domingo, 8 de abril de 2012

RAMÓN J. VELÁSQUEZ, EL PADRE DE LA HISTORIA TACHIRENSE

José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira


Conocer a Ramón J. Velásquez, el creador de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirense me parecía meta imposible. Por intermedio del amigo Idelfonso Méndez me atreví a escribirle un E-mail. Fue así como el 30 de abril del 2009 tenía en mi correo electrónico lo siguiente: “Mi estimado amigo, con verdadero placer le respondo a su mensaje de fecha 16 de abril. Pues trae un conjunto de valores tan fundamentales como el desarrollo de las regiones y la importancia de esa aparentemente pequeña historia local cuya suma de valores la vemos representada en lo que se llama historia nacional. Me agradaría mucho que el próximo mes de junio, cuando venga a Caracas visite esta su casa. Me será muy grato leer sus trabajos y conversar con usted, esos valores que allí destaca. En cuanto a San José de Bolívar, esa ciudad entre neblinas tengo un recuerdo imperecedero, pues uno de sus institutos lleva el nombre de mi madre, la gran educadora tachirense, doña Regina Mujica de Velásquez. Ramón J. Velásquez”. Así nació la amistad con el padre de la historia tachirense. El 15 de junio del 2009 me encontraba en Caracas, frente a la Quinta “Regina” del Dr. Velásquez. Fue un encuentro de dos andinos, con dos visiones de mundo separadas por la distancia de la edad, pero unidas por la visión que ambos teníamos de la historia. Fue un encuentro cálido, de dos amigos que no se habían visto, pero que era una amistad nacida entre el escritor y el joven lector. Fue un encuentro muy familiar frente a un café, compartiendo un diálogo que para mí permanecerá intacto como uno de mis mejores recuerdos. Ese día tuve mi primer encuentro con el Dr. Velásquez, él empezó a hablar de historia mientras la combinaba con segmentos de su vida, pues él era personaje y testigo de tantos hechos, él era el venezolano que había presenciado todo el proceso político venezolano del siglo XX, había recuperado la memoria histórica del siglo XIX, y veía desde el lejos el inicio del siglo XXI. Lo primero que me habló fue de la imagen de su madre, doña Regina Mujica, el empeño de ésta por hacer una pedagogía del Táchira mejor, de su propuesta educativa del bachillerato femenino y la escuela de comercio, artes y oficios para las señoritas tachirenses. Explicó que Doña Regina fundó una revista llamada “Alba”, donde exponía sus ideas, el amanecer en ideas de la mujer. Luego recordó que había sido director de “El Nacional” en dos ocasiones. Pero dejó ese tema de un lado para volver a los recuerdos suyos en el Táchira, cuando era estudiante en el Liceo “Simón Bolívar”, y de su viaje a Caracas que duró cinco días, y tuvo que hacer hospedaje en Tovar, Bocono. El tercer día al llegar a Barquisimeto, un jefe civil que era de Capacho, le hizo abrir el baúl para ver que llevaba, sorpresa para el hombre, de nombre Ramiro Castro, que la maleta del Dr. Velásquez estaba llenas de libros, y éste le dijo: - Para que lleva eso mijo. - Son libros - respondió Velásquez. - Y si le va a caber todo eso en la cabeza, mire mijo, le voy a dar un consejo, en Caracas no quieren a mucho a los tachirenses, ande con malicia - expresó Castro. Aquella noche no lo dejaron pasar a Maracay, pues la orden era que después de las cinco ningún carro podía pasar, pues en aquel estado vivía Juan Vicente Gómez.


Ramón J. Velásquez en sus días en la San Cristóbal de los años 30

El Doctor interrumpe la conversación para pedirle a su secretaria Betulia un café, luego prosigue su relato, y cada vez que lo escuchaba recordaba Las confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, entre el escritor y el hombre que está enfrente mío no había diferencias, por eso señale que me parecía conocerlo de toda la vida, él se limitó a sonreír. Luego me comentó su primer encuentro con Gómez, su llegada fortuita a la historia de la mano del Dr. Diogenes Escalante, de Eustoquio Gómez y Juan Pablo Peñaloza. Así fue desgranando la historia, como había logrado escribir La caída del liberalismo amarillo, ese día quedo sellada nuestra amistad.


