miércoles, 28 de abril de 2010

LA HISTORIA DE LOS PÉREZ EN EL RÍO BOBO (OBRA DE TEATRO TACHIRENSE)

LA HISTORIA DE LOS PÉREZ EN EL RÍO BOBO
(Obra de teatro en tres actos)
Autor: José Antonio Pulido Zambrano.

PERSONAJES:
Eutiquio Pérez Mora
Raimundito Pérez Carrero (Niño de 10 años)
Raimundo Pérez Carrero (Hombre de 80 años)
Hijos de Eutiquio Pérez (Personajes referenciales)

I ACTO
EL VIEJO Y LA MONTAÑA

(Entra a escenario un niño con un canasto lleno de papas, va vestido de kaqui y en alpargatas)
Raimundito: El abuelo siempre me dice que la historia no es un metro, ni un litro, ni un hilo, la historia es algo más. La historia es un río, como el río Bobo donde hay de todo y cabe de todo, en donde se puede andar pescando, hoy es 25 de enero de 1943 y estoy cumpliendo 10 años. Mi abuelo me dice que me pusieron José por el bisabuelo y Raimundo vaya a saber el mundo porque, pero ese nombre le gusta más a él. El abuelo Eutiquio me ha dicho que debo sentirme orgulloso de ser un Pérez, que es un apellido patronímico dice la maestra Irene, ella me dijo que Pérez proviene del nombre Pedro, y Pedro según la Biblia es piedra, así que los Pérez somos como hijos de las piedras, es decir duros ante las adversidades. Eso de saber historia de uno es muy bonito porque quién no sabe de dónde viene no sabe pa´ donde va. “Papior” dice el abuelo Eutiquio. Y como desde chiquitico he sido tan preguntón, más que mi hermano Arcángel, se que el nombre Eutiquio tiene un origen griego y simboliza facilidad y éxito, y debe ser así porque todos los Pérez como dice papá Abraham hemos sido hombre de éxito y trabajo, éxito alcanzado con un trabajo noble y honrado. Qué raro que el abuelo aún no ha llegado, ya está lleno de achaques, voy a buscarlo (Sale).
(Entra a escena un abuelo, lleva una machetilla en sus manos)
Eutiquio: ¿Donde agarraría Raimundito? Ahh yo a su edad también era así, medio espalomado. Recuerdo ver en estos momentos a mi viejo regresar entristecido los días que él llegaba con las manos vacías, cuando estas montañas inclementes no le permitían encontrar algo para traer a casa. El Cobre, de donde soy oriundo, antaño era un caserío de pocas casas alejadas por el aislamiento y el olvido. Cierro mis ojos y aún escuchó los pasos de mi padre en el corredor (Eutiquio cierra los ojos).
(Aparece en escena Raimundo)
Raimundito: Abuelo, donde estaba usted (Eutiquio abre los ojos). Lo fui a buscar al callejón. En el conuco, pero usted ya se había venido me dijo tío Miguel. Ya le llevé a mamá Jacinta el canasto de papas.
Eutiquio: Uhh. Usted me recuerda mucho a mi hermano Rafael María.
Raimundito: Y, ¿ese quién es? Nunca lo había oído abuelo.
Eutiquio: Ese era uno de mis hermanos mayores, él se quedo viviendo allá en El Cobre.
Raimundito: ¡Ah nosotros somos de El Cobre! No lo sabía abuelo. Como usted casi nunca habla de la familia.
Eutiquio: Yo no hablo, porque nadie pregunta. Quiere saber un poco más sobre los Pérez.
Raimundito: Si abuelo, eso me gusta mucho.
Eutiquio: Bueno, primero écheme en ese tarro un poco de aguamiel, porque la garganta seca cuaja la voz de los hombres, y más cuando uno busca hablar de las cosas pasadas, la de los recuerdos.
(El abuelo Eutiquio se sienta en una silla, mientras Raimundo le sirve de una olla, que está al lado del fogón, un poco de aguamiel)
Raimundito: Tome abuelo.
