sábado, 27 de diciembre de 2014

JUGANDO LA GÜIJA EN LA PLAZITA SAN JOSÉ (Leyenda de San José de Bolívar)

* José Antonio Pulido Zambrano


Me cuenta una amiga, que estudió en el Liceo de San José de Bolívar, que debió terminar el bachillerato en la ciudad de Caracas por problemas de brujería a su querida madre en el poblado.
Eran mediado de los años setenta, San José de Bolívar había sido seleccionado como pueblo piloto para el proyecto de "Casa-Hogar", el cual consistía en dar albergue a niños, niñas y adolescentes que no tenían una familia estable. Fue así como muchos niños sin padres encontraron una gran familia en el poblado, varias casas abrieron las puertas a estos niños.
Entre la gran variedad de infantes, venía una niña, un poco retraída, de cabello negro intenso, así como unos ojos azul cielo y de una piel muy blanca. La familia quedó enamorada de aquella niña, quien de una vez fue inscrita para terminar el sexto grado en la Escuela Básica "Regina de Velásquez". Con ella sólo venía un morral con dos vestidos y una vieja maleta llena de cartas antiguas, retratos en blanco y negro, y algunos otros objetos que la familia consideró eran los recuerdos de la familia de antaño de la niña.
Todos los niños del poblado querían sentarse al lado de la niña con ojos de cielo. Pero por más que le buscaban conversa ella siempre le gustaba andar sola.
El tiempo fue pasando y la niña se hizo adolescente y su cuerpo empezó a hacerse más cercano al de una bella mujer. Desde que había llegado la familia que la había recibido, de apellido Urbina, siempre la llevaban al medico pues en su cuerpo blanquecino siempre aparecían moretones, sin haberse golpeado o sufrido un maltrato por el estilo.
La niña ya adolescente empezó a mostrar una ojeras, por lo que el medico residente le envió un tratamiento para mejorar el sueño. La familia la escuchaba hablar mientras dormía diciendo cosas incomprensibles.
Un día, ella amaneció sin ojeras y sin moretones, empezó a ser más sociable con sus compañeros en el Liceo, hasta se permitió tener un novio. Su conducta apacible se transformó en liberal y un poco explosiva. No hacía caso. Llegaba tarde a la casa. Empezó a ingerir alcohol en la plaza Bolívar con el grupo del Liceo.
La madre adoptiva (sí la podemos llamar así) empezó a regañarle y a encerrarla para no dejarla salir tan tarde. Pues en la casa vivían tres hembras más y el hijo único, un varón.
Las ojeras volvieron y los moretones. La gente de la cuadra achacó eso a golpes de la madre sustituta. Pero la madre nunca había golpeado a la muchacha. Para evitarse problemas permitió que la muchacha volviera a salir de noche.
Ese día ella salió con la vieja maleta, los padres (adoptivos) imaginaron que les iba a mostrar a sus amigos los recuerdos de su antigua familia, de la que nunca hablaba. Lo cierto es que nadie había imaginado que había de más en aquella vieja maleta. Esa noche en la plazita San José, siete jóvenes, entre quien se encontraba la muchacha con ojos de cielo, realizaron un Acto del que pocos sabían en el poblado, incluso el mismo sacerdote.
En la vieja maleta, aquella noche, la muchacha de ojos de cielo, sacó un tablero dotado de letras y números, a la que llamó "GÜIJA", ella les explicó que eso servía para entablar contacto con los muertos, los otros muchachos, como todo joven de esa edad, tomaron aquello como un juego más. Una broma de la chica con ojos de cielo. 
Ella pidió que se tomaran de la mano, entonó una extraña invocación. Luego mostró a los chicos del grupo un triangulo de madera en cuyo centro estaba dibujado un ojo. Pidió que todos tomaran con sus manos ese objeto y colocándole sobre el tablero preguntó a un supuesto espíritu que diera el nombre de quien le molestara de los presentes para que se fuera, la tabla indicó el nombre de dos de los muchachos, quienes creían que era una broma de la muchacha de ojos de cielo que movía a su antojo el triangulo, los muchachos decidieron marcharse.
Tras haberse marchado, cuando iban llegando a la plaza Bolívar los muchachos escucharon un fuerte ruido a sus espaldas, parecía como si un toro estuviera corriendo en las calles cercanas. Al alzar la vista vieron un especie de haz de luz sobre la plazita San José. Sintieron temor y corrieron directamente a sus casas.
En esa época no había Internet, ni la biblioteca del pueblo poseía libros para explicar aquel fenómeno.
Al otro día los dos jóvenes notaron a sus amigos un tanto huraños, esquivos y con unas ojeras muy notorias. Uno de los jóvenes que no había participado en el juego diabólico, se acercó a uno de sus amigos y este con temor a no ser visto por la chica de los ojos de cielo, le dijo que la noche anterior habían hecho algo muy malo, que ellos habían invocado a un espíritu, que resulto ser malo. Que él quería confesarse. 
Los dos jóvenes se dirigieron a la iglesia para hablar con el sacerdote.  
Mientras en la casa de la muchacha todo empezó a cambiar, las tres hijas verdaderas del matrimonio vieron como su madre se comenzó a enfermarse, se puso muy delgada y blanca, con grandes ojeras. El esposo que creía que a su esposa le habían hecho mal de ojo del negro, que a veces se le hace a las personas mayores, llevó a su mujer a un brujo en las cercanías de Pregonero, de donde eran oriundos.
Allí el brujo les dijo que a la mujer le habían metido un sapo en el estomago. Qué alguien había colocado tierra de cementerio un su hogar y que en su casa habitaba un espíritu maligno que estaba matando poco a poco a la señora. Les recomendó rociar la casa con palma bendita y cariaquito morado. Les mandó a colocar hojas de sábila detrás de las puertas. Y que de ser posible cambiaran de ambiente, es decir, se fueran lejos del poblado, pues el mal estaba en esa casa.
Cuando la familia regresó, se encontró que la muchacha con ojos de cielo se había mudado a otra casa del sector de El Cementerio. El hijo varón que nunca le había gustado aquella muchacha empezó a revisar las matas de helecho que su madre cuidaba y cual sería su sorpresa al encontrarse una bolsita llena de tierra, la que supusieron era tierra de muerto. El joven sacó aquello de la casa y fue y la vertió de nuevo al cementerio.
Como era de esperarse, la familia se fue del pueblo. A la madre la tuvieron un tiempo en Peribeca, pues un médico que la vio sugirió que ella sufría de trastorno de personalidad múltiple. Esa fue la explicación científica, la del rumor fue que a la mujer le habían hecho maleficio y le habían incrustado un sapo en la barriga.
La casa permaneció por mucho tiempo deshabitada, hasta que fue comprada por otros dueños, quienes sabiendo del rumor de brujería, antes de instalarse en ella, llevaron al sacerdote para que bendijera aquel lugar.
La muchacha de ojos de cielo, siguió viviendo un tiempo más en el pueblo. Cuentan que un día la vieron abordar el autobús de San José de Bolívar a San Cristóbal, con una mochila llena de ropa y una vieja maleta, que no descuidaba por nada.