El pasado viernes 9 de septiembre del 2011 le hice una nueva visita (la quinta), en ella abordamos su infancia y adolescencia en la San Cristóbal gomecista y la personalidad de su padre Don Ramón Velásquez. La afición del padre hacia la lectura. El primer libro que tuvo Ramón J. en sus manos fue una edición española del Quijote. 
El Dr. Ramón J. Velásquez, el más grande de los tachirenses del siglo XX, nació el 28 de noviembre de 1916 en San Juan de Colon, sus padres Ramón Velásquez Ordóñez y Regina Mujica Acevedo. Sus estudios de primaria los hizo en la Escuela Anexa al Liceo “Simón Bolívar”. Inicio su bachillerato en el Liceo Simón Bolívar para concluirlo en el Liceo “Andrés Bello” de Caracas. Sus padres se conocieron en el gremio docente y debieron marchar a Colon para ejercer su pedagogía. Al tener 3 años la familia Velásquez Mujica se traslada a San Cristóbal. La madre, Doña Regina además de sus querencias maternales empezó a preparar a su hijo en las primeras letras y en ese afán de buscar el conocimiento. A los 8 años ya el Dr. Velásquez leía corrido, motivado por su padre, quien le hacía leer los clásicos de la literatura mientras el padre fingía cansancio, fue así como la lectura se internalizo en aquel niño y nunca más abandono ese afán del saber. Leía de todo y tan adelantado era que ya a los 10 años se desempeñaba en corrector de escritos de artículos de prensa relacionados con el trabajo del padre. Don Ramón Velásquez no sólo le había dado el nombre, sino un oficio silencioso que le serviría en el futuro para crear dos de sus grandes obras: La caída del liberalismo amarillo y Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, pues por otro lado Ramón J. había aprendido a escuchar, virtud que muy pocos poseen y gracias a su virtuosa memoria, que aún a sus 96 años posee, fue descifrando la historia de este país llamado Venezuela. Y tenía que corresponder este arduo trabajo a él, protagonista y a la vez narrador de la historia política de los venezolanos. 


