrique Chacón, pues más que político, Enrique el primer Alcalde del pueblo, era un Cultor y de allí que su patrimonio cultural sea su museo de antiguedades. Por otro lado, la verdad, característica nata del filosofar la contemplé en Carmencita, mujer de temple riobobero, con una sonrisa eterna difícil de olvidar y la moral, esta quizá adscrita en Soledad Chacón la hija menor de Sofía ya que me expresó amistad y esperanza para decir sin creces lo que opina de la vida; por su parte el señor Miguel Chacón me demostró el don de la mente y el lenguaje, en esas conversaciones eternas que sostuvimos cuando él era autobusero de Expresos San José; y por último, Sofía tenía que saber que el ciclo de lo filosófico termina en la belleza y le dio a la generación de los ochenta a Lilian, que es belleza en cuerpo y alma. De allí que quizá Sócrates, de haber nacido en San José de Bolívar, no probaría la Cicuta si los dioses le dieran de nuevo el don de la vida, ya que nuestro pueblo es un lugar que sin ser griego sueña con ser griego, y es factible que un griego en este instante este soñando con ser riobobero.


SERENATA DE RAMÓN MARQUEZ A DOÑA SOFIA

domingo, 14 de noviembre de 2010

DOMINGO ROA PÉREZ, PRIMER SACERDOTE DE SAN JOSÉ DE BOLÍVAR

Por. Josefa Zambrano


Monseñor Domingo Roa Pérez

La Conferencia Episcopal Venezolana nos aporto algunos datos para la biografía del primer sacerdote de San José de Bolívar, agregando de nuestra parte los datos que se han logrado recabar de su estadía en el pueblo.Su nombre fue Domingo Maximiliano Roa Pérez, nació en la población de San Bartolomé del Cobre (Hoy El Cobre), municipio Vargas, del estado Táchira, el día 21 de Febrero de 1915. Hijo legítimo de Don Quiterio Roa y Doña Juana Pérez de Roa.Estudió su instrucción elemental en su pueblo natal y en Pamplona, ciudad de Colombia. Ingresa al Seminario el 1 de octubre de 1929 bajo la mano paternal de Mons. Tomas Sanmiguel, hasta el 13 de julio de 1934, en septiembre ingresa al Seminario Interdiocesano de Caracas donde realiza estudios de Filosofía y Teología, culminando sus estudios el 08 de octubre de 1938. El 28 de octubre del mismo año viaja a Roma para ingresar al Colegio Pío Latino Americano, inscribiéndose como alumno de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana, le acompañan los futuros Monseñores, Rojas Chaparro, Rincón Bonilla y Raúl Méndez Moncada, este ultimo regresa a los pocos días enfermo por el duro invierno Europeo, vale la pena mencionar que a los cuatro los llamaban (los 4 R del Táchira), sus estudios en Roma fueron cancelados por el Presidente de Venezuela Eleazar López Contreras, persuadido por el Capellán de Miraflores Mons. Moncada, tío de Raúl Méndez Moncada. Recibió la ordenación Sacerdotal el 12 de abril de 1941 de manos del Excelentísimo Mons. Luis Traglia, al día siguiente celebra su primera Misa. Después de su Ordenación permanece en Roma hasta el 22 de Julio de 1941, cuando regresa a la Patria, haciendo la revalidación de su titulo y recibiendo de la Universidad Central de Venezuela el titulo de Dr. En Teología.
Al llegar a San Cristóbal es recibido por el gran Obispo Mons. Rafael Arias Blanco, quien influye prontamente en el recién llegado Presbítero, por la majestuosidad de su persona y la capacidad de acción en su Ministerio, terminando la formación del Padre Roa.
Sus primeras responsabilidades Pastorales asignadas por Monseñor Arias Blanco, es ser Vicario Cooperador en la Parroquia San Juan Bautista de Colon y Profesor del Colegio Sucre en Colón, cargos desempeñados hasta el 23 de noviembre de 1943, cuando es designado Cura Párroco de la Parroquia San José de Bolívar, donde puso de relieve sus dotes de verdadero Ministro del Señor, pueblo con 60 años de fundado, pero carente de sacerdote y la población era atendida por el cura de Queniquea. En su estadía en el poblado tuvo como monaguillo al joven Acacio Belandria Pulido. Expresa Horacio Moreno (1982) en su Monografia a san José de Bolívar: "Desempeño esta parroquia envuelto en altura espiritual, grandeza de corazón y bondad infinita. Cumplió una misión sin paralelo en su augusto ministerio". Fue una alegría para el pueblo su designación como sacerdote, por lo que su llegada al poblado fue apoteosica, en una alegría espiritual nunca antes vista en el poblado.


Domingo Roa Pérez
 
A finales de 1944 el padre Domingo Roa Pérez es cambiado por el padre Agustino recoleto Fray Carmelo Lerga, otro hombre de gran espiritualidad y reflexión, este Carmelo Lerga sería gran amigo de Monseñor José Alí Lebrú, a tal punto que en sus Memorias, el día que la Beata María de san José debe dejar su cargo expresa lo siguiente sobre la Madre María de San José y su amistad con Lerga: "Su humildad resaltaba. Estuve presente cuando le correspondió entregar el gobierno de la congregación, después de 59 años. En mi condición de obispo de Maracay, presidí el Capítulo General de 1960. Yo participaba del interés de que su sucesión se hiciera estando viva la Madre María, para evitar posibles futuras dificultades. Sus hijas querían que ella continuara en el cargo de superiora general, pero ella misma les hizo ver la conveniencia de nombrarle una sucesora; y, al ser electa la Madre Águeda Lourdes Sánchez, la segunda superiora general, la primera en reconocerla fue la Madre María y pedirle públicamente perdón por las faltas que en su humildad creía haber cometido en el desempeño de sus funciones. Recuerdo que el reverendo Padre Carmelo Lerga, Agustino Recoleto que me acompañaba como delegado de su orden, dijo: 'Madre, no siga, porque aquí todos vamos a terminar llorando'. Desde que entregó el cargo de superiora general, la súbdita más dispuesta a cooperar y a guardar la obediencia fue la Madre María. Tengo para mí que conocí un alma verdaderamente santa. Muchas veces tengo que confesar que cuanto recuerdo de ella es edificante y ejemplar".
En 1946 atendiendo las labores de Capellán del Asilo de San Antonio, es nombrado Director del Diario Católico de San Cristóbal sustituyendo al Pbro. Dr. Carlos Sánchez Espejo, realizando una gran labor periodística. El 24 de junio 1947 siendo aun Director del Diario Católico es designado Párroco de Nuestra Señora de Coromoto donde permanece por cuatro años, construyendo 2 colegios, Pio XI (para niños) y Pio XII (para Niñas) y luego el Templo Parroquial.
El 30 de Marzo de 1951 es designado Vicario General de la Diócesis de San Cristóbal, labor que realiza el hasta el 3 de octubre cuando es electo por el Papa Pio XII, Obispo de Calabozo. Es consagrado por el Sr. Nuncio Mons. Rafael Forni, en la misma Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Coromoto. En 24 noviembre de 1957 a los 8 días es recibido en Calabozo. Tres años y tres meses trabajo Mons. Roa en Calabozo y en la Prelatura Apostólica de Apure. Como Obispo y maestro se preocupó en construir y equipar el seminario de la Diócesis, construye la casa hogar para niñas que funcionaba al lado de la Catedral y refacciona esta vieja casa y la deja lista para la fundación del colegio Coromoto.
El 16 de enero de 1961 fue electo como quinto obispo de la Diócesis de Maracaibo, de la que tomó posesión canónica el 11 de Marzo de 1961. Los primeros años del Obispo Roa, fueron de recorrer y conocer la Diócesis, las tierras de misión como el sur del lago y el futuro territorio de costa oriental del lago recibieron los desvelos pastorales del nuevo Obispo, la urgente necesidad del Clero, la promoción de las vocaciones, la convocatoria del Concilio Vaticano II, la construcción de Templos y sitios de Culto ocuparon los primeros años de actividad Pastoral de Mons. Roa.
El escudo heraldico que se le asigna lleva la siguiente descripción: De forma acampanada con una banda flotante en rojo, en la cual aparece la siguiente divisa: OPUS-FAC-EVANGELISTAE (Haz obra de Evangelista). Como timbre tiene un sombrero en sinople, guarnecido de cordones del mismo color, entrelazados en lo alto, pendientes a los dos lados, y con cuatro órdenes de borlas también sinoples (3 los Obispos y 4 los Arzobispos) puestas 1, 2, 3 y 4 descendentes. Bajo el sombrero y sobre el Escudo, Mitra, Cruz doble (por su condición de Arzobispo, tremolada y Báculo, colocados derecha, centro e izquierda respectivamente. El Báculo vuelto hacia fuera que denota que denota jurisdicción. El escudo dividido en dos campos. El campo diestro, en oro, hay tres rosas en rojo; en el siniestro en plata y verde, una palmera en sinople. SIMBOLOGÍA: El escudo del Excelentísimo Monseñor Domingo Roa Pérez, es un ideograma que tiene este significado: La divisa de la banda flotante OPUS-FAC-EVANGELISTAE, quiere ser un anuncio del programa episcopal del nuevo Prelado, que desea como instrumento en manos de Dios, que su pontificado sea la entrega total de sí mismo, a la Pastoral evangelizadora que la Divina Providencia la ha confiado y en ella habrá de consumirse y desgastarse la vida del Pastor. La Mitra es un distintivo de la autoridad del Obispo y del celo por la salvación de las almas. El Báculo, símbolo de Pastor en la obra evangelizadora. Las rosas del campo diestro, representan el Rosario, el amor a María, en cuya maternal guía quiere cobijarse el nuevo Pastor. La Palmera en el campo siniestro, simboliza la región llanera (Guárico) donde ejercerá su paternal autoridad pastoral como representante de Cristo en la tierra y fidelidad a la Sede Apostólica.


