jueves, 30 de julio de 2015

DOÑA VICTORIA MÁRQUEZ DE VIVAS, EL SABOR DE LA GASTRONOMÍA DEL RÍO BOBO

Por: José Lubín Pulido Chaparro


Nació en San José de Bolívar, por los lados de El Topón, el 9 de mayo de 1926. Sus padres Román Márquez y Efigenia Vivas. Su abuela fue Doña Ninfa Márquez. Sus hermanos: Benigno, Pío, Eleticia, Pedro, Cleodomiro, Eloisa, Rosa Elena, Ramona y Ana.
                  Sus padres la dejan al cuidado de doña Mañuela Paz de Pulido cuando apenas contaba con siete años de edad, a esa temprana edad ayuda a la crianza del hijo primogénito de los esposos Pulido Paz. Su nueva vida no fue fácil. Doña Manuela era severa y estricta, recibe de ella una excelente educación y formación hogareña que le sirvió en su vida, allí permaneció hasta los dieciocho años, cuando casa con Julio Vivas, de su matrimonio son hijos: Virginia, Carmen y Adrián. Bajó su responsabilidad están también sus dos hermanas menores a quienes encamina por el buen sendero, pero allí no termina su brega, contribuye en la crianza de varios de sus sobrinos políticos, y los ayuda en sus estudios. Para ayudarse en su vida forma una pequeña Pensión, hace comida a comensales que así se les llamaba en ese tiempo, un suculento almuerzo valía un bolívar.
                  Empieza a trabajar en el comedor escolar cuando lo fundaron, hará más de medio siglo, ganando cuatro bolívares diarios. Un buen día da cuenta que en el sobre decía doce bolívares de salario, este detalle y otros desafueros le hicieron desistir del trabajo, su sana formación habían moldeado en ella una persona de una clara honestidad, renuncia y se dedica por entero a su Pensión. Con su esposo crían cochinos. A su memoria llegan recuerdos:

Les hice comida a quienes construyeron  la prefectura en 1946, a los obreros  que hicieron la casa cural, a la gente que estuvo en la construcción de la Escuela Regina de Velásquez, a obreros que trabajaron en la construcción de la Iglesia en 1960, a los que construyeron las cloacas, los que estuvieron trabajando en la Medicatura, a quincalleros que venían para las fiestas de San José, a gentes del Ejecutivo, a don Segundo Pulido y sus hijos. A don Pedro Pulido le hice comida por más de treinta años. Muchas personas necesitadas me pedían comida y jamás se las negué. Yo trabaje mucho en mi vida. Doy gracias a quienes me han ayudado.