Ramón J. Velásquez en sus días universitarios

Con motivo de acercarse su cumpleaños y la Peña Literaria “Manuel Felipe Rugeles”, le llame de nuevo para comentarle dicho acontecimiento y el Dr. Velásquez me envió una nueva carta, que quiero compartir con todo el Táchira: Mi apreciado amigo: Me ha dado usted una extraordinaria noticia, algo así como el repicar de campanas, para recordar la fecha en que ha nacido un buen amigo de ustedes, un tachirense que vive en lejanas tierras venezolanas, pero cuyo recuerdo de su más remota infancia y de sus días estudiantiles tuvieron como raíz y escenario esa tierra venezolana tan maravillosa que es el Táchira con sus paisajes que van del blanco de la neblina que cubre con su inmensa cobija, la inmensidad de sus páramos, a este otro mundo también tachirense de los valles alegres y de la tierra que nos conduce hacia los caminos de llanos infinitos y otra nos invita a navegar por el océano que nos brinda la perspectiva de sus mil paisajes, de sus mil canciones, de sus mil ambiciones que alborotan nuestro mundo. Que hermoso, que bello saber que en esa tierra de caudillos, de líderes y de hombres de acción creedora se han acordado de un amigo que vela por el nombre de la tierra tachirense y se han empeñado en mostrarla como es: maravillosa en sus paisajes, voluntariosa en la decisión de sus hombres, hermosa no solamente en el rostro y cuerpo de sus mujeres, sino también en su voluntad de crear y mantener un mundo de acción y belleza. Que mi nombre se una a la reunión de esa tarde con el del inmenso poeta Manuel Felipe Rugeles y al hablar de él con el que también en forma cada vez más pura y bella siguen en el ejercicio de su poesía y de sus escritores, uno de ellos admirables ensayistas y otros, gente de la novela y del cuento para mirar luego a su lado a la obra que sus pintores y todos los artistas del pincel y del buril han hecho obra admirable que quiero recordar en este instante. Es admirable la obra que vienen realizando los jóvenes historiadores que han dedicado su tiempo y su estudio al relatar la excepcional crónica maravillosa de la tierra americana que descubriera Juan Maldonado de Ordoñez y Villaquerán con un grupo inolvidable fundó las bases de esta admirable ciudad en que hoy hablamos, debemos recordar asi mismo a los cronistas, como Ángel María Arellano, Augusto Murillo Chacón, también el insigne Tulio Chiossone y el doctor Villamizar Molina y Ramón Vicente Casanova. Cronistas de un valor excepcional como testimonios idos, como también la historia, que abarca nuestro siglo, sobre la cocina tachirense, escrita y ahora realizada y aumentada por su autora la escritora, poeta y animadora cultural que es Leonor Peña. Como también quiero nombrarles porque se merece el recuerdo permanente de la región a quienes como Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz recogieron en tarea inolvidable el testimonio del arte popular tachirense y la obra no menos digna del elogio y el respeto que realizó el doctor Luís Hernández Contreras, con el diccionario de los músicos tachirenses, otro signo de la vocación artística, y del alto grado cultural que vive en la gente tachirense. Como recuerdo de esta tarde, tan generosa, tan inesperada quisiera humildemente pedirles un acuerdo: el doctor Luis Hernández Contreras recogió la obra poética, de adolescencia de Manuel Felipe Rugeles, publicado en periódicos en San Cristóbal. Que la constancia de Hernández Contreras merece apoyo y les pido reunirla en un volumen. Que esa maravillosa obra poética de Rugeles no se pierda y quede impresa, pueden ustedes hacerlo como recuerdo de esta tarde. Allí con ustedes están compartiendo todas las inquietudes de tachirenses y de venezolanos mi amigo Ildefonso Méndez Salcedo, y lo señalo porque él puede hacerlo. Los saluda, agradecido y emocionado. Ramón J. Velásquez.


Ramón Velásquez padre


Regina Mujica de Velásquez

Después de escuchar al Dr. Velásquez mientras realizaba un viaje a su infancia, se introduce en sus años mozos, de fiestas familiares y de primeros amores. Sus viajes al mercado de Táriba y a la población de La Grita (vuelve a probar el café que le trajo su secretaria; Betulia alviarez). Sus padres, Don Ramón y Doña Regina son visionarios, le deben dar lo mejor a su único hijo. Es así como surge el primer viaje de la San Cristóbal de antaño hacia la capital. El viaje duro cinco días. Antes de llegar a Caracas él escucha como los que le acompañan empiezan a aplaudir: -Y eso - pregunta a su amigo Leonardo Ruíz Pineda y éste le contesta: - El mar con el que soñamos y del que tantas veces hablamos. Más adelante vuelve a escuchar aplausos, el chofer explica que ahora el camino será más agradable pues han llegado a la civilización (el símbolo de lo moderno era el cemento), dejando atrás la carretera de tierra. Ahora si se pueden quitar el paño de la cara, ya no hay más polvo en el camino, pero la tierra se le ha quedado adherida al cuerpo de Ramón J. Velásquez, como recordándole de donde viene y que de allí no se debe olvidar. Es el año 1935, ese primer día en Caracas es extraño, debió tomar un baño muy largo, para quitarse la tierra, en una pensión que quedaba a dos cuadras de Miraflores. El Doctor cierra sus ojos, suspira, los recuerdos lo envuelven, por sus poros transmite años y años de historia y este joven lector, mientras, guarda silencio. 
El día que conoció a Gómez, Ramón J. iba por la mitad de una calle, pues en Los Andes eso era costumbre de antaño, en todo pueblo andino se anda por el medio de la calle (hoy en pleno siglo XX yo lo hago en mi amado pueblo San José de Bolívar). Sí, aquel día que se pierde en el tiempo el joven Ramón J. iba lo más de distraído, con un sombrero grande que le cubría el rostro del sol, cuando escucho voces, al alzar el rostro, frente a él había un soldado de “La Sagrada”, miles pensamientos pasaron por la cabeza de Ramoncito. El soldado le volvió a llamar, que anduviese por la acera y diera paso. Al voltearse vio un carro negro, largo, un Lincoln, recuerda bien y en él, en la parte de atrás observó a un hombre muy blanco, como el mármol, petrificado, no lo podía creer era el general Juan Vicente Gómez. Pues era costumbre del General los domingos ir al Hipódromo. Detrás del auto, venían como treinta carros más, no de soldados - expresa Velásquez - sino de adulantes para saludar al Benemérito. La segunda vez que vio al general Gómez este iba de regreso a Maracay, el carro en esta ocasión era distinto, cerrado. Finaliza esta historia el Dr. Velásquez con una frase estremecedora: “Con la muerte de Gómez termina un capítulo de mi vida”. El Dr. Velásquez vuelve a guardar silencio, me mira. Yo le expreso una idea de López Contreras. El Dr. Velásquez dice: - El era de Queniquea, lo conocí después que fue presidente y desde ese día fuimos grandes amigos. 