Por su preocupación Pastoral promovió, y organizó la nueva Diócesis de Cabimas, el 26 de julio de 1965, entregándole al nuevo Obispo Mons. Constantino Maradei Donato, un buen número de Sacerdotes y Parroquias organizadas. Lo que hace que la pujante región Oriental del Lago hoy sienta la presencia de la Iglesia como la primera promotora del desarrollo integral de esa importante región, en la celebración de sus 40 años de Diócesis.
Por la “Bula Regimene Suscepto” de S.S. Pablo VI, con fecha del 30 de abril de 1966 fue creada la Arquidiócesis de Maracaibo y fue designado como Primer Arzobispo.En Marzo de 1968 conservando el título y oficio de Arzobispo de Maracaibo, fue nombrado: Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Mérida, misión que cumplió hasta Octubre de 1969, cuando fue elegido el Arzobispo titular de aquella Arquidiócesis.Durante su Gobierno en Maracaibo dedico especial atención pastoral al Seminario, creación de nuevas Parroquias, los Medios de Comunicación Social y la Construcción de Iglesias y Colegios en las Barriadas de la Ciudad. Durante su gobierno se ordenaron 40 nuevos Sacerdotes los cuales prestan sus servicios a la Arquidiócesis y a diferentes comunidades religiosas. Se ordenaron 5 Obispos.En 1970 inauguró una nueva experiencia en la formación de jóvenes a nivel del Seminario Menor. En 1975 inició por primera vez en la Historia de la Diócesis el Seminario Mayor, con el Primer Año de Filosofía. Actualmente el Seminario cuenta con 40 seminaristas mayores y 16 Seminaristas menores.Los medios de Comunicación Social de la Arquidiócesis, como instrumento moderno de evangelización fueron sus grandes preocupaciones y de mayores sacrificios, la Arquidiócesis cuenta con un periódico, - Diario “La Columna” (actualmente cerrado) – y dos estaciones de Radio, “La Voz de la Fe” y “NC Stereo”, renovado a una potencia 100 KW de salida. En “La Voz de la Fe” se hizo escuchar todas las semanas en un programa de amplia sintonía “La Voz del Pastor”, donde el Obispo enseñaba e informaba al pueblo de su labor pastoral. En Niños Cantores Televisión transmitió todos los domingos el programa “Cátedra”.Desde su llegada su gran preocupación fue la presencia de la Iglesia en las Áreas Marginales tan extensas y abandonadas. Esta inquietud lo ha llevado a la construcción y asistencia directa de Colegios Religiosos dependientes de la Arquidiócesis bajo la dirección de Congregaciones Religiosas. En la actualidad esta experiencia consta con 21 colegios con una población estudiantil de 36.000 niños, más un Liceo (Mons. “Juan Hilario Bosset”) con una población estudiantil de 1.600 de Primer Año a Quinto Año.Como miembro del Colegio Episcopal participó en el Concilio Vaticano II en las sesiones correspondientes a los años 1962, 1964, 1965, como Ordinario de Maracaibo. Asistió a la 2da. Conferencia General del CELAM. En Medellín, en Agosto de 1968, por nominación expresa de la Santa Sede.Intervino en III Sínodo de Obispos, como miembro elegido por la Conferencia Episcopal Venezolana, en Septiembre de 1974. Asistió a la III Conferencia del CELAM en “Los Ángeles de Puebla” en Enero de 1979.Como miembro de la Conferencia Episcopal Nacional, participo y presidio diversas comisiones nacionales, entre otras, Catequesis, Apostolado Seglar, Medios de Comunicación Social, Seminarios.A su llegada a Maracaibo existían 31 Parroquias, para atender a 8 de los diez distritos que componían el Estado Zulia. Después de 32 años de trabajo la Arquidiócesis cuenta con 60 Parroquias, para servir al territorio de la Arquidiócesis.Muchos hombres y mujeres hablaron, hablan y hablaran de Mons. Domingo Roa Pérez, sin embargo quiero hacer referencia a la definición que hizo el Excelentísimo Mons. Mariano Parra León Obispo de Cumana el 20 de Noviembre de 1982: “Imposible en unas breves líneas destacar una por una todas las virtudes que adornan la personalidad de Mons. Roa Pérez. Tan sólo quiero destacar una de sus mejores galas espirituales, como es la firmeza en los principios y su defensa decidida y valerosa ante cualquier circunstancia. Domingo Roa Pérez es un hombre de una sola facha. Para el no hay virajes tortuosos ni situaciones condicionadas. Cuando se traza una línea, la sigue imperturbable, sin inmutarse ante las dificultades ni siquiera ante de los peligros. Así gobernó a Calabozo y gobernó a Mérida. Así ha venido dirigiendo y guiando a la Arquidiócesis de Maracaibo. Celoso de su dignidad; pero, más celoso de su compromiso como Pastor de la grey Zuliana. Yo lo admiro por la firmeza de sus principios. Casi diría que es terco con lo que sostiene y nadie ni nada lo hace ir hacia atrás. Los hombres de su talla no siempre conquistan admiradores, porque, lamentablemente, hoy se admiran, por lo menos por fuera y desde afuera, los hombres veletas, indecisos, acomodaticios a las circunstancias. Sin embargo, no son pocos los que veneran a Monseñor Roa, justamente por lo que vale esta virtud que he querido destacarle. Se la reconocen y lo aprecian de verdad. Justamente, Monseñor Roa Pérez se distingue por esa rectitud por la cual pone todo su entusiasmo y toda su pasión en orden a la educación y formación de los niños y de la juventud de su Arquidiócesis, por la cual dedica esfuerzos, sacrificios, insomnios, dificultades y hasta negaciones. Monseñor Roa Pérez es un hombre que mira siempre hacia delante y se angustia profundamente ante la negación de la personalidad que caracteriza hoy a la Educación venezolana. Por eso se revela ante la irresponsabilidad de los maestros, de los forjadores de la futura generaciones, cuando comprueba que no cumplen con el deber, sino que son unos simples cobra-sueldos que chupan al estado la sangre que ellos deberían derramar para formar nuevas generaciones. Y por eso, Monseñor Roa Pérez ha fundado y sostiene, con mil esfuerzos y sacrificios, los pocos institutos de educación en los barrios de Maracaibo. A Monseñor Roa Pérez le duele la situación del pueblo y por eso, se subleva ante la inhumanidad de los médicos que han convertido su noble y humanitaria profesión en una fórmula comercial y las clínicas en poco menos que en oficinas bancarias; y se indigna ante la comercialización que hacen los abogados en sus bufetes al destrozar la justicia y transformarla en bolsa de comercio; y se resiste ante la dureza del corazón de los ricos que amontonan dinero sobre dinero y jamás sienten ablandárseles el corazón ante tanta injusticia y abandono social como reina en el ambiente zuliano, mientras avientan millones en lujosísimas quintas y en la celebración de bodas fastuosas, que hieren el corazón de los que nada tienen y hasta padecen hambre. El Zulia, agradecido, recordará siempre la labor moralizadora y humanizante de este insigne Pastor y mantendrá vivo el recuerdo del hombre que, desde su sitial Arzobispal, fustigó a los inmorales, señalo caminos a los gobernantes politizados y ladrones, censuró a los políticos corrompidos, criticó a los comerciantes de la salud y del bienestar del pueblo zuliano y se preocupó constante y sacrificadamente por el bienestar de las zonas depauperadas de su Arquidiócesis".


