*José Antonio Pulido Zambrano
El reloj de José, apodado "El Bobute" sonó a las tres de la mañana. Ese día debía viajar a San Cristóbal. El autobús de turno no tardaría en empezar a recoger sus pasajeros.
José notó que el reloj se había quedado parado al marcar la hora tres y tres de la madrugada. Sintió un escalofrío pues se notaba en el pueblo de San José de Bolívar un silencio total muy poco habitual. Era primero de noviembre. Su mamá le había dicho que ese día no viajara.
José era incrédulo, de poco ir a misa.
Tomó el detalle del reloj como si el aparato por los años se hubiese dañado.
Se vistió, tomó café y abrió la puerta de la calle. Una niebla opaca inundaba el ambiente. Se asomó y no vio nada, era poco común ver esa neblina en noviembre.
En ello escucho que algo cayó sobre el techo de su casa, como cuando tiran tierra sobre algo. José sintió recelo por ese hecho, pero imaginó que eso eran cosas de los gatos.
Termino de tomar el café, tomó su maletín y se dirigió a la plaza Bolívar, a buscar el autobús de turno. La niebla no lo dejaba ver en la lejanía. Era como si alguien estuviese quemando porque la niebla se desplazaba de una forma extraña, como si estuviese viva.
Cuando iba llegando a la Caja de Agua le pareció ver la silueta de una mujer, pero se dijo para sí mismo que eso era cosas de la niebla, donde cualquier sombra semejaba cosas que no eran reales.
Al llegar a la casa de don Olinto Rojas detalló que en efecto, una mujer iba delante de él, sólo que él veía su silueta en sombras, imaginó que era otra persona que iba a buscar el autobús.
Él empezó a adelantar el paso y alcanzar a aquella mujer. Pero por más que intentaba darle alcancé siempre le parecía verla más distante.
Al llegar a la Cruz de la Misión, la niebla se disipó y pudo ver con más claridad a la mujer que seguía. Le chocó la vestimenta de ella, pues iba vestida de novia, por lo que él sabía esa noche no se había dado ningún matrimonio en el pueblo para pensar en una novia ofendida que huía de su fiesta de matrimonio.
José gritó que le esperara. Le sugirió que atenuara el paso, que él no quería hacerle daño, que más bien se podían hacer compañía.
Una risa siniestra se escuchó a sus espaldas, Sintió nervios, voltio para ver quién era y sólo percato que la niebla lo envolvía, eran varias manos de humo que lo abrazaban. Él cerró los ojos y grito:
- Ave María purísima.
Cuando la niebla se volvió a ir, se encontró de nuevo frente a la Caja de Agua de El Topón.
Sobre la Caja de Agua vio a tres mujeres que desnudas bailaban alrededor de una fogata mientras curtían su cuerpo con la sangre de tres gallos negros que llevaban en sus manos.
José que ya había entendido que eso era algo del maligno, salió corriendo hacia la casa de su mamá. Pero antes de llegar se vio de nuevo envuelto en la niebla, que como muchos brazos lo tomaban y volvía a parecer frente a la Caja de Agua, esta vez sobre la Caja de Agua sólo había una mula que parecía sonreírle de manera diabólica. Volvió a huir del lugar pero siempre la niebla lo llevaba al mismo sitio, a lo último se encontró que sobre la Caja de Agua estaba la mujer vestida de novia, sollozando, de espaldas. José sintió pena, pensó que podía ser un Alma en Pena que necesitaba algo para dejar de purgar, así que con mucho miedo subió a la Caja de Agua, se acercó y cuando intentó voltear a la mujer para verle el rostro el susto fue grande.
La mujer tenía los ojos llenos de sangre y una dentadura infernal. Se oyó un chillido. El piso de la Caja de Agua empezó a estremecerse y a desmoronarse y él en ese instante fue devorado con el espanto hacia el abismo...
En eso sonó un reloj, encendió las luces, eran las tres de la madrugada. José estaba consternado, en eso escucho que sobre el techo tiraban como tierra, José tomó el rosario y empezó a rezarle a la Virgen del Carmen. Así estuvo hasta el amanecer.
Al otro día cuando le contó lo sucedido a su mamá, esta le dijo que esa era La Sayona, una mujer que en los años cuarenta se había enamorado de un alemán que visitaba con regularidad a Queniquea y San José de Bolívar. Ese hombre habría prometido volver el día de las Animas para casarse, pero nunca regresó, por lo que la mujer le echó la culpa a las Animas, y estas le castigaron manteniéndola en pena, deformando su hermoso rostro y cambiando su voz por un chillido espeluznante.
Desde esa época a ese espanto que sale en El Topón, la gente lo llama Sayona (por su aspecto demoniaco) o La Novia de El Topón.