El Dr. Ramón J. Velásquez testigo viviente de la historia política de Venezuela en la transición 
del poder político de Juan Vicente Gómez al otrora tachirense Eleazar López Contreras


Jovito Villalba, Rómulo Gallegos, Raúl Leoni y Ramón J. Velásquez 
junto a Eleazar López Contreras


Estampa del Benemerito Juan Vicente Gómez

Después de la muerte del Benemerito vinieron muchos cambios, el más claro fue el ruido, pues antes imperaba el silencio. Culmina su bachillerato en el Liceo Andrés Bello, y desde un principio tuvo una conexión con su tierra, le agradaba el cerro El Ávila pero nunca pudo olvidar las montañas tachirenses, el café, el bambuco y el arte de leer, como “leen los gochos, con pasión, con compromiso, con ética y en silencio”. En 1938 ingresa a la Universidad Central de Venezuela, allí se propone a la organización de la Federación Venezolana de Estudiantes en el occidente del país y su amada San Cristóbal fue la sede del congreso estudiantil con representantes de Zulia, los Andes y los Llanos. En ese encuentro hará amistad con Alirio Ugarte, Alberto Carnevalli, Rigoberto Henrique Vera, Roberto Gabaldón y Miguel María Márquez. Allí trabó amistad con dos líderes estudiantiles de Colombia; Indalecio Liévano y Benjamin Ochoa. Allí sé que Indalecio Liévano casó con la hija de Diógenes Escalante.


Diógenes Escalante (Centro) se codea con el poder de los E.E.U.U.


Dr. Diógenes Escalante era oriundo de Queniquea


Dr. Diógenes Escalante en New York


Diógenes Escalante, pudo cambiar la historia de este país - asegura el Dr. Velásquez

Le hablo de Diógenes Escalante, y el privilegio es grande, el Dr. Velásquez en la intimidad de ese encuentro me relata lo que han dicho tantos libros y por último ha rescatado el amigo escritor Francisco Suniaga. Expresa como fue testigo de la locura del hombre que tuvo más chance en Venezuela en el siglo XX de ser presidente, estuvo a un centímetro - remarca. Ahora yo soy testigo y escucho a un protagonista de un momento clave en la historia política de Venezuela del siglo XX, el Dr. Velásquez me narra con su voz lo acontecido aquel día. Él llegó bien temprano como siempre, le extraño que Escalante no estuviese en el despacho, en eso llama el presidente Medina para que le pasen a Escalante, él va a buscar al Dr. Escalante, le dice que tiene una llamada del presidente Medina y él expresa: “Dígale que no puedo ir porque me robaron las camisas”. Él va y observa que todas sus camisas están allí, pero Escalante dice que esas camisas no son las de él, sino que su cuñado se las había robado. Él informa que le digan al presidente Medina que el Dr. Escalante dice que no puede ir porque le robaron sus camisas. Y el presidente Medina pasa ahora al teléfono al explicarle lo que pasa: “Es el presidente Medina, ¿Puede usted decirme que pasa allí? Y él vuelve a repetir “el Dr. Escalante dice que no puede ir a reunirse con usted porque le robaron las camisas”. El presidente Medina expresa: - ¿Y usted que dice? Y Velásquez como el que ha repetido esta historia tantas veces vuelve a decir: “Yo digo que el Doctor Escalante dice que no puede ir porque le robaron las camisas”. La historia se hace amena. Pero es un espacio de nunca acabar, el Doctor Velásquez va y regresa desde su memoria infinita. Aquel encuentro vuelve a tomar aire, y conversamos de Páez y el uso de sus botas inglesas; de Juan Pablo Peñaloza que no doblegó nunca a sus ideas; de Luis López Méndez y como apretó para que se diera a conocer en el Táchira; de Eustoquio y como este personaje le dio sentido de ciudad a San Cristóbal; de Emilio Constantino Guerrero y sus libros.