Monseñor Domingo Roa con Monseñor Marco Tulio Ramírez, 
en su última visita a San José de Bolívar


El 11 de Febrero de 1993 entrega la Arquidiócesis de Maracaibo al segundo Arzobispo Mons. Dr. Ramón Ovidio Pérez Morales. El 19 de marzo de 1993 siendo cura Parroco de San José de Bolívar José Ramón Salcedo visita de nuevo la población, acompañado de Monseñor Marco Tulio ramírez, Obispo de San Cristóbal.
En 1994 es nombrado Administrador Apostólico de la naciente Diócesis de El Vigía-San Carlos del Zulia, la cual funda, organiza y prepara para ser entregada a su II Obispo Mons. William Delgado Silva.
En junio de 1999 regresa a Maracaibo y es nombrado por el Administrador Apostólico Mons. Tulio Manuel Chirivella, Vicario General de la Arquidiócesis, cargo con el cual muere el 01 de enero del año 2000, después de haber inaugurado el Jubileo del Año 2000.

MEMORIAS... RECUERDOS. 50 AÑOS DE SACERDOCIO DEL PADRE ACACIO BELANDRIA PULIDO - SAN JOSÉ DE BOLÍVAR


Padre Acacio Belandria Pulido

El 24 de octubre de 2010, el pueblo de San José de Bolívar celebró por todo lo alto los 50 años de vida sacerdotal del Padre Acacio Belandria, sus palabras en la homilía fueron las siguientes:

"Con gran alegría recibí la invitación de venir a estar con ustedes con ocasión de el aniversario de mi sacerdocio. 50 años sirviéndole al pueblo, ayudándolo a crecer en su fe. 50 años animando al pueblo de Dios a mantenerse firme en la tarea de construir el reino. Pero, ¿Por qué celebrar aquí en San José de Bolívar los 50 años de mi sacerdocio, siendo así que no nací aquí ni he vivido ni trabajado pastoralmente en la Diócesis de San Cristóbal? La respuesta es muy sencilla, y ya la voy a dar: 
- Aquí fue donde recibí de niño la primera invitación para lanzarme por los caminos del servicio y la entrega que he vivido todos estos años.
- Fue en esta comunidad donde me inicie en las cosas de Dios: Amor, fraternidad, espíritu de servicio, preocupación por los enfermos, entre otras cosas.
- En este querido pueblo mis papás y mis tíos y tías me sembraron las semillas de la fe en Dios Padre y el amor a la vida y a la gente.
- Por otra parte tengo recuerdos muy bellos del empeño que tenía mi papa de educarnos en la fe y en nuestra relación con Dios: Él encabezaba el rosario en familia todas las noches. Ahí estábamos todos los hijos.
- Como no teníamos sacerdote en el pueblo mi papá nos traía los domingos al templo para hacer un rato de oración. Me acuerdo que utilizábamos el librito titulado: Quince minutos con Jesús Sacramentado.
- Cuando yo viajaba con mí papá a Pregonero íbamos a caballo los dos, y por supuesto no podía faltar el rezo del rosario durante el viaje.


Momento de la Homilía del Padre Acacio Belandria


Padres Alejo Chacón, Acacio Belandria, Jairo Contreras y Orlando Neira. 


Doña Rosario Pulido Vivas y Don Abigail Belandria Mena.

¿Y mi mamá que hacía? ¡Qué no hacía! Era una gran servidora de la Iglesia, Promotora de la devoción de la Virgen del Carmen. Gran consejera. De mucho sentido común. Ayudaba con sus orientaciones a todo el que podía. Le gustaba mucho leer, y por eso tal vez conocía algo de los Jesuitas.


Hermildes, María y Teonila con sus padres Rosario Pulido y Abigail Belandria.

La fe de Papá y Mamá y su manera de vivir el cristianismo, al igual que la de todas las personas mayores del pueblo era una fe que producía una gran fortaleza y mucha seguridad. Todo eso se nos trasmitía a nosotros los niños y adolescentes.



Monseñor Domingo Maximiliano Roa Pérez

A todos estos recuerdos quiero añadir un hecho de mucha importancia: En esta comunidad de San José de Bolívar tuvimos el privilegio de tener como primer párroco nada menos y nada más que al recién ordenado sacerdote Domingo Roa Pérez, quien años más tarde se convirtió en el gran Arzobispo de Maracaibo. Domingo Roa Pérez era un sacerdote joven, dinámico, hombre de pelea, buen organizador, hombre de mucha oración, y de una gran preocupación por el progreso del pueblo. Su ejemplo y su palabra dejo huella en nuestras vidas. La comunidad de San José entró en su corazón y más nunca volvió a salir de él. Ademas de haber sido su monaguillo también fui miembro de su presbiterio por muchos años en la Arquidiócesis de Maracaibo.



Asistentes a la misa de los 50 años.

Hoy día en mís correrías por los campos de EL Nula su recuerdo y su talante apostólico me acompañan en todo momento. Era un pastor a carta cabal.
¿Y por qué menciono a Monseñor Roa aquí y ahora?
- Porque él marcó fuertemente mi vida de adolescente y años más tarde fue mi animador en mís labores pastorales.
- Porque considero que fue el mejor refuerzo espiritual que esta comunidad recibió allá por los años 40.
- Porque el con su actividad pastoral y la pasión que él le imprimía a todo lo que hacía, logró que la comunidad de aquél entonces profundizara en su fe, en Dios padre y en su compromiso cristiano.
- Porque esta comunidad lo asumió como muy suya y nuca se separó de ella afectivamente.


Entrada a la eucaristía

Todos estos recuerdos y memorias que he mencionado son la razón o el motivo del porque estoy aquí con ustedes como sacerdote Jesuita celebrando las grandezas que Dios ha obrado en mí a lo largo del tiempo.


La Alcaldía Francisco de Miranda en Sección Solemne por el padre Acacio Belandria
(En la imagen Padres: Jairo Contreras, Orlando Neira, 
Alejos Chacón y Acacio Belandria). 

Doy gracias a Dios^Padre porque siendo yo miembro de esta comunidad tan querida, él se fijo en mí para hacerme su servidor y el de su pueblo dentro de la Compañia de Jesús.
Doy gracias a mis hermanos Jesuitas y especialmente a mis superiores por toda la confianza, el apoyo, el aprecio y el cariño de familia que me han prodigado en mis muchos años de vida religiosa. La Compañía de Jesús (Jesuitas) ha sido mi segunda familia donde Dios Padre me ha consentido con un amor y ternura infinita, haciéndome compañero de su hijo Jesús.
Finalmente a todos ustedes, especialmente a los que tomaron la iniciativa de invitarme les agradezco de corazón su compañía, su aprecio y afecto en esta celebración. Sobre todo agradezco su sintonía con los más maravilloso que he visto en estos 50 años: Mi sacerdocio en la Compañía de Jesús.