Eutiquio: Ah, ¡papior! que aguamiel más sabrosa, es que esta panela que saca Miguel en La Hoyada es de muy buena caña, de razón el Miguel se ha metido a alambiquero.
Raimundito: ¡Alambiquero! ¿Qué es eso, abuelo?
Eutiquio: Un alambique es un aparato muy moderno, lo último en tecnología, sirve para extraer un aguardiente muy sabroso, pero eso es para adultos.
Raimundito: ¿Por qué abuelo?
Eutiquio: ¡Ahh Raimundito, usted si es preguntón! No es para niños porque lo dice la palabra: agua ardiente, si un niño lo toma le quema la garganta. Además eso de miguel viene de familia, ese ingenio lo tenía mi viejo allá en El Cobre haciendo trapiches en la aldea de Río Arriba, y de allá en El Cobre traje la idea de hacer canales de barro para hacer el acueducto de esta finca. Pero no desviemos el tema, voy a hablarle del origen de su familia. Deje primero que me quite esta faja (Se quita la faja y la coloca a un lado de la mesa, vuelve a probar la aguamiel). Los Pérez de San José de Bolívar somos oriundos de El Cobre como ya usted se enteró, los de nuestra rama familiar, porque hay otros Pérez que vinieron por la Laguna de García de Pregonero, esos son otros. Mi padre se llamó José del Espíritu Santo Pérez y mi santa madre: María del Carmen Mora. Mi padre había nacido en la aldea de Río Arriba. Pues en El Cobre también habían dos ramas del apellido Pérez, uno los de Río Arriba y otros los de Angostura. Los Pérez de Angostura eran bajitos, a diferencia de los Pérez de Río Arriba, los nuestros, eran altos. Yo nací el quince de abril del año mil ochocientos sesenta y nueve, y me bautizaron en la iglesia de El Cobre, el que me echo el agua fue el presbítero Juan Isidro Pérez, y mis padrinos fueron José del Rosario Zambrano y María de la Concepción Montoya. Por mi padrino José fue que me dieron mi segundo nombre, por eso me llamo Eutiquio del Rosario. Mis otros hermanos fueron José de los Ángeles y Rafael María, y la que más me consentía era mi hermana mayor de nombre María Leona. Luego mi padre se mudo a una aldea de El Cobre llamada “El Topón”.
Raimundito: Ala, abuelo, y usted como sabe tanto.
Eutiquio: Porque mi papá aparte de enseñarnos la profesión más hermosa y honrada, la de labrar los campos, procuro que aprendiéramos a leer, escribir, sumar y restar, por ese tiempo habían maestros itinerantes, muchos de ellos de Pamplona, Colombia, maestros que iban por los campos y cobraban algunas monedas por enseñarnos. Luego a José de los Ángeles como era el mayor lo mandaron a El cobre a ver clases con el maestro Espíritu Morales, y como yo era tan preguntón, así como usted es, siempre que llegaba José le preguntaba y él muy paciente y con alegría tomaba un tizón y nos empezó a enseñar las letras y así fue como aprendí a leer. A mi madre Carmela, porque así la conocieron en la aldea como Carmela, le encantaba que le leyéramos parte de una Biblia que nos había obsequiado el padre Juan Isidro Pérez, papá decía que este cura era familiar lejano nuestro. Eso de leer y escribir me sirvió de mucho para más adelante redactar documentos y ser Comisario de la aldea.
Raimundito: ¡Ahh, que interesante abuelo, yo ya también estoy aprendiendo las primeras letras. ¿Y la abuela Edelmira?
Eutiquio: En esas tardes de jornal, de ir a recoger café a la aldea de Angostura, en el sitio donde había tenido ocasión una de las batallas de la Independencia que llevaba por el país El libertador simón Bolívar, en esos aledaños vivían los Mora. En esos cafetales mientras entonábamos cantos con mis hermanos, llenando canastos con pipas rojas conocí a su abuela Edelmira. Y al tiempo nos casamos, aunque no fue fácil, a mí me costaba mucho para verla a ella, porque el papá era un hombre de mucho carácter; un hombronon, el que más se parece a él es su tío Pedro María, ese salió a los Mora.