Ramón J. Velásquez, el escritor


Dr. Ramón J. Velásquez como Director de El Nacional

El Dr. Ramón J. Velásquez se hace abogado y Doctor en Ciencias políticas en 1942. Luego vendría su encuentro fortuito e histórico con Diógenes Escalante, que lo proyecta al país no sólo como el futuro historiador, sino como el Editor clave del Diario El Nacional años después. En esta entrevista me expresa que en Venezuela cualquiera puede ser político, casi todo el mundo tarde que temprano llega allí, pues no hay otra manera de ser. Y estas confidencias reales son sólo una parte de este interesante tachirense.
El oyente, ese soy yo. Un aprendiz ante un gran Maestro. “La ignorancia es la negación de la luz”, estas palabras parecen ser la sentencia que trasmiten los ojos del Dr. Velásquez a través de sus anteojos. Por ello un neófito de la historia no puede ir ante él sin tener lecturas previas. Su dialogo es cíclico, va y regresa para explicar la Venezuela del siglo XX. El Dr. Velásquez me pregunta si los Pulido de San José de Bolívar son los mismos Pulido de Rubio, yo le contesto que no, que en mis investigaciones genealógicas me han llevado a la historia de este apellido a La grita de 1750 con el matrimonio de Miguel Pulido y María de Contreras. Ramón J. Velásquez se permite estos intermedios para conocer a quien le visita, ya me señala en cada visita y me recibe con la palabra: - ¡Amigo, carambaaaa! Estas palabras abren un nuevo encuentro con este sabio tachirense.
Después de 1943, al hacerse Doctor en Ciencias Políticas y sociales de la UCV con la tesis “La Responsabilidad Ministerial” comienza una nueva etapa de su vida. En estos tiempos ejercía como reportero de Últimas Noticias y colaborador de El Nacional y El País. Le toca vivir de cerca los gobiernos de López Contreras, Medina Angarita y Rómulo Gallegos. Ya en su época universitaria se había acercado al panorama político, a los presidentes de este lapso por su condición andina y a los nuevos líderes juveniles desde la fundación de ORVE donde conocería a Betancourt. En la Federación de Estudiantes había compartido con Jóvito Villalba.