Gracias.   


Lubin Pulido como orador de orden 
en los 50 años sacerdotales de Acacio Belandria Pulido.


DISCURSO DE JOSE LUBIN PULIDO CHAPARRO
SECCION SOLEMNE DE LA ALCALDIA A LOS 50 AÑOS
DE VIDA SACERDOTAL DE ACACIO BELANDRIA PULIDO


Presbítero Acacio Belandria Pulido S. J.
Sacerdote insigne de Venezuela

Para las familias andinas, y en particular las familias tachirenses amparadas en la fe católica, abrigan en su seno la esperanza en Dios, para que les conceda la dicha, de tener un hijo sacerdote. Aquel 25 de enero de 1930 en la población de Pregonero, el matrimonio de arraigo católico de Don Abigail Belandria Mena y Doña Rosario Pulido Vivas, la divina providencia los bendice con el nacimiento de un niño, que en el calor de esta familia humilde, cobijada por su fe en la religión cristiana, lo encaminan en sus primeros años que los vive en San José de Bolívar por el sendero de Dios. Al cumplir sus 9 años, los escasos recursos económicos de sus padres, pobreza serena sin angustias, no son limitante y le apoyan para que estudie la carrera sacerdotal, le ven partir para Mérida e ingresa en el colegio San José y a sus 17 años ya cursa el Noviciado de la Compañía de Jesús.
Cuan grande fue la alegría para los esposos Belandria Pulido cuando recibieron la noticia que el 18 de junio de 1960, su hijo se ordenaría de sacerdote jesuita, realizando su primera eucaristía en Weston, Estados Unidos. Acá en San José de Bolívar celebra su primera misa el 27 de agosto de 1961, los feligreses de esta comunidad, sus tíos, hermanos, primos y sobrinos acuden masivamente, para acompañar a don Abigail, a mi Tía Rosario y al sacerdote Acacio, en la ceremonia eclesiástica con regocijo y fe sorprendente.

Nos comunico el padre Acacio:

*Creo y amo a Jesucristo apasionadamente.

*Creo y amo fuertemente al mundo de los pobres.

*Creo y amo a mi iglesia Latino Americana.


Credos y amores que lo han mantenido y atado fuertemente en el maravilloso servicio del sacerdocio.
En 1970 llega a Maracaibo, es párroco en el barrio Sierra Maestra, mas tarde, en el barrio Bolívar; ejerciendo una loable labor sacerdotal, comprometida con sus fieles, labor continuada en el barrio El Manzanillo, con su apostolado que marca huella en las entidades cristianas del Zulia.
En 1996 es designado Superior del Teologado de los Padres Jesuitas en Caracas y el 14 de agosto de1999 toma posesión de la Parroquia de San Camilo de Lelis, en El Nula, Estado Apure.
Con su fe cristiana de la que jamás ha dudado, lleva consolación y aliento a las personas que así lo necesitan, dando soluciones acertadas, aun para las personas no creyentes. Su sensibilidad de pastor lo fortalece, abogando por quienes no tienen el intelecto, mantienen el silencio obligado, para reclamar las necesidades apremiantes de las comunidades y de las injusticias, la impotencia y el desprecio que padecen y a los que son sometidos, es un cura valiente.
En toda su vida sacerdotal ha volcado su sabiduría espiritual con profunda fe cristiana, hacia las personas que sufren: moral, espiritual o material; para llevarles sosiego y tranquilidad. Aun se le recuerda en Maracaibo por su apostolado y ahora en el municipio San Camilo, del estado Apure ha entregado lo valioso de su ser; tratando de mitigar las esperanzas truncadas de esa humanidad de feligreses que a diario acuden en busca de sus buenos consejos.
Es el padre Acacio, predicador convencido de la fortaleza de las familias, que profesan su fe en Cristo, base de vida social, ellas permanecen unidas y moldean con sus buenas virtudes el futuro de sus hijos, conduciéndolos al mejor de sus caminos. No olvidemos que la familia es la célula primordial de los municipios y el municipio es la principal estructura de convivencia del país, de esta hermosa Venezuela.
Para nosotros los habitantes de este municipio Francisco de Miranda, que es también su lar casi nativo, es motivo de regocijo compartir y memorar sus 50 años de vida sacerdotal de fructífera labor religiosa.
Reciba de esta feligresía que le aprecia y le admira un fuerte abrazo, deseándole mas vida, para que su labor de pastor que le lego Dios, siga reinando en su fe y en su corazón para tender la mano a los necesitados de espíritu y de vida material austera, necesarias para el buen vivir.


Autoridades de la Alcaldía entregan placa al Padre Acacio Belandria Pulido.



Padre Acacio Belandria Pulido
(Foto Archivo Arquidiocesis de Maracaibo).-

* Fotografías de Rómulo Enrique Romero Belandria.
   Fotógrafo Profesional.

viernes, 29 de octubre de 2010

BARBARITA (LITERATURA DE SAN JOSÉ DE BOLÍVAR)




Por: Ramón Márquez

¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
Miguel Hernández

Ella era un monólogo posesivo y sin remedio. Empezó por hacerse sola sin mucho sentido de la gente ni de la familia y cuando vino a ver era un prospecto andrógino y misántropo en volandas.
El nacimiento de su sobrina María Rafaela y la muerte como consecuencia del parto de su hermana María Angelina Pulido, le retrataron fielmente su futuro inmediato: en lo más profundo y precoz de su ser individualista sintió que había nacido para vestir santos y criar demonios. Hizo estas dos cosas con habilidad, porfía y abnegación, hasta el último suspiro de su existencia cuando puestos sobre ella, ya moribunda, los ojos de un gentío, pidió cuatro o cinco años de recuerdo antes de que la echaran al olvido. Temía por ese abandono post mortem en que caen los seres más queridos cuando, ya en la última luz de su existencia, se percatan de que fueron implacables con los más cercanos e impecables consigo mismos. Aprendió a leer por si sola cuando se enteró de que existían las Sagradas Escrituras y que había un libro que era la Biblia de Dios y que a los efectos de su trayecto individual podría ser la biblia de agua. El pueblo era para entonces un micro mundo de poca vida y poca historia. La vocación de un determinismo celeste lo hacía todo. Pero la pelea era peleando y si Dios ayudaba, pues mejor.


El fogón de Los Paujiles

Así fue Barbarita Pulido. Que nadie me venga con cuentos. La conocí como si la fuese parido. Ella me llevaba no más de cinco años y me conocía como si también me hubiese parido. Era la hermana mayor por sobre siete hermanos también mayores. Nacimos en Los Paujiles camino de San José hacia El Topón Pa’rriba. Después de la muerte poco misericordiosa e inesperada de todos los hermanos, llamamos a la aldea “Paujiles de la soledad”, porque en eso terminó ese pedazo de tierra, de frío y niebla, carencia, oscuridad y abandono. Mudamos la casa hacia lo alto de la soledad y allí empezamos a bregar con una memoria pertinaz y un recuerdo maldito. A Bárbara Dios le daba mucha fuerza y a mí me la daba San Isidro. Cualquiera podía pensar que la adversidad nos había matado la fe, pero no era así. La pandemia nos había matado la familia, pero nada ni nadie podían menguar nuestra fe. Por eso nunca comprendimos la distancia de quienes fueron en aquel tiempo los vecinos, unos cercanos, otros más lejanos y remotos. Mucho menos comprendimos las leyendas que se armaron a raíz de la muerte súbita de los parientes. Se propagaron como el humo verde maldiciones, condenas, castigos divinos y nunca supimos a ciencia cierta el por qué. Bárbara tenía dichos para todo, cada fenómeno sentido era un apotegma, una sentencia, por eso decía “a creencias paganas, oídos sordos, no haga caso José Antonio”, pero a mi me emputaba la miseria de los paisanos y no veía el momento de topármelos de frente por cualquier camino y sacar cuentas e indagar en las bobadas y supersticiones de la gente. Nunca tuve la oportunidad porque desde la distancia lo oteaban a uno y se escabullían por la primera trocha. Pero así fuimos ganando vida y haciendo de la muerte cuento viejo. Fue mucho el aliento que ganábamos de la niña que crecía con nosotros, en la misma oscurana y el mismo silencio. Era la sobrina María Rafaela nacida como de un relámpago de vida, o de muerte, mejor. Hasta que vino el sentimiento de la mujer, el cariño a los hijos propios y un cambio diametral de vida y de cielo, o quizás de infierno. Fuimos ánimas solas, pero nunca ánimas en pena.