Raimundito: Y, ¿cómo es eso de enamorarse abuelo?
Eutiquio: ¡Ah Raimundito! Como le explico. Usted ha comido esos alfondoques de panela blanca que saca su tío Miguel Arcángel  en el trapiche.
Raimundito: Si abuelo, son riquísimos.
Eutiquio: ¡Ahh, bueno, así es enamorarse! El amor, el bonito, el verdadero amor es dulce, pero no empalagoso, así como esa panela blanca que hace su tío. Yo me enamore de su abuela porque ella tenía una voz preciosa, pero a pesar de que yo ya sabía escribir, me costaba era hablar. Eso sentí como si tuviera un poco de bichos en el estomago cada vez que la veía. Un día fui a visitar a mi madrina Concha, y cuál sería mi sorpresa, ella estaba allí, ayudando a hacer un bizcochuelo porque venía una paradura de niño. Ese fue el momento ideal, la invite al baile, porque mis papás eran los padrinos de la paradura de niño, pero me dijo que ella era una mujer decente, que si yo era decente fuera hablar con sus padres.
Raimundito: Y usted que hizo abuelo.
Eutiquio: Pues ni corto, ni perezoso, me arme de valor, y, ¡papior! me dije, y al otro día fui a la casa de don Cirilo y doña Dolores, ambos amigos de mi papá. A ellos les extrañó que yo los visitara así, pues siempre que iba era por el trabajo o a cambiarle papas por queso. ¡Uhh!, porque su abuela hacía un queso riquísimo. ¡Uhh! (Se rasca la cabeza). ¿Dónde iba?
Raimundito: Que usted fue a casa de la abuela Edelmira.
Eutiquio: ¡Ahh, si! Me arme de valor y le dije a don Cirilo que me permitiera llevar a Edelmira a la Paradura del niño en casa de madrina Concha. Don Cirilo me oteó, y sin más aspavientos me preguntó: ¿Acaso usted tiene amoríos con la María Edelmira? Yo me quede privado, no esperaba aquella reacción. Pero cuando uno enjalma una mula debe saber que la carga es difícil. Le dije que no, pero que si él me permitía me gustaría visitarla con más frecuencia. Y en la Paradura del niño baile con su abuela la perrabaya y el pato bombiao. Y ese día ella me aceptó el pañuelo.
Raimundito: ¿El pañuelo abuelo?
Eutiquio: Es decir, Raimundito, aceptó ser mi mujer. Y yo de lo más contento, como gallo en gallinero nuevo. Y así fue como empezó el amor y a los meses le propuse el casorio, lo cual aceptó. Yo me fui formando Raimundito, me formé hombre, aprendí a rezar, a esas cositas y tal; entonces fue que resolví casarme, porque la mujer es una compañía incomparable, la falta que hace. Me case de veinte y dos años. Eso fue un día muy bonito pa´ mí. Recuerdo esas palabras mágicas que dijo el padre Manuel Cárdenas: - María Edelmira Mora Sánchez, aceptas como legítimo esposo a Eutiquio del Rosario Pérez Mora. Las lágrimas de sudor por los nervios corrían por mis manos y se calmaron cuando ella me dijo: - Sí. Luego nos fuimos pa´ El Topón, con mis hermanos y los hermanos de Edelmira. Los testigos de mi boda fueron mi compadre Juan salvador Pernía y la comadre Felipa Escalante.
Raimundito: ¿A dónde se fue a vivir abuelo?
Eutiquio: En esa época el hombre que se casaba, como decía mi abuelo “el que se casa, casa quiere”. Todos mis hermanos y amigos de mi padre en la aldea me ayudaron a levantar una casita de bahareque y en ese nido de amor nacieron todos sus tíos: Rufino Abigail, Tobías de Jesús, Pedro María, Rafael Ángel, Salomón, Miguel Arcángel, Salomón de Jesús, Juan Vicente y María Betzabeth. ¡Ahh y su padre José Abraham!
