sábado, 10 de enero de 2015

LOS PASTELES DE DOÑA MAXIMINA

* José Antonio Pulido Zambrano


El San José de Bolívar de antaño fue un pueblo estático, calles solariegas y casas pintadas con cal, un silencio abrazaba a sus habitantes, el mayor ruido lo hacían las campanas de la iglesia, campanas hechas en una fundición de la población de El Cobre para ser colocadas en la torre de la antigua iglesia en los días de la fundación del pueblo. Era esta época un tiempo de mucha pobreza, las vías de comunicación no permitía que al pueblo llegaran las grandes novedades como a otros pueblos. "Hasta al Diablo le daba pereza ir a nuestro pueblo" - recordaría años después don Apolinar Labrador.
Era la época en que los platos principales en los hogares rioboberos era la sopa de arveja, el Pichón, arepa de maíz pilao, queso y sanes. En este contexto de los años cuarenta aparece doña Maximina García, cuyo peculiar aporte al pueblo sería un local modesto para la venta de pasteles y aluna que otra comida a visitantes esporádicos gente de las aldeas cercanas los fines de semana o los días dedicados a celebraciones de corte religioso (semana Santa, Misa de San José, Misas de Aguinaldo y Posadas, Visita de Obispo, entre otros).
Los pasteles de doña Maximina eran hechos de carne o pollo, acompañados de aguapanela, chicha o masato. El sitio donde vendía sus alimentos estaba a una cuadra de la iglesia, en la esquina que se conocía con el nombre de Barro hondo, que luego con la tergiversación del idioma paso a llamarse Barrio Jondo. Se debía el nombre de este lugar porque era la única esquina del poblado alrededor de la plaza que no tenía calles empedradas por lo que en tiempo de invierno era un lodazal de barro, unido a esto era la esquina donde la gente de caballo o mula dejaban sus animales amarrados en un botalón de madera construido para tal fin frente a la casa de don Modesto.
Los domingos, hombres, mujeres y niños guardaban alguna moneda para ir y probar alguno de los famosos pasteles realizados por Doña Maximina. Ademas de pasteles, doña Maximina preparaba una sopa de arvejas acompañada de quemaderas y guineo con aguamiel, deguste de quien la probara.