domingo, 1 de febrero de 2015

LA BATALLA DE LAS PILAS (HISTORIA TACHIRENSE)

*Por: Horacio Moreno

Después del triunfo en el sitio de Tononó, el general Castro estudia con inquietud y cautela el movimiento de las tropas del Gobierno que vienen a San Cristóbal en auxilio del general Peñaloza, su enemigo.


General Cipriano Castro

De San Antonio se desplaza el general Leopoldo Sarría, Jefe de la frontera con Colombia, quien conduce tropas de línea y el general Pedro Cuberos trae gente reclutada en el Distrito. Estas tropas venían bien armadas, conduciendo el parque en número suficiente para presentar una batalla. El General Castro había establecido su cuartel general en Táriba, donde organizó los siguientes batallones: "23 de mayo", "Junín" y "Bolívar" con 400 hombres cada uno. Del interior del estado le llegaban pequeños grupos de voluntarios a engrosar el Ejército Rastaurador. En uno de ellos venían de Pueblo Hondo; Emiliano Aldana y Elías García Moreno, mi padre.
Contento bajaba una pequeña cuesta, de su casa al camino, cuando dos soldados se le acercaron y lo invitaron a unirse a la Revolución. De inmediato lo bautizaron con el nombre de "Caparratón". No había cumplido los 18 años. Aquellos soldados bonachones, sombrerosos de cogollo, machetes terciados, desnudos y bamboleantes siguieron comentado los sucesos, derrotas del Gobierno y cuidado en el camino.
En la planicie de Llanetes enrolaron a Emiliano Aldana de 20 años de edad. Su figura alta y juvenil, el paso firme, carácter insumiso, vivaz y fortaleza de ánimo, anunciando una personalidad de aventura y decisión.
Ellos dejaron la tierra fría de su nacimiento, el ardor de las manos sobre el surco y el esfuerzo creador de las almas salidas de la fragua para embellecer su vida transitoria.
a Táriba, donde se hallaba el General Castro con su Ejército llegó el Coronel Olivares de Colón con otro grupo de hombres, que perseguían idéntica finalidad: Existir, colmar el espacio y el tiempo, combatir en todas partes para implantar el orden y permanecer con la vida de nuestros pueblos, luchando por su grandeza y consolidando el sentimiento nacional.
El general Eleazar López Contreras en su obra El presidente Cipriano Castro dice, refiriéndose a los movimientos del Ejército Restaurador: "El caudillo con tropas selectas y provenientes de Colón, Michelena y Lobatera, al mando del coronel Olivares, fue a establecerse entre Palmira y Muchileros, atento a los movimientos del adversario para destruirlo".
Entre el día 26 de mayo y la mañana del 27 estuvo en constantes maniobras tratando de descubrir la marcha de la columna enemiga. En la tarde del mismo 27, cuando los cuerpos de observación y vigilancia pudieron comprobar que Sarría y Cuberos después de cruzar por Lobatera y seguir por el camino de El Junco para caer a Las Vegas de Táriba, remontaban la cuesta de Gallardín con dirección a Toico y Las Pilas, Castro en oposición, emprendió marcha al trote como a las 4:00 pm., pasó por Táriba y siguiendo el camino de La Machiri y El espinal, estuvo tan cerca de las avanzadas enemigas de San Cristóbal que hubo de ordenar no contestar a sus disparos para lograr audazmente incorporarse entre la fuerte guarnición de la plaza y la columna gubernamental de auxilio a Peñaloza. Así Peñaloza no podía moverse de la plaza sin correr el riesgo de verse atacado por la retaguardia o de ser ocupada San Cristóbal por las fuerzas que se habían ubicado en La Popa, al mando del general Prato. El adversario fue sorprendido en sus dos posiciones. Sarría y Cuberos combatieron con denuedo, resultando, herido y prisionero el primero y muerto el segundo. Durante una hora, más o menos, de combate, fueron derrotados los quinientos hombres integrantes de la columna enviada en auxilio de Peñaloza, cuya inactividad aumento el desastre.


Emilio Constantino Guerrero

El doctor Emilio Constantino Guerrero describe la acción en Las Pilas así: "El día 27 de mayo, es decir, tres días después de la acción en Tononó, libró el ejército la segunda batalla, en el sitio llamado de Las Pilas, en la cual también triunfó, perdiéndose también en este encuentro por parte de los invasores las vidas de los comandantes José María Rojo, capitán Jesús Soto, subteniente Cipriano Sánchez y muchos individuos de tropa, y quedando gravemente herido el general Régulo Olivares, comandantes Florentino Vargas y Ernesto Olivares, capitán Román Murillo, teniente Jesús Medina y sargento Carmelo Briceño. Las fuerzas del Gobierno perdieron al general Pedro Cuberos y dejaron prisionero al coronel Leopoldo Sarría, quien cayó herido".
"En esta acción el ejército restaurador tuvo que combatir con un enemigo muy superior en fuerzas, perfectamente amunicionado y que lo atacó por dos frentes, logrando a pesar de todo, vencer".