Barbarita Pulido Chaparro, 
la costurera de San José de Bolívar

Barbarita tenía la cara alargada, muy alargada. Después supe leyendo que podía ser la propia metáfora del insomnio. Si me preguntan que cómo la recuerdo, me obligan a decir que cuento con cuatro circunstancias memorables de su imagen y de su taciturna existencia. Una, cuando me dio el retrato de un padre capuchino, extraído por ella de no sé que revista, y me pidió que se lo pintara en un tamaño mayor. Ya ella sabía que lo iba a hacer perfecto, y eso me alentó y sin chistar lo dibujé. Me salió como ella lo había decidido de antemano: perfecto. Fue mi primer y último dibujo a lápiz porque era malo hasta la dejadez. La segunda, cuando fui a pasar unas navidades con ella sola en San José. Me pidió que fuera a casa de doña Carmen Guerrero por seis hallacas. Atravesé el pueblo en medio de toros candela y hombres disfrazados de negras. Doña Carmen estaba ebria de alegría y de miche. Me dio las seis hallacas sin cobrarme nada. Cuando volví a casa, la mesa estaba servida y la sombra de tía se proyectaba gigante y temblorosa en la pared de la cocina gracias a una vela que destellaba sobre un viejo cirio de iglesia. Cuando le devolví los dos bolívares, me tomó de la mano, apagó de un silbido la vela y salimos a la noche (nada buena). Ni una palabra. Doña Carmen la abrazó efusivamente. “Gustaron las hallaquitas, señorita Bárbara”. Y nos volvimos con las monedas y la certeza de que no era ladrón. La tercera circunstancia fue cuando me llevó de la mano por primera vez a la escuela. Representó el miedo más grande de mi existencia, y ella lo sabía. Cogimos la ruta del trapiche, pasamos frente a Doña Conchita y Doña Sofía Chacón y ya en la puerta de la “Regina Velásquez”, me abrazó y me dijo, “esta es su nueva realidad y su futuro, valor”, me hizo la cruz y se marchó. Y la cuarta, conmovedora, la viví una madrugada en Los Paujiles. Tío José Antonio y ella mataban el insomnio hablando del pasado. Esa mañana oscura hablaba Tío de deudas y de terrenos no resueltos. Barbarita oía como siempre, en silencio. De pronto lo interrumpe y le dice con una frase que todavía reverbera lapidaria en mi imaginación, “hable más bajito que las paredes tienen oídos y los muchachos deben estar oyendo haciéndose los dormidos”. Sentí susto y me quedó la impresión de que era un sopas que escuchaba tras la puerta dramas ajenos.
Cuando el dibujo del padre capuchino, fue un espléndido momento de alegría. Pocas veces como esa la vi sonreír. En navidad, el rostro de su tristeza me mató. Fue un 24 de diciembre en el Calvario y en penumbras, con un fondo de algarabía popular y alegrías bochornosas que llegaban de lejos.
Cuando Barbarita nace en 1898, San José de Bolívar era aldea de un espíritu y muchos sueños materiales por cumplir. Ya habían transcurrido 16 años de la fundación, y entre los Pulidos, los Chaparro, los Contreras, los Vivas y los Peñaloza se había tejido un pacto de voluntad labradora: ¿cómo hacer del Valle del Espíritu Santo un pueblo que empezara a transitar por los senderos de la prosperidad abiertos a su vez a horizontes de progreso? La pregunta que era el punto central –teológico y metafísico- sobre el que giraba el acta de fundación, se convirtió en un requerimiento pragmático que curtió efectos estremecedores en el corazón de los hombres y mujeres ganados por el porvenir. El valle era más geográfico que espiritual y en tal carácter vieron los fundadores el potencial de una comarca que se proyectaba hacia el futuro con sueños de pasión y luchas por la sobrevivencia: valle de aguas pedregosas, faldas de piedras de agua bañadas de sales por algún extinto mar. Turpiales, azulejos y ziotes con trinos y adornos de amanecer. Plantaciones de guineo fresco, barbechos de frijoles rojos, verdes y negros. En ese clima de santidad y brega, empezaron a prender las uniones sacramentales, porque las oficiosas y civiles no tenían basamento legal y terminaban siendo meros concubinatos. Eso lo sabía muy bien José Domingo Pulido Zambrano cuando empezó sus devaneos con la señorita Eufemia Chaparro Mora, de la misma aldea de Los Paujiles. La enamoró con tres palabras nada amorosas ni ornamentales : “vamos a casarnos, y por la iglesia”. En un santiamén se armaron los oficios y se dispuso que el matrimonio fuera en la población de Queniquea, el pueblo con la iglesia más cercana a cargo del presbítero Melecio García, curita bonachón y enamorado como casi todos los escasos curas de la época. Se creía en Dios pero se le temía poco y las incipientes iglesias eran también poco romanas dado el distanciamiento geográfico del dogma. José Domingo hizo llave próspera con quien iba a ser su suegro ejemplar, Don Rafael Chaparro. Este era un riobobero que con suma dificultad se le enfriaba el guarapo ni ponía pies en polvorosa fácilmente, un visionario que tenía además el privilegio de figurar como firmante en el Acta de Fundación de San José. Figurar en los documentos de los orígenes daba alcurnia, por más humildes que sean los pueblos que nacen a la historia o a la memoria. Lo cierto es que entre la miel y la cebolla, entre trapiches y vegas, empezó una empresa humana entre José Domingo y Eufemia. Trajeron al mundo 9 hijos.


Catre de Tío José Antonio Pulido, donde nacieron los sobrinos de Barbarita.

Siempre conservé con mucho orgullo la memoria de mis hermanos. Encarnaron dolores prematuros y profundos que me decía que la vida no iba a ser fácil. Cuando María Angelina muere a los 7 días de haber nacido María Rafaela, un nubarrón nos humedeció la esperanza. Fue sencillamente intolerable que la vida hiciera un canje trastornador entre madre e hija. La lucha fue inútil y no hubo milagro que valiera. Doña Rumualda, la comadrona que la asistió en el parto, me lo había manifestado esa mañana, “son pocas las esperanzas Barbarita. Prepare a los hermanos. María Angelina no pasa de hoy. ¿Dónde está el joven Evaristo? Búsquenlo y que se prepare”. Pero Evaristo era un nómada trashumante que malgastaba su tiempo en francachelas y partidas de dominó hasta por tres días continuos. Cuando nos dejó el suspiro y un vómito negruzco, impávida como una golondrina de luz, sentí que yo no podía ser blanda y que se me morían todos los sentimientos de vida. La muerte de María Angelina me metió un hierro candente en el pecho y la niña María Rafaela encarnaba apenas un aliento que me haría soportable la lucha venidera. Por un momento caí en la tentación de cambiar “Rafaela” por “Angelina”, pero no estaba para sentimentalismos y porque además esa era la voluntad de la hermana fallecida. Pregunté por los muertos que iban ya en menos de cuarenta años de pueblo y no encontré respuesta. Muchos morían y los enterraban clandestinamente en los potreros o solares de cada casa. Pero María Angelina debía ir a un Campo Santo, y así lo dispuse. Que se preparara el sepelio para que durmiera el sueño eterno junto a los otros hermanos. Cuando llegamos a San José con el ataúd, una lluvia boba de sol empapaba y destilaba sobre nuestras cabezas. Íbamos José Antonio junto a la “Flor” que envenenó su corazón, el postinudo del Evaristo Peñaloza, Don Reimundo Contreras, Sinforiana y Prundetina -dos vecinas caritativas y serviciales de la aldea- , cuatro muchachos más que nos ayudaban a cargar, el Párroco de Queniquea, el sepulturero y yo. Un responso, un rosario y entierro sencillo. Evaristo, que para eso era bueno, pintó una breve semblanza de la hermana y se desató una lloradera. Bajamos el cuerpo. Tierra sobre tierra. Polvo sobre polvo e improvisamos una cruz de palo mientras ganábamos tiempo para mandar a hacer la que se merecía. Noté que ya eran veinte cruces y 20 muertos, ocho de los cuales eran de la familia. Salimos con nuestro luto al pueblo camino de El Topón rumbo a Los Paujiles. No sabíamos si los días venideros eran para la vida o para los escándalos perpetuos y vergonzosos de la muerte. Había que pensar en otros modos de sentir.

