martes, 3 de agosto de 2010

CUENTOS DE CAMINO EN EL RÍO BOBO: LA LEYENDA DE LAS SORJIÑAS

Compilada por José Antonio Pulido Zambrano.-

No es ajeno en nuestra región el caso sobre brujas, y que la iglesia le halla perseguido en esta región tan remota, como ya señala Lucas Castillo, en su libro La Grita, una ciudad que grita su silencio: “El caso más sonado en esta materia de brujería, se da allá en el año 1773, en contra de Bartola Gómez y su hija Marcelina” . Por ello Riobobense se atreve a publicar la siguiente leyenda, pues aún dice mi padre de que en el pueblo “De que vuelan, vuelan”.



Cuenta mi padre que le contó mi abuelo, que en el pueblo de San José de Bolívar han ocurrido muchas cosas en el pasado del cual se guardan los más grandes horrores de nuestros antepasados. Como es sabido las familias llegadas al Táchira en el siglo XVI, eran todas procedentes en su mayoría de Castilla, de Asturias y de los países vascos. Con ellos no sólo vinieron los dioses cristianos, sino otros tipos de cultos.
Durante los primeros años de la Independencia, estas familias españolas estaban repartidas por la región, muchas de ellas llegaron incluso a la Meseta de Queniquea y otras al Valle del Espíritu Santo, al verse hostilizadas por las fuerzas revolucionarias. Lo primero que hacían estos aldeanos al llegar a algún lugar de asentamiento era bendecir el lugar y levantar una Capilla a Dios.
Entre estos acontecimientos contaba el bisabuelo Domingo Pulido a sus hijos, entre ellos al abuelo José Antonio la leyenda de La Sorjiña. A este espanto o aparecido se enfrentó el bisabuelo Domingo, una noche de tempestades y chubascos. Durante todo el siglo XIX en la región, la gente fue temerosa a este espanto, pues aunque no se crea desde La Grita a Bailadores, de San Bartolomé del Cobre a San Cristóbal y, del Río Bobo a la meseta de Queniquea, señalaban los abuelos que las brujas en el poblado, "de que vuelan, vuelan".
Don Domingo Pulido y otros vecinos se atrevieron una noche a visitar el cementerio de San José de Bolívar por allá a finales del siglo XIX, y se encontraron con un cuadro horrorizante, en medio de dos tumbas estaban tres mujeres vestidas de negro, les cubría el rostro un velo, cómo el que acostumbraban usar las mujeres para resguardarse el rostro cuando entraban a la Iglesia. El cuadro no podía recoger algo más monstruoso, una de las participantes estaba degollando un gallo de color rojo y vertía la sangre sobre una de las tumbas. Al percatarse la presencia de visitantes, las tres mujeres se transformaron en gallinas de color negro, empezaron a revolotear hacia el centro del pueblo, una de estas gallinas fue atrapada y le rasparon la cabeza, que es costumbre para saber al amanecer quién es la bruja. A las otras se les convido a pedir sal al siguiente día.
Por muchas noches aquellas mujeres infernales llegaron al techo de la casa de Los Paujiles a molestar a Don Domingo, pero este creyente a Dios, desparramó Palma bendita por toda la finca y abarrotó las puertas de su casa. Con el tiempo no se volvió a oír más nada de Las Sorjiñas.
Al pasar de los meses, tres respetables mujeres del pueblo fueron bendecidas por el Cura de Queniquea Don Pancho Higuera, quién las atrajo de nuevo al culto cristiano, así se cree se acabaron con estas creencias. Narran los abuelos que Las Sorjiñas, por ser devotas al culto de San Jorge (la resurrección del Dragón), al morir se convertían en espantos que se alimentaban de difuntos, y salían al mundo de los vivos el día de san Juan, es decir, el 23 de junio. Muchas damas de San José de Bolívar del siglo XIX adoraron este culto y se reunían el día de San Juan.



No hace muchos años atrás (15 años aprox.) se señalaban a dos o tres mujeres de nuestro pueblo de seguir siendo devotas a este culto. En el culto, Las Sorjiñas llevaban un gallo rojo para recordar al gallo de la pasión que era degollado en un caldero, o un gato negro …
Otro de los datos encontrados sobre esta historia, es que Las Sorjiñas pueden entrar tan sólo a la iglesia por la puerta de los hombres para escuchar misa … y si a estas (Las Brujas) se les coloca al estar dentro de la iglesia una cruz de palmo bendito detrás de la puerta de los hombres, las Sorjiñas no pueden volver a salir del recinto sagrado hasta que alguien retire dicha contra.
Este quién les escribe piensa que para no pecar de engreído: El hombre sabio sabe que no sabe y calla … y un hombre prudente respeta lo que escapa a su dominio. VALE.-