Ahora, conozcamos la versión que mi padre da sobre el combate en el sitio de Las Pilas:

"Fui agregado al coronel Régulo Olivares, quien contaba con 200 hombres. Yo les llevaba las armas, bestias, cuando las pedían, agua y ayudaba a los demás soldados a amolar los machetes. Después de marchas y contramarchas, unas veces por el camino, otras por potreros, llegamos a la vía que va hacia Paramillo.
Recuerdo que la noche anterior había caído un fuerte aguacero, por las muchas ^champlas^ de barro, parece que las corrientes de aguas caídas de muchos años atrás hicieron profundizar ese camino, hasta casi la altura de un hombre. Por un lado, la fila de pomarrosas con alambras de púas y por el otro, la cerca de alambre. En el camino, cabían dos personas marchando juntas. El General Castro le dice al coronel Olivares:

- Usted va adelante, detrás marcha el resto del batallón. Espero buenas noticias Coronel.

Entramos en la aventura, sin tomar en cuenta sentimentalismos que parecen acompañar a los de la naturaleza"

Durante el relato alguien lo interrumpió así:

"-Don Elías, ¿y usted no sentía miedo?

-¡Nooo! - contestó mi padre. El jefe nos había mandado a tomar un poquito de miche con pólvora. No debíamos mirar hacia atrás. Escuchábamos el relincho de algún caballo contento, que sacaba la palma de su cola, para rabotear el camino.
La tarde caía sobre la montaña de Loma de Pío, cuando la mosca o soldado que oteaba el camino, regresó y le hizo saber al que seguía para que pasara la noticia al Coronel.

- Viene el enemigo a dos cuadras.

El Coronel nos dice:

- Acompáñenme muchachos. 

Se oyen tiros aislados, choque de cuerpos que ruedan, unos sin cabeza, otros sin brazos. Gritos, lamentos, y una confusión enorme. El Coronel avanza con sus soldados. A muchos enemigos los han despojados de sus armas.
Una parte del batallón ha brincado la cerca y por el potrero diezman al enemigo. Por las pomarrosas, otro grupo de soldados restauradores acorralan el grueso contrario y los hace prisioneros. En esos instantes alguien grito:

-¡Viva la Revolución!

Inmediatamente el Coronel Olivares recibió tremendo machetazo, que le abrió un surco del ojo izquierdo a la quijada. El hombre se sostuvo con tremendo valor. No quiso que le retiraran del campo de batalla. 


REGULO OLIVARES (Archivo Dr. Luis Hernández Contreras)

Con la cara cubierta de sangre continuó la lucha, hasta que vio con sus propios ojos que el Estado Mayor enemigo era prisionero de sus tropas. El General Sarría herido y prisionero, y muerto el General Cuberos. Además, todo el parque, que conducían para reforzar al General Peñaloza había caído en poder de las tropas revolucionarias".

Otra pregunta hecha por alguien que escuchaba el relato se refería a las balas:

"Las balas pasaban zumbando como abejas - le contesta.

Después de recoger heridos y muertos, del coronel Olivares se supo que hubo de recibir las primeras curas en el sitio de batalla, luego que había ido a refugiarse a Cúcuta a la curación de la herida y más tarde figuraría como presidente del estado Zulia".

Mi padre acompañó al General Castro desde el Táchira a Tocuyito donde se celebró la batalla el 14 de septiembre de 1899. A mi padre lo distinguía dos rasgos sobresalientes: El carácter reflexivo y la estimable voluntad de ser útil a sus semejantes. Vivió con el patriótico propósito de trabajar por el bien de la comunidad del caserío Hernández, aldea El Carmen del antiguo municipio San Simón. En el año de 1920, recibió el nombramiento de comisario de policía de la aldea El Carmen, cargo que desempeñó sin remuneración por 24 años.
Alguno dirá, que no es necesario ahondar en una vida que no tuvo figuración relevante, sino la que su hijo le hace presentándolo participe de un hecho histórico. Es verdad figuró con el valor de juventud y allí quedó ocupando su puesto en la lista de tantos soldados anónimos. Y como estamos conociendo hechos y hombres, mi padre fue firme en el ideal liberal: Enrollado en su cuello lecía un paño amarillo.
De la atmósfera que atrae los recuerdos del Centenario de la Revolución Liberal Restauradora hay evocaciones que se consumen con el esfuerzo heroico de sus protagonistas. Esto lo digo entregando las palabras con la emoción de esos momentos en que vivió mi padre, dedicados a un ideal hermoso, pródigo en beneficio de la colectividad tachirense a lo que incorporó el General Castro como fuerza política en el acontecer nacional, con un concepto claro del nacionalismo participativo en los destinos del país.