domingo, 10 de enero de 2010

CRONICA DE LAS AGUAS.

*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de la Historia del Táchira


La población prehispánica de los andes venezolanos, o sea la indígena, se compuso de muchas tribus de costumbres y dialectos diferentes, aunque en todos predominaban elementos lingüísticos de los arahuacos y caribes de Venezuela y de los chibchas ó muiscas de Colombia.
Donde hoy se encuentra el pueblo de San José de Bolívar, en sus inicios dio morada a una raza noble indígena de nombre Babukena. Según estudios arqueológicos este pueblo era gobernado por un cacique antes de la conquista. Este primer capitulo de la historia local se pierde en la mitología oral que nos legaron nuestros abuelos.
Las tribus que poblaron en el pasado al Táchira hicieron oposición a los colonizadores y conquistadores, quienes en su afán de conseguir ciudades perdidas llenas de oro saquearon, violaron y mataron el territorio indígena, el Táchira no fue la excepción, la búsqueda de una mítica ciudad llamada Kania, nombre proveniente de los indios Kenia, quienes para este momento vivían en la región.
En nuestro valle del lugar de las aguas o Babukena, se da un mito entre una princesa aborigen de nombre Babu y el aferrado guerrero Sumusika.


BABU, PRINCESA DEL LUGAR DE LAS AGUAS


Corre el año 1500, Colón y España habían abierto la puerta al encuentro de los dos mundos, dos continentes. Lo que hoy se conoce como La Grita, era llamado para ese momento; Humogría, en nuestra población se asentaba una tribu aborigen de nombre Babukena, al otro lado del primer río ( hoy San Antonio) estaba Karikena o aldea del lugar del águila.
Más allá del segundo río (hoy río Bobo), vivían los indios Kenikes.
En la pequeña tribu Babukena, el jefe de la tribu había anunciado, que allí se construiría la aldea a su hija Babu, quien estaba comprometida con el gran guerrero Sumusika. 
El jefe caminó sobre aquel valle, después de unas horas, comprobó que era una tierra fértil donde abundaba el agua dulce y los animales silvestres. Decidió establecerse allí, en el sitio que más tarde se llamaría Babukena (Lugar de las aguas).
Lo primero que hicieron los babukenos fue construir casas de piedra de forma rectangular y techada con palma. Conforme pasaba el tiempo se organizaban mejor la aldea: se dividían las tareas y cada uno colaboraba en el bienestar común. El buen jefe del gran río trabajaba con su gente y les estimulaba a aprender más cosas, aprendieron a hacer chicha de maíz, cultivaron la yuka, sembraron el tabako, y jamás faltaba en las fiestas el sabroso masato. Otros confeccionaron trajes de algodón y adornaban sus cabelleras con plumas de un ave llamada paují, tejieron canastas y cestas con juncos y raíces... En los días de fiesta se maquillaban su rostro con achiote según la labor que desempeñaban, otros se dedicaron a la pesca y a la caza... El chaman o kuraka, llamado Gran Oso, celebraba el ritual a los dioses. Todos estos primeros habitantes enseñaron a sus hijos y estos a los suyos. Con el tiempo la aldea se hizo más grande. La figura de Babú tenía un poderoso significado.
Pero algo les preocupaba y no les dejaba vivir tranquilo: El rostro de Babu, su princesa y próxima reina reflejaba una tristeza que ella misma no sabía disimular. Nadie entendía por qué, sólo Gran Oso, que con sus cantos a los dioses y estudio a los astros, descifró el sueño de Babu como una gran catástrofe, Babu había soñado que al valle llegaban hombres vestidos de metal con armas que escupían fuego y mataban a su gente.
Una mañana Babu desapareció. La buscaron en su casa, en los alrededores, pero todo fue en vano...


EL LLANTO DE SUMUSICA


La pena se había apoderado de la aldea. Nadie había vuelto a dormir desde la noche que desapareció Babu. La tribu permanecía en llanto, fuera de sus casas la gente la esperaba, pero Babu no regresaba. El llanto de Sumusica estremecía al cielo, el gran jefe no sabía dar respuestas a su pueblo, y sólo Gran Oso parecía saber el porque de la desaparición de la princesa. 
Hubieron algunos como Pequeño Río que salieron a los caminos, a diversos lugares, a las otras aldeas, sin detenerse, pero no hallaron a Babú. 
Sumusica con el corazón partido salió en busca de su amada, se adentró al páramo y sus gritos estremecían las cumbres andinas, el espíritu de su padre el Gran Tormenta lo acompañaba y ni el espíritu del frío, ni la neblina, ni el mismo cansancio podía detenerle. Fue más allá del territorio de los humogrías, llegando a la aldea de los indios lobateras.
Sumusica preguntó por Babu, pero nadie supo darle respuesta.
Sumusica siguió el rumbo del dios Viento y fue trasladado a la aldea de los Capuchos, esta tribu no era como la suya que se dedicaba a la pesca, era una aldea artesanal y allí el barro era su principal benefactor y de cuya materia prima hacían chicaritas y jarrones. 
Sumusica fuerte como el río no descansaba y seguía su andar, en cada aldea relataba su historia de su amor inmortal a Babu, y lo que le escuchaban, aprendían a querer y admirar a aquel guerrero indígena.
Volvió al páramo y decidió