“Tómeselo que está caliente y la casa sigue fría.”


Cuando llegaban las vacaciones, la resolana del patio se convertía en la canícula de agosto. Era el tiempo de los cielos verdes por el color de las cometas. Los muchachos corrían al Bordo, que era un potrero llano por donde pasaba el camino a casa de Doña Berta “La Joyera”. Desde allí, el viento se llevaba al cielo las cometas gigantes, controladas desde El Bordo por los muchachos que ya pasaban de los 12 o 14 años. Entre ellos se desataban competencias de guerra y las cometas se enfrentaban unas contra otras en el cielo. De pronto la cometa que perdía se iba como una sombra verde al infinito y al muchacho perdedor no le quedaba otra que recoger la pita, cabizbajo y entristecido. El arma de esta guerra eran las hojillas en los canutos o en la cola de esos pájaros verdes que disfrutábamos desde el patio los chiquitos.


La resolana del patio era realmente encantadora. Desde el Ático se veían las casas bajas del pueblo, los cafetales del camino real y los conucos de yuca y chocheco que daban al río. Viví mucho el calor de ese patio mientras la Tía Barbarita cosía sus liquiliques para tío José Antonio y los importantes del pueblo. Como metáfora del insomnio, tía era infatigable como su Singer alemana que nunca supe de dónde salió. Abría la puerta ancha de la sala, se instalaba con su máquina de modo de poder controlar con su mirada los caprichos y ocurrencias dementes de sus demonias, que ya eran tres y con Esperancita, la santa, cuatro.