Raimundito: Abuelo, yo creo que usted se equivoco, nombró al tío Salomón dos veces.
Eutiquio: No Raimundito, pocas veces me equivoco, Tuve dos hijos con ese nombre, uno me nació el 11 de mayo de 1901, pero se murió el carricito, por ello años después cuando tuve otro hijo le puse Salomón de Jesús. A ese lo enterré en el cementerio de El Cobre. Fue un golpe muy duro, no hay nada más triste que ver morir a un hijo.
Raimundito: Soy muy niño para entender eso de la muerte, pero el sábado pasado fui a un velorio de angelito, y hay que ver como cantan de bonito a la muerte nuestros campesinos. Tuvo usted bastantes hijos abuelo.
Eutiquio: Eso es natural en los Pérez, espero usted siga la tradición porque no hay nada más bonito que una familia grande. Y en esos tiempos había que trabajar fuerte para mantener tantos hijos, en ese tiempo, yo no sé cómo decirle Raimundito, la comida la hacían así un poco como tronchada. Echaban en una olla grande; carne, arvejas, guineos y yuca picada, y hacían un ajiaco. Por ese tiempo no había tazas como las hay ahora, entonces eran de barro y las cucharillas de palo y para tomar aguamiel y café usábamos unas taparas. En la mesa comíamos todos juntos; yo siempre al lado de Edelmira. Era una mesota grande, larga. Nos sentábamos a comer lo que Dios nos socorría. Esa comida alentaba en toda forma, porque difícilmente la gente se enfermaba. En esos tiempos la gente se sabía conservar, a pesar de que la vida era un poco animalada. Había que ver trabajar la gente en la época de mi papá, daba gusto verlos, debajo de un palo de agua, deshierbando yuca, o apio, sanes, o lo que fuera; era como que no llovía, aunque les corría el aguatal por la barba. Era gente muy guapa eso Pérez antiguos para el trabajo. Y ya por hoy dejemos las historias, váyase a su casa antes que Jacinta lo regañe por mi culpa, mañana vuelve y seguimos con la historia de los Pérez (Sale de escena Raimundo, y Eutiquio va a uno de los laterales y saca un baúl, del que empieza a extraer papeles).

II ACTO
FAMILIA Y ALDEA

Eutiquio: La vida es una historia. ¡Bueno, la vida de uno, es una gran historia! Hablemos de la vida de los ancestros de papá, de la familia de él. Los Pérez; los primeros que llegaron a estas tierras fueron dos hermanos, vinieron con el capitán Francisco de Cáceres, el fundador de La Grita, uno se llamaba Marcos y el otro Adrián. En estos viejos documentos que atesoro como mi vida, dice que el 25 de abril de 1578, don Francisco de Cáceres dio hatos de ganado a estos, por los servicios prestados a la corona española. Más adelante uno de estos hermanos, me refiero a Marcos Pérez declara en 1611 en el cabildo de La Grita ser el descubridor de unas minas de cobre en tierras de su propiedad en el valle conocido como San Bartolomé, cerca de un volcán al que llamó “Bermejo Grande”, a poco más de tres leguas de La Grita. A este ancestro nuestro se debe el nombre de San Bartolomé del Cobre.  Ahora ustedes pensaran que yo fui el primer Pérez que piso las tierras del valle del Espíritu Santo, ¡pues no! Este Marcos Pérez aparte de descubrir las minas del cobre en el valle de San Bartolomé recibió de don Francisco unas tierras al pie del paramo, ese paramo que recibiría luego el nombre de “Páramo de los Noguera” o “Cimarronera”, esa encomienda del valle del Espíritu Santo se perdió luego. En el segundo viaje de Cáceres, el de 1580, viene un tercer Pérez, de nombre Martín. Este Martín Pérez llegaría en 1582 y se instalaría en La Grita. La segunda generación de Pérez fue relevante en nuestra historia regional, por