El Dr. Ramón J. Velásquez con el presidente Rómulo Gallegos


El Dr. Ramón J. Velásquez como Secretario del Gobierno de Rómulo Betancourt

En 1948, un terremoto político sucumbe al país, en noviembre es derrocado el presidente y novelista Rómulo Gallegos por los Tenientes Coroneles Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez. Esto lleva a una determinación al Dr. Velásquez, un demócrata a carta cabal, no acepta el gobierno militar de facto y pasa a ser oposición. Usando su pluma creadora empieza a manifestar su posición política a través del periodismo por lo que fue apresado por primera vez en su vida (1949) y es enviado como recluso a la Cárcel Modelo de Caracas en cuyas rejas permanece hasta el año 1950. Su posición política de país se recrudece ante el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud y el ascenso al poder del dictador, paisano suyo: Marcos Evangelista Pérez Jiménez. 
Con un trabajo arduo y amor patrio comienza una lucha clandestina difundiendo numerosos volantes anónimos en contra del régimen, junto a amigos como José Agustín Catala y Simón Alberto Consalvi. Unido a esto publica bajo seudónimos artículos con doble sentido en las revistas Signo y Élite. Son los días de la publicación en la clandestinidad del El Libro Negro, Venezuela bajo el signo del terror.
Y ese terror no estaba lejos, a los días la Seguridad Nacional asesinó a su amigo y compañero Leonardo Ruíz Pineda, ese andino con el que había visto por primera vez el mar que se escondía tras las montañas tachirenses. Luego le tocara ser prisionero del régimen por segunda vez, es apresado por los esbirros de Pedro Estrada, y es llevado de nuevo a la Cárcel Modelo donde pernotara entre 1953 a 1954. Pero sus adversidades y entuertos no paran allí, por sus escritos en la revista Élite es encarcelado por tercera vez y confinado a una cárcel en Ciudad Bolívar purgando condena hasta el 24 de enero de 1958, por lo que podrá apreciar de cerca y capturar como una cámara fotográfica los acontecimientos que derivaran del hecho histórico acaecido después del 23 de enero de 1958. Esto da paso a que el Dr. Velásquez describa su participación en los inicios de lo que hoy se llama “cuarta república”, empieza a organizarse junto a sus amigos y compañeros de partido Acción Democrática, a la par que sigue sus publicaciones periódicas y sus estudios continuos en favor de la historia de Venezuela y de su patria chica, el Táchira.


El presidente Raúl Leoni y Ramón J. Velásquez

En 1959 Rómulo Betancourt llega a la presidencia del país y el Dr. Ramón J. Velásquez fue electo para ser senador por Táchira y diputado por el estado Miranda. Pero, dado su vasto conocimiento en las cercanías del mundo de la escritura, el presidente Betancourt lo llama para ejercer el cargo de Secretario General de la presidencia. Allí inicia un trabajo de rescate, conservación y difusión de la memoria histórica, al reorganizar el Archivo Histórico de Miraflores. En esos mismos días un par de notables tachirenses se dirigen a conversar con el Dr. Velásquez, entre ellos: Marcos Figueroa y Anselmo Amado. De esta reunión nació el mejor proyecto editorial que ha nacido en nuestro estado; la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. En los tiempos como Secretario de Betancourt también publicó una colección llamada: Venezuela Peregrina con las siguientes obras: Memorias de Mano Lobo de Domingo Castillo; Diario de mi prisión en San Carlos de Antonio Paredes, entre otros.
Terminado el periodo presidencial de Betancourt, el Dr. Ramón J. Velásquez no se desliga del nuevo mandatario Raúl Leoni, con quien comparte amistad y le ayuda en diversos cargos durante su gestión, entre ellas, formar parte de la Comisión Redactora del Proyecto de la Corporación para el Desarrollo Económico de los Andes (Corpoandes) y luego ejercería entre 1968 y 1969 la presidencia de la asociación Pro-Venezuela.
El Dr. Velásquez levanta su bastón, le dice algo a Betulia, ella va al despacho y regresa con un libro en sus manos, son Las confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, es un regalo para mí con su autógrafo y una dedicatoria que dice: “Para el joven historiador José Antonio Pulido Zambrano a quien merece felicitaciones por su brillante labor, su amigo Ramón J. Velásquez”. El Doctor hace una pausa a nuestra conversación, luego nos dirigimos a degustar un exquisito almuerzo.


Betulia Alviarez y el Doctor Velásquez

El Dr. Velásquez vuelve a sentarse en su sillón ayudado por su bastón, dispuesto a terminar su historia de nunca acabar. Se arregla sus anteojos, por su mirada se ve la serenidad y la calma de un hombre que sabe que lo ha dado todo por su patria grande y su patria chica, sus dos amores: Venezuela y el Táchira. 
En las elecciones de 1969 resulta electo presidente el Dr. Rafael Caldera y el Dr. Ramón J. Velásquez es designado Ministro de Comunicaciones y participa de las conversaciones sobre el tema guerrillero y la pacificación de los movimientos armados, ocupa este cargo desde 1969 hasta 1971. A la par de la política empieza a abonar una de sus grandes pasiones: la escritura en el campo histórico, oficio nacido en la biblioteca de su padre Don Ramón Velásquez. Por ello en 1972, la Contraloría General de la República publica el libro “La caída del Liberalismo Amarillo”, un texto que había empezado a divulgar por entregas en la revista Élite. Siete años después publicara una de sus grandes obras, en 1979 sale a la luz “Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez”, también esta obra nació por una serie de notas periodísticas en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias.