Barbarita se movía entre el coser y el cocinar con una agilidad de diosa griega, al tiempo que no descuidaba la atención a las locuras que improvisaban las tres sobrinas diablas para mitigar el tedio que les inspiraba la paz y el silencio de las tardes de agosto.
Aquel era el patio del entretenimiento y el recreo familiar. Ya para esos finales del cincuenta tía era una señorita de cincuenta y dos años, de una delgadez comparable a la del Quijote, y encorvada. Sus monólogos eran cada vez más recurrentes. Misterios de oraciones y de palabras que nunca nos tradujo ni supimos de su significado. Recuerdo ahora la respuesta de Esperanza, la hermana mayor, cuando le pregunté una tarde por la razón que llevaba a tía a hablar sola, me respondió, “maleducado, los niños no se meten en lo que hablan los adultos”. “Pero, ¿Tía habla con quién?”, le repregunté. “Consigo misma, muchachito”. En mi inocencia de seis o siete años, pensaba que hablaba con los muertos, con los santos o con Dios. (En el Popol-Vuh se dice que el deber de los hombres-pito y de espadaña es hablar con los dioses). Pero yo me propuse indagar a mi manera el sentido y fondo de esos monólogos. Mis diablas andaban en otras cosas, ya eran mozas que empezaban a interesarse en los besos que salían ilustrados en las revistas que llegaban de Caracas.
La Singer roncaba, erupcionaba, eructaba, se atascaba y mi tía era como una maquinista abriendo diminutas carreteras de hilo sobre el terrero de los caquis color marrón. Era como una C de luto encorvada fija en las líneas y en las curvas que iba exigiendo la costura. Que el señor los tenga en el purgatorio o en la Gloria. Tanto sacrificio señor, tanta ausencia, menos mal que la Marucha me dio estos sobrinos, sino que hubiese sido de mi vida. También el José Antonio que me dio por su parte los sobrinos que le quedaron después de que la loca se marchó. Pero que suerte esta de los Pulido Chaparro, unos muertos, otros idos y el mar de la incomprensión. Ya no voy a entregar este pantalón hoy. Si apareciera la María. El viejo Eustaquio se mete en política sin saber nada, se lo llevan preso y la pobre mujer que tiene que correr a esas ciudades lejanas a hacer qué, si la última vez que se fue no lo pudo ve, y la penúltima se fue por un barranco. No se les antoja otra cosa. A mi ese matrimonio nunca me ha gustado. Empiezan por hacer zapatos y terminan haciendo muchachos. Qué Dios me perdone pero francamente. Bueno, ya es hora del puntal. Esto no lo termino hoy, y esta máquina que no responde, no sé que le pasa, Señor. Qué estarán haciendo los muchachos. Por ahí vi pasar una sombra. A lo mejor me están aguaitando, quieren el café con leche y la paledonia. Si tuviera cuatro manos y otro ser. Ya es hora de que el Escolástico de compadre Elías llegue por ahí con sus apresuramientos, pero me va a oír. Que pase mañana. Pero el tiempo apremia y ese muchacho tiene que irse al Seminario y por mi no va a dejar de ser ¿Quién es? ¿Quién? “Filomena, señorita Bárbara”. Lo que faltaba. Con qué vendrá. Nunca le falta un chisme. Hágame el favor Filomena, no estoy pa cuentos ni pa perder tiempo. Es que vengo con una razón. Tampoco estoy pa razones. Hay Barbarita se me va a morir de una rabieta un día de estos. Y usted parece un ánima que desanda con mucha pena. ¿No tiene oficio? Pues si no me quiere oír me voy. Si ve por ahí a las muchachas que las espera el puntal. Están en casa de los buey. Familia Rodríguez Pérez, Filomena. La misma vaina señorita. Qué suerte de vecina. Qué mujer.
Y Doña Filomena cogía el camino real para su casa susurrando lo que nadie le oía. Le iba a contar, pero ya pa qué, que Emerenciana está muy grave y que en su agonía está soltando lo que no había soltado en vida. Pero ya pa qué.
Después del puntal Barbarita volvía a la Singer a rematar las costuras del día. Las diablas jugaban a las muñecas y yo cogía el solar a inventar juegos con palos y piedras y a hacer puentes y carreteras por las ciudades de mi imaginación. Pasaba la tarde. A las seis la cena, pasta campesina como sólo tía Bárbara sabía hacerla, una taza de chocolate y la infusión deliciosa de sábila, clara de huevo, gotas de brandi y malta Polar. A las siete, el santo rosario y unas palabras introductorias de la tía por los que se han ido, por los que se irán, por los que están mal pero que podían estar mejor y por los que gozaban de vida holgada y buena. Las diablas aprovechaban el sagrado momento del rosario para infligir diabluras. Se interrumpía el rezo y se procedía a estrenar la vara de manzano del día. Era una vara larga y pulida que utilizaba tía para reprender las anormalidades recurrentes de mis hermanas. Dos o tres varazos sobre la más diabla, la negra Lourdes y la exclamación con lágrimas del “pecadito negro, pecadito negro”. Después un silencio profundo como nunca más he oído, interrumpido sólo por los ronquidos que salían del cuarto de papá cuando estaba en casa. “Eso es lo único que hace, fregar, comer y roncar”. ¿Qué símbolos guardaba la vara de manzano para tía? Era el único instrumento que usaba para reprender. El manzano es bíblico, el árbol del pecado y de la vida. ¿Tendría algo qué ver con lo monólogos?
Los domingos era la fiesta y las ceremonias religiosas. Tía nos levantaba temprano. Bañaba a los más pequeños con agua tibia y hojas de romero. Desayunábamos con arepas de maíz pilado, huevo o hígado y el vaso de leche que bajaba Tío José Antonio de Los Paujiles. A las ocho la misa, los encuentros con Dios y los sermones del Padre Juanito. “No es asunto de salir de Dios temprano, pero alivia.”
El resto del domingo era la consagración de la primavera. El tiempo ideal para pasearse por los cafetales, o salir al pueblo a curiosear a los aldeanos que llegaban al pueblo a hacer compras y a cumplir con el santo sacrificio dela misa. Los de Río Azul eran seres de una otredad extranjerizante: catires, de ojos azules pero de un recelo montuno y avergonzado. Si eran ocho, se convertían en una cadena de 16 manos asustadas y entrelazadas.
El banquete del mediodía era con lo que más soñábamos durante la semana. Había un esmero inusitado por la culinaria dominguera. Por lo general eran inmensas gallinas preparadas a la braza, o guisadas con salsas rojas en calderos negros. Y era el encuentro familiar entre Los Paujiles y San José. Tío José Antonio llegaba acompañado de Tulio, inseparables y contertulios del aguardiente. El primo Pedro era el más desprendido porque apostaba siempre a ser el galán de la comarca, casi siempre con éxito. A eso de las cuatro aparecía jineteando un caballo, y aquello era motivo de jerigonzas terribles por parte de tía Bárbara. “Ya llegó, ya llegó el muy sin pena. ¿Ya fue a misa, ya comulgó? Pues entonces no pierda ni el arrepentimiento ni la comunión. Siéntese a almorzar. Tía Barbarita, apenas una vueltica pal muchacho. . Una vueltica si que es bueno. Se lo lleva y termina con las novias y dando malos ejemplos. “. Esos eran más o menos los diálogos entre la tía y el sobrino. Finalmente yo me escabullía y Pedro me recogía por el Camino Real. Y en efecto, la Tía no se equivocaba, salíamos con las novias, dos hermanas, las García que viajaban al pueblo desde “El otro Lado”. Pedro “Garantías” cogía el monte con la mayor y yo me quedaba en pleno camino sin saber qué hacer, qué decir ni qué tocar, con la menor.
Tía era fregada pero una mujer de un gran corazón. (“Mentiras, María, yo nací sin corazón”). Nunca se le vieron dobleces, al menos yo no se las notaba. Muy estricta y apegada a su fe y a la verdad que Dios le inspiraba. Pero, fíjese, era poco caritativa, no creía en las limosnas, ni en las dádivas. Ella pensaba que cada quien debía resolverse lo de cada quien. Tenía un dicho, “la caridad entra por casa”.
Pues yo nunca le conocí a nadie. Pero creo que…si, había un señor ya mayor que la lisonjeaba mucho. Pero ella indiferente…¿cómo era que se llamaba? ¿De la familia…? Qué memoria mijito, creo que de los Vivas. (“No inventes María, déjese de imaginaciones.”). Muy poco comunicativa y monologante, si así puede decirse y de un silencio impenetrable siempre. . Tenía una frase que recuerdo ahora, pero que nunca supe a qué se estaba refiriendo. Cuando ella veía la cosa difícil, que para esos días era casi todo el tiempo –nada era fácil mijito- decía, “la lluvia no está pa’ fiestas”, y se iba como rezando oraciones con su eterno vestido de medio luto, que era un diseño, por cierto mijo, de la tía Gertrudes. Pues la que nos enseñó a coser ropa y a ganarnos la vida con la costura. ¿La tía Gertrudes?. Si, una de las últimas que murió, todavía estaba Gómez vivo y yo una pelada. ¿En qué año fue que murió Gómez? En el treinticinco, Mamá. Entonces sí. Era severa y austera y aprendía muy rápido. Claro, la necesidad era una gran escuela y tenia, como dicen, cara de perro. Cuando apareció Márquez, sus pedidos nos ayudaban mucho con eso de las capelladas para la fabricación de los zapatos. A tía nunca le gustó Márquez. Lo vio siempre como el forastero. Qué estudio ni qué nada, mijo. Papá se vino con la camada del segundo matrimonio y nosotras teníamos que ayudar para que ellos estudiaran. Yo si creo, Ramoncito, que la historia de esos pueblos es más imaginación que memoria. La gente inventaba mucho, había mucho fantasioso con su lata de versiones. Lo detestaba sin consideración, tía era severa, dura con quienes llegaban a contar historias y a falsear la realidad. Dígame las agarradas que cogía con Tía Genara, que le gustaba mucho darle a la lengua, y con Doña Filomena. No podía verlas. Con tío José Antonio se llevaba bien. Tío era un alma de Dios, pero con él también fue muy severa. Cuando lo de Doña Flor, Tía se convirtió en la consejera espiritual de Tío. Lo ayudó mucho porque al pobre viejo se le quebrantaron los elementos y la naturaleza, y se fue a pique espiritual. Si uno contara todo como fue, no habría cara para tanta vergüenza, mijo. Yo estaba muy pequeña cuando bajamos a vivir a San José. Supongo que los dos tíos arreglaron sus cuentas y se dividieron lo que tenían que dividirse. De ahí salió la casita de El Calvario. Ahí vivimos las dos solitas por mucho tiempo. Desde ahí empezó nuestra lucha, Ramoncito. El abuelo Evaristo tampoco se llevaba muy bien con Tía. Eran como el agua y el aceite. Papá fue parrandero y michero. Cuando la abuela Alcira lo abandonó y cogió con los muchachos para Caracas, al viejo se le agravó el vicio. Cómo no, cómo me gustaría que alguien compusiera esa historia con tantos datos sueltos y tanta imaginería. Por ejemplo, ese personaje tenebroso de apellido Noguera, era un demonio. Todas esas cosas tienen que salir, en forma de historias o en forma de cuento. Sería bonito hasta una novela. 
¿Cómo se llama?, No sé, pero dicen que nació con vocación. ¿Vocación de qué? De historiador. Es el hijo mayor de Pedro, pero todavía no lo conozco. Pero qué espera para conocerlo. Un día de estos. Pero para eso, la necesitamos a usted alentada y buena. Ayy mijito, siento que estoy en las últimas. Ya uno fue lo que fue. Echen ustedes el cuento.

viernes, 22 de octubre de 2010

LA MORADA DE LAZARO (RESEÑA LIBROS TACHIRENSES)