decir algo, ¡lo que era la gente de ese tiempo! En esos papeles viejos aparece que en 1611 Simón Pérez del Basto explorando las tierras del valle de San Bartolomé mientras va de cacería. En 1617 otro Pérez, me refiero al capitán Juan Pérez de Cerrada en batalla campal con los indios motilones aprisiona 800 indios y mata un buen numero de ellos, eso es triste pero es la historia, así está en el viejo archivo de La Grita, llore de tristeza cuando descubrí esa historia, esa leyenda negra de nuestra raza española, pero es que los motilones no eran unos angelitos, en Queniquea habían despedazado a machetazos al español Juan de Medina. Como les iba diciendo hubo una segunda generación de Pérez que marcó pauta, me refiero a los Pérez Duque, ellos serían: Martín, Diego y Manuel. En 1619 Martín Pérez Duque se desempeña como Alcalde de La Grita. Su hermano Diego Pérez Duque participó en 1649 en la pacificación de los indios Oropes y Manatetas, donde pierde su vida. Diego Pérez Duque estaba casado con doña Teresa de Castilla. Dice en su testamento ser viuda de Diego Pérez Duque y poseer en Bailadores a los indios Uracaes y Guariquenas, en Lagunillas a los indios Tusaquíos y en La Grita los Omuquena y Caricuena y tenía un hijo: Antonio Pérez Duque. En 1657 este Antonio Pérez Duque será Alcalde Ordinario de La Grita. Y podía seguir hablándoles de mis ancestros y no acabar, en ese mismo año que Antonio Pérez Duque es Alcalde de La Grita, al capitán Antonio Pérez de Lima se le entregó media estancia en el valle de San Bartolomé del Cobre. Luego vendrá un percance familiar en los años de 1700, no se recuerda bien el año, porque el abuelo sólo lo contaba así, que un Lázaro Pérez había tenido pleitos de honor con un tal Pedro de Silva, pues este último había deshonrado a su hija María de la Rosa Pérez. Pero este fue un siglo de querellas familiares y de afincamiento en esta tierra de gracia, en esos vericuetos don Marcos Mora acuso al tatarabuelo Luis Pérez de haberle amenazado de meterle una “cuarta de hierro”, es decir una puñalada, además de gritarle “zambo”. Y esto no es de extrañar ya que eran los tiempos de la limpieza de sangre como contaba el abuelo. Estos percances de guerra de clases llevaron no sólo a El Cobre, sino a toda Venezuela a un distanciamiento con el gobierno español, fue allí cuando otro de mis ancestros se hizo comunero para defender al pueblo, pero también tuvimos ancestros que seguían apoyando la monarquía, al Rey. De allí el caso en 1796 de la esclava María Asunción Pérez quién solicitó amparo al gobernador de Maracaibo, por saber leer y escribir, contra su amo José Pérez en El Cobre, o la participación el 30 de junio de 1808 de Domingo y José Pérez en la escuela patriótica que estableció el Obispo Hernández Milanes en La Grita. Pero la tradición esclavista en la familia no se acabó con esto, ya que en los libros antiguos aparece de 1813 a 1818 el nombre de Antonio Pérez con varios esclavos en la región. Pero esto se derrumbó con la Guerra de la Independencia y la familia Pérez se replegó montaña adentro para seguir cultivando y las manos esclavas fueron establecidas por nuevos Pérez, que entendieron que Venezuela y El Cobre eran otros. En este contexto de crear nuevas haciendas y fincas nació mi padre José del Espíritu Santo Pérez (Guarda los papeles en el baúl). La vida de uno es una historia y los Pérez como hemos visto hemos sido parte de esa historia, no lo digo yo, lo dicen estos viejos papeles que con tanto celo guardo el abuelo y que mañana le entregare a Raimundito (Sale). 


