*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira
"Todo Castillo tiene un Rey y un Bufón" - estas palabras me las dijo mi padre una tarde solariega en la finca de nuestros ancestros en la aldea Los Paujiles. esto lo manifestaba mientras yo le preguntaba por "Melquiades Vivas", un hombre de carácter jocoso que siempre se la pasaba cantando en la Plaza Bolívar de nuestro pueblo rancheras de la época de Pedro Infante y Jorge Negrete. Melquiades u "Ojitos Verdes" como le llamaban las chicas que el le dedicaba sus canciones.
Y, en efecto, todo pueblo tiene un "Don" y un "Bufón". Siempre nuestra memoria nos lleva a Don Anibal, Don Teodulo, Don Pedro, Don Segundo, Don Altagracia, Doña Simona, entre otros tantos que han ostentado el poder del pueblo desde la Prefectura, desde la Escuela, desde una Bodega o Tienda, Pulpería (Comercio), entre otros cargos, pero a la sombra de estos señores constructores del pueblo han caminado otros que en vez de trabajar se han dedicado a disfrutar, a reír, a tomar, a ser el hazme reír y la vez el que se ríe de todos en el pueblo. Nunca se equivoco el pintor Velásquez al decir y pintar enanos y bufones porque ellos eran el otro extremo, el del poder de la burla. De allí que en San José de Bolívar tenga tanta popularidad "Veinte bolos" que el mismo Alcalde o el Cura, o el Maestro. Sólo por poner un ejemplo, pues "Veinte bolos" es el fiel reflejo de los personajes populares de antaño: Irma Polla, Melquiades Vivas, Marina Me, Andronico Cachirulo y Reinaldo Flores.
Melquiades era un hombre de unos ojos verdes aceituna, de mirada penetrante, un rostro un tanto indiano, descendiente directo de Eugenio Vivas Alarcón, uno de los primeros pardos que se asentaría en el Río Bobo a principios del siglo XVIII. Siempre vi en el rostro de Melquiades el rostro de un Piache, quizá descendiente de esos aborigenes babuquenos que surcaban aquellas tierras de los tiempos primordiales.Casi todos estos personajes de lo risible y el espectáculo están en un contexto del licor y el baile, personajes que se prestan a cualquier morisqueta para ganarse un aplauso, unas monedas y un trago de aguardiente (¡Bueno ellos reciben lo que le den, desde Guarapo al más exquisito Coñac). Así como "Cien Años de Soledad" tuvo su Melquiades, nuestro pueblo también, pero el nuestro no era alquimista ni gitano, el Melquiades "Ojitos verdes" era un hombre de un sabroso hablar popular, a todo le daba música a lo ranchero mexicano, todo para él era una serenata, un baile, siempre enmarcado en el respeto. Melquiades tenía un brazo herido por algún golpe del pasado que le había hecho una especie de masa circular en el brazo, algo así como el Popeye de las comiquitas, el siempre decía: "-Mire mijito, mireme el brazito, deme algo para comprar comida que yo no puedo trabajar". La gente le decía que si les bailaba y cantaba una ranchera lo brindarían aquella noche de parranda, y así fue mientras vivió un enamorado de las fiestas del poblado, su madre Doña Sotera Vivas a veces bajaba al pueblo a buscarlo pues duraba de tres a cuatro días dándole parejo y dormía donde Dios le proveyera techo.
Melquiades Vivas u "Ojitos Verdes" era oriundo de la aldea Los Paujiles
Otro personaje que nos enamoró en la época de los ochenta y noventa fue "Irma Polla", una amante de los velorios y los novenarios. Nunca jamás he vuelto a escuchar oraciones tan largas y hermosas como las que recitaba Irma. Ella al igual que Melquiades era una amante del chimu y del aguardiente. Nunca, al igual que Melquiades, ofendió a nadie. Era costumbre de ella llegar a los velorios y estar acompañando al difunto para que no se quedara soló. A pesar de su grotesco aspecto irradiaba una espiritualidad única, ya que era una voz cíclica de oraciones, de una memoria virtuosa como pocas, siempre la recuerdo con sus dos mechas y oliendo a humo. Siempre me decía: "- José Antonio mi abuela fue una india por eso a mi no me salen canas", con el tiempo hasta aprendí que a los aborígenes también los atrapa las nieves del tiempo.La voz de Irma era una voz ronca y chillona, de esas que se le meten a uno por los oídos y son difíciles de sacar. Cuanta falta le hace hoy día a los velorios las letanías de "Irma Polla".
Irma Polla
Otra que jugo al jolgorio, fue Yolanda, una mujer agradable en el habla hasta que se "tomaba unos michitos", allí era cuando Yolanda se transformaba como decían los viejos en la "Reina de la Parranda", y si había miche y música allí la tenían hasta que el cuerpo aguante.
Yolanda, la Reina de la parranda
Y si un rostro nunca estaba limpió, ese era el de "Reinaldo Flores" o "Reinaldo Huecas". Caracteristico en él su casco y sus botas, lo que se conocía a metros por su edor. Por ello quizá la gente le daba miche, se reía de él, pero casí siempre uno lo veía hablando sólo, como los locos decían en mi tiempo. Siempre tenía la boca llena de chimu y varias personas decían que él hablaba sólo porque los espíritus errantes lo buscaban, cosa que nos causo mucha curiosidad al visitar la casa de este personaje y ver que la misma esta cubierta de muchas contras y cruces. A todos les dice que en la noche a su casa llegan brujas y demonios, por eso siempre anda cruzado y con un collar de ajos.
Reinaldo Flores o "Reinaldo Huecas"
Capilla de la Casa de Reinaldo Flores
Casa de Reinaldo Flores caracterizada por estar rodeada de cruces
Figuras amorfas y cruces en las paredes de la casa de Reinaldo Flores
Entre contras y propaganda política se ven las cruces de Reinaldo Flores
Por su parte, al pueblo siempre lo circundo un hombre de lentes oscuros, de día o de noche los cargaba, unos dicen que por problemas de visión, otros que era una de las tantas rarezas de los personajes típicos de nuestro pueblo. Este hombre se llamaba Abraham Cachirulo y siempre lo acompañaba una yegua a la que había bautizado "Estrellita". No ver a Abraham Cachirulo sin su yegua no era ver al personaje, dicen que cuando murió el animal el cayó en una depresión tan fuerte que murió de tristeza.
Abraham Cachirulo
Y aquellos que se les ocurría gritarle: " - Meeeeeeeeeeeee ..."
Si Marina, la hija de Yubijilda, la señorita Marina. Todos la molestaban por su fealdad y le decían "Marina Mee". y todos a correr porque piedra que viera, piedra que volaba por los aires y no importara quien pasara si se atrevían a gritarle su sobrenombre. Siempre cargaba una bolsa plastica llena de más bolsas para pedir mercado. A pesar de su mal genio, lo característico de Marina Me era que siempre parecía que estubiera sonriente con su gran dentadura.
Marina Me