José Antonio Pulido y el Dr. Ricardo Méndez Moreno

Por: José Antonio Pulido Zambrano

De La Grita tuve la primera noción de una novela escrita en la región; "Lucía" del Dr. Emilio Constantino Guerrero, hermoso texto de corte romántico. Muchos años después llega a mis manos otra novela griteña, escrita por el Dr. Ricardo Méndez Moreno intitulada "La Morada de Lázaro" o "Cuando la lepra subió a los páramos de La Grita", novela que en la voz del autor "es un libro de ficción".
Y "La Morada de Lázaro" es eso, ficción con pinceladas del realismo mágico, retoma el autor el camino de García Márquez y hace de La Grita y de la aldea Aguadía un nuevo macondo, donde pasa el Judío Errante, el Tirano Aguirre, y todo español llegado a estas tierras en sus diversos oficios.
La novela es contada en varios monólogos por los diversos personajes que andan en ese mundo creado por el escritor, Es "La Morada de Lázaro" una crónica de leprosos andantes y muchos de esos recuerdos son evocados por la imagen de los diversos monjes que llegaron a La Grita en el s.XVI. Los personajes de este texto están envueltos en soledad y deprimencia y para salvar la memoria de esta aldea Global como lo es La Grita surgen dos personajes femeninos, antagónicos pero que se entremezclan en la simbiosis del mestizaje, por un lado la memoria (Mnenósine) cobra nombre en la niña Carmela, la voz del nativo, del aldeano, la voz del olvido que termina en desmemoria, frente a la otra voz de Lucía Requena, la voz del otro, la mirada del otro, este último nombre altivo, de apellido, de memoria genealógica. Son los recuerdos encontrados de las razas, y Ricardo Méndez Moreno usa la "lepra" como pretexto, para contarnos el viaje de los hombres del viejo mundo al nuevo mundo a través de sus creencias y mitos. La visión particular del mundo, vino según la conveniencia de los personajes dado el lugar y centro de poder donde es establezcan.
En la novela se observa la construcción del discurso del médico que se hace escritor, y de allí que el discurso del "leproso" sea descarnado, duro, voraz a la memoria y lo inserta en lo que el llama "el cuarto del olvido", es decir la morada de Lázaro. De allí que la lepra devore y mate incluso a la memoria: "La aldea cambió pero el convento, Tobías y la niña Carmela permanecen incólumes" (p.97). De allí que personajes como: Fray Maqueda, Fray Pascual, Abad Domingo Lupi, Fray Tobías el inventor, Anton Goering, Miguel Tamañizo, Blas Uribe, Vinicio el curioso, Jovita, Gamaniel, Leonidas, Tarsicio y Francisco de Cáceres, Alonso Pérez de Tolosa, Raul Salcedo, unos reales, otros inventados, nos erizan la piel por no terminar infectados de lepra y los que la poseen parecen no quererla compartir, pues según ellos es un regalo divino.
En conclusión este es un libro con acento de tragedia griega, donde un coro de voces expresan sentimientos encontrados de la fe y la razón. El discurso de lo teológico se confronta con el científico, y al notar que la creación y la memoria son femeninas, nos queda una pregunta a flor de piel: ¿Acaso Dios es Mujer? Pues, otro de los elementos para recordar que usa el escritor son los olores y la gastronomía local, esa que surge del humo del fogón de la abuela.

domingo, 17 de octubre de 2010

EL FRIO DE LOS MUERTOS (LEYENDAS DE SAN JOSÉ DE BOLÍVAR)

José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira


El niño y su bisabuela en el gallinero

Días atrás, viendo la nueva temporada de la serie The walking dead (Los muertos caminantes) transmitida por Fox, mi hijo me preguntaba: ¿Papá, el frío de los muertos en realidad existe? Yo le dije el por qué de esa pregunta, y él me explicó que se lo había escuchado a su bisabuela Ana Francisconi, cuando estaba echándole de comer a las gallinas en una de las pocas casas con solar y gallinero que aún quedan en esta ciudad. Hoy hasta eso se ha perdido, el solar de la casa, y no sólo el solar, los jardines, las ventanas sin rejas, las casas se han transformado en cárceles en miniatura mientras el mundo hamponil cada día se adueña más y más de la calle.
¿El frío de los muertos en realidad existe? Esa noción la tengo de chico, desde que oí a mis padres, después de regresar de un velorio de angelito, que el frío del muerto se había llevado a ese párvulo.
Según los abuelos – versión contada en San José de Bolívar – es verdad que un muerto genera un frío, una especie de niebla invisible que rodea el aura de la persona recién fallecida y que puede abrazar a las personas débiles del entorno y como consecuencia ser besados por la muerte. Es creencia que las personas que manipulaban un cadáver no pudiesen acercarse después, ni osar tocar a un niño recién nacido porque le podía transmitir “el frío” del muerto. De allí que siempre que los mayores que trataban, acondicionaban y preparaban al difunto, al terminar dicho ritual, debían bañarse con agua de guayabo agrio, para retomar el calor de la vida y desprenderse de ese halo misterioso que juega con la mortalidad.
Recuerdo – eso lo tengo muy presente – que mi madre siempre estaba buscando los distintos elementos para proteger a este quien escribe y a mis hermanos del “frío” de los muertos, ya que en el pueblo siempre buscaban a mi padre para inyectar el formol a los recién fallecidos. Al volver mi padre al hogar de aquel trabajo mortuorio, nuestra madre no dejaba que se nos acercara hasta que se limpiara de esas energías negativas que había recibido del cadáver; ella le preparaba un baño de agua caliente con hojas de guayabo y naranja agria, así como otras hierbas que ahora no vienen a mi memoria. Luego mi madre le frotaba el cuerpo con alcanfor y alcohol, sobre todo las manos. A continuación se ponía a hervir agua, al llegar al punto de ebullición se introducía un huevo en la misma y al estar cocinado, se sacaba, se le quitaba la cáscara y lo envolvían en sal. Procedía luego mi padre a comerlo, pues la sal – según los más antiguos - era sinónimo de vida.
Después del baño se procedía a dar a quienes trabajasen con los muertos un tarro de café con miche, o si no se le hacía ingerir unas góticas de kerosene en aguamiel.
De allí venía la leyenda en mi pueblo que cuando moría una persona mayor, y a los días moría un infante, se le achacaba esta muerte al “frío del muerto”, viniendo a colación de que el adulto era un posible pecador y para entrar al cielo se había llevado un angelito, un ser de la inocencia.
No sé hasta qué punto el “frío” de la muerte engendra más muerte, quizá por ello hoy vemos más violencia y muerte, tal vez porque se han olvidado los rituales de purificación en nuestro estado. He dicho.

MICHAEL JACKSON Y SU INCURSIÓN EN EL RÍO BOBO

Por: José Antonio Pulido Zambrano


Thriller fue el sexto álbum de estudio del artista estadounidense Michael Jackson. Fue lanzado al mercado el 30 de noviembre de 1982 por Epic Records como la continuación del exitoso y aclamado álbum de Jackson de 1979 Off the Wall. Thriller incluyo géneros similares a los de Off the Wall, incluyendo el funk, soul, pop, easy listening, R&B, rock y la música post-disco. Y por supuesto el pueblo de San José de Bolívar no fue ajeno a este hecho, hoy histórico. Si, Michael Jackson tambien llego a través de la radio y la televisión a nuestro amado pueblo. En el diciembre de 1983 varios jóvenes del pueblo llevaron al escenario el opening de Thriller, y un joven llamado Alirio, que para esos días visitaba al pueblo y que luego traería junto a Luis Rojas las primeras minitekas al pueblo. Este Alirio se compró una chaqueta roja a lo Michael Jackson y deleitaron al Río Bobo con este baile, que para muchas abuelitas, era una canción del diablo, pues y que hasta hacían bailar a los muertos.
Lo cierto es que esta canción vudu caló en la juventud riobobera de los ochenta, y más de un tocadisco tuvo entre  su repertorio el LP de Michael Jackson, por ello Michael siempre fue cercano a nuestro pueblo y seguimos la historia de su transformación de hombre negro a blanco, y de allí que se hiciera todo un mito. Recuerdo una de las puertas de mi cuarto de aquella época con las distintas imagenes del Rey del Pop. 



Las sesiones de grabación de Thriller se llevaron a cabo entre abril y noviembre de 1982 en los Estudios de Grabación Westlake de Los Ángeles, California, con un presupuesto de producción de 750.000 dólares.Ayudado por el productor Quincy Jones, Jackson escribió cuatro de las nueve canciones de Thriller. En poco más de un año, Thriller se convirtió en el álbum más vendido de todos los tiempos —distintivo que aún posee en 2010, aún después de muerto el Ídolo — con ventas estimadas entre 109 y 110 millones de copias en todo el mundo, siendo asimismo el álbum más vendido en los Estados Unidos y del mundo.Siete de las nueve canciones del álbum fueron lanzadas como sencillos, y todos ellos llegaron al top 10 en el Billboard Hot 100. El álbum ganó un récord de ocho premios Grammy en la edición de 1984.
Thriller estableció el estatus de Jackson como una de las estrellas del pop por excelencia a finales del siglo XX, y le permitió romper las barreras raciales a través de sus apariciones en MTV y su reunión con el Presidente Ronald Reagan en la Casa Blanca. Además fue uno de los primeros en utilizar los videos musicales como herramientas de promoción, destacando los clips de "Thriller", "Billie Jean" y "Beat It", que se transmitieron de manera continua en el canal MTV.


José Antonio Pulido con el disco en acetato BAD