III ACTO
80 AÑOS DE ALEGRÍAS Y SOLEDAD

(Entra a escena un Raimundo mayor, lleva en sus manos un velón encendido)
Raimundo: Dicen que en la vida todo es necesario saber uno; así me lo enseñó mi abuelo Eutiquio: “-Mire Raimundito, en esta vida hay que aprender a todo, porque uno nunca sabe cuando lo va necesitar”. Él fue un hombre muy bueno conmigo, eso lo sabe Chucha, era un hombre muy simpático, y nos quería mucho a nosotros. Yo lo conocí allá en la finca de La Hoyada, allá murió. Era un hombre muy útil mi abuelo, y muy sabio a su manera. Conversaba mucho conmigo y me aconsejaba de muchas cosas, me echaba cuentos y chistes, pero también muchas historias sobre la familia, recuerdo cuando hablaba de don Antonio María Pérez, un tío bisabuelo suyo que fue miembro de la Junta de San Antonio del Táchira en 1810 y que éste antepasado nuestro había dicho al Libertador: “Levantad el cuello y sacudid el yugo de ese gobierno opresor que hasta ahora nos ha agobiado”. Por eso siempre he dicho que los Pérez hemos sido demócratas, por eso el abuelo Eutiquio se vino a estas tierras, porque El Cobre no sólo era un semillero de guerrilleros de montaña, sino que era enemigo acérrimo del gobernador de esa época don Eustoquio Gómez. El abuelo optó como en el éxodo de la biblia emigrar con esposa e hijos y encontró la tierra prometida en estos Paujiles de mi alma. El abuelo llegó a tierras de Río Bobo en 1914, él se vino con la abuela Edelmira y sus vástagos. (Al fondo como un recuerdo saldrán a escenario los distintos hijos de Eutiquio y se van congelando en diferentes poses de trabajo, uno con un canasto, otro con una pala, otro con una machetilla, la hembra y los menores con ollas de llevar comida a los obreros). El tío Rufino Abigail llegó de 22 años, Pedro María 19 años, José Abraham 18 años, Rafael Ángel 17 años, Miguel Arcángel 10 años, Tobías de Jesús 9 años, Salomón de Jesús 8 años, Juan Vicente 5 años y María Betzabeth 3 años. El abuelo Eutiquio vino con la idea de comprar tierras y dejar atrás a El Cobre y su historia de candelas en la niebla. Venían de la aldea El Topón y llegó a La Hoyada. Allí comenzó a construir una casa y un trapiche. Los Pérez Mora como se les comenzó a conocer en la aldea Los Paujiles trabajaban con bueyes, muy buenos, traídos de El Cobre y comenzaron a sembrar trigo y arveja. La abuela Edelmira mientras cocinaba en un fogón grande que hizo el abuelo y en esas tardes de silencio y niebla, mientras entonaba viejas tonadas de sus ancestros españoles hacía sombreros de palma, la abuela murió en La Loma, sitio de Los Barros en Queniquea, allá la enterraron. Recuerdo vagamente un verso de la abuela que decía más o menos así:
El niño se ha perdido
su madre lo anda buscando.
Lo encuentra a orillas del río,
de juerga con los gitanos.

            Bueno nada hay de extraño en esa copla, pues por ahí leí en un libro que el apellido Pérez es de origen gitano y cuando conocí España cuando Ramón Elvidio me llevó, hubo pueblos con los que me sentí tan identificado que estuve seguro de recordar al abuelo Eutiquio y ver en esas tierras del viejo continente la tierra ancestral de los Pérez. Quizá por ello nos gusta eso de viajar, de conocer nuevas tierras, de ser alegres. Como decía el abuelo Eutiquio “papior, Raimundito, la vida es como un bambuco, es ritmo y alegría”. El abuelo Eutiquio fue un casamentero por naturaleza, no sólo le compró fincas a sus hijos, sino además le buscó mujer a sus ramas de árbol viejo, fue casando uno a uno a sus hijos. Al tío Abigaíl le compró terrenos en Las Mesas, a tío Jesús en El Táparo, sitio de Caricuena, a tío Pedro María en El Cerro en los predios de Queniquea, a tío Salomón en Samparote, a mi papá en El Cerro cerca de Santa Filomena, tío Miguel y tío Vicente siguieron viviendo con él en La Hoyada, a tía Betzabeth le compro en La Loma detrás de la aldea Los Barros en Queniquea, allá murió la abuela Edelmira. A mi papá le busco de esposa a Jacinta, mi buena madre, Jacinta Carrero Moreno, hija de Antonio Carrero y Carmela Moreno. Eso fue una familia muy bonita, mi papá aprendió buenos valores del abuelo Eutiquio (Al fondo aparece el espíritu de Eutiquio). Abuelo es usted (se restriega los ojos). Debo de estar soñando. ¡Abuelo!
Eutiquio: ¡Ahh Raimundito, usted si ha crecido, todo un hombre como su mi papá! Aún recuerdo el ultimo día que le ví, en su cumpleaños número diez, a los días morí. Recuerda.
Raimundo: Si abuelo. Usted murió dos días antes del día del patrono en ese año de 1943. ¡Esto es un sueño abuelo!
Eutiquio: Eso me pregunto yo, acaso yo también estaré soñando. Sera el morir un sueño. ¡No sé! De ser así que ha pasado en este mundo que veo todo tan distinto.
Raimundo: Si abuelo todo ha cambiado, el silencio hermoso de la aldea lo a arropado el ruido infernal del pueblo. Hoy estoy cumpliendo 80 años y mirando todo en reversa como dicen sus tataranietos hoy día, me siento complacido con el deber cumplido. Todos sus hijos nos hicieron hombres y mujeres de bien, papá Abraham fue un buen padre. Es más uno de mis hijos lleva el nombre de él, porque como usted me decía la historia familiar se debe preservar. Todos mis hijos han sido muy buenos, todos muy buenos hijos, han recorrido el mundo, en esa alma gitana que lleva nuestro apellido, Nilzita fue elegida la Reina del pueblo que lo recibió a usted cuando cumplió 100 años de fundado, el Omar ahora y que resulta es historiador, le gusta eso de la historia y como en nosotros hay tanta historia, hay tiene para rato. Me case con Jesusa Parra, una buena mujer, ella ha sido mi ruana de andino, mi calor de fogón, mi único y verdadero amor. Hemos seguido sus preceptos cristianos.
Eutiquio: Mire Raimundito, a veces los sueños duran tan poco como poco dura el tiempo. Veo en usted el hombre que soñé y sé que mis descendientes, los que llevan mi sangre, por dentro de sí están orgullosos de ser Pérez. No se olvide de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Raimundo: Abuelo, he cumplido y seguido su camino.
Eutiquio: Lo sé, ya debo irme, pero no quiero que pase como el último cumpleaños en que nos vimos. Feliz cumpleaños mijo, que Dios me lo guarde siempre. Feliz Cumpleaños (Eutiquio se acerca a Raimundo y lo abraza, luego sale de escenario, Raimundo queda con los ojos cerrados).
Raimundo: (Abriendo los ojos). ¡Abuelo, abuelo, abuelo! Lo debí haber soñado. Todas las cosas de la vida son un espejo, las buenas y también las malas, para uno fijarse. El consejo que yo doy a mis hijos, nietos y bisnietos, es ser honrado con lo ajeno. Porque ladrón no tiene remedio por ningún lado. Dios me ha premiado – es un poquito feo el decirlo, porque uno no puede nunca alabarse – pero de mis muchachos no me ha llegado una queja nunca, bendito sea a Dios. Hoy puedo mirar a todo hombre con la frente en alto porque seguimos siendo Pérez campesinos, honrados, trabajadores y sobre todo creyentes en Dios. Y si no que lo diga el abuelo Eutiquio desde arriba: ¡Papior! Dios le pague abuelo Eutiquio.

FIN