Dr. Ramón J. Velásquez y el Dr. Rafael Caldera

El 29 de septiembre de 1979, el Dr. Velásquez visitaría a mi pueblo San José de Bolívar, por invitación de Ramón Elvidio Pérez para apadrinar la IV Promoción de Bachilleres en Ciencias. Allí trabara amistad con el sacerdote Juan Francisco Santos y conocerá la revista ENSAYO que era publicada por el cura y varios de sus ahijados. También visitaba al poblado para conocer la escuela, pues esta institución llevaba el nombre de su madre; Regina de Velásquez.


Cledy Guerrero, Ramón J. Velásquez, Ramón Elvidio Pérez, Teodulo Zambrano 
y el Presbitero Juan Francisco Santos en San José de Bolívar 

Entre 1974 y 1979, en el gobierno de Carlos Andrés Pérez el Dr. Ramón J. Velásquez será Senador por nuestro estado Táchira. Son los tiempos en que preside la Comisión de Política Exterior y Vicepresidente de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores.
En el gobierno de Luis Herrera Campins continua como Senador Tachirense, trabajo legislativo que comparte a la par de la docencia universitaria y el periodismo activo. Sigue trabajando por el rescate de la memoria histórica de la nación y dirigiendo los trabajos de microhistoria a través de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. Este es un periodo de recuerdos tristes para el Dr. Velásquez, no sólo llega con amargura lo que se ha llamado “viernes negro”, sino empieza a ver que la democracia por la que tanto ha luchado se empieza a levantar sobre bases de barro. 
En estos avatares, con la confianza de que el pueblo venezolano siempre logra recuperarse ve con optimismo el futuro, además el pueblo está de fiesta, por lo que integra la Comisión para la Conmemoración del Bicentenario del Nacimiento del Libertador.
En el gobierno de Jaime Lusinchi, el Dr. Velásquez crea la Comisión para la Reforma del Estado (COPRE), una propuesta de país que realiza el Dr. Velásquez para lograr salir de la crisis donde el país parece haberse estancado. Este comité recogió a grandes personalidades de la patria desde intelectuales, docentes, políticos, la iglesia, entre otros. El COPRE comenzó a publicar una serie de obras que empieza a proponer modificaciones para modernizar y democratizar el estado venezolano de la desconcentración y la descentralización. En 1989 es designado como comisionado presidencial para Asuntos Fronterizos. Lo que sigue a continuación es más reciente, dice el Dr. Velásquez (vuelve a pedir otro café a Betulia). Sonríe el Dr. y me dice que ese periodo de los noventa y los principios del siglo XXI no debe ser tan ajeno a mí. Y en parte es cierto, le comento que aun cuando estaba lejos pude seguir a través de la televisión la caída de Pérez y la elección sabia de llevarlo a él a la presidencia de Venezuela. El Dr. Velásquez me compromete a que seguiré estudiando la historia para contarle a las generaciones futuras la historia reciente de Venezuela.


El Doctor Velásquez ante la prensa


El Doctor Velásquez conversando y aclarando dudas de la historia


El Doctor Velásquez en un acto oficial


El Doctor Velásquez asume la presidencia del país


El Doctor Velásquez como Presidente de nuestro país


Regina, Dr. Ramón J., Doña Ligia Betancourt, Gustavo, Ramón Ignacio y José Rafael 


El Dr. Velásquez con su esposa Doña Ligia de Betancourt y algunos amigos, 
entre ellos el Ex - presidente Luis Herrera Campins.


La prensa anuncia la muerte de Doña Ligia.


Dos grandes de la historia, Manuel Caballero y el Doctor Velásquez


En dialogo ameno con Miguel Otero Silva






El Dr. Ramón J. Velásquez y el historiador José Antonio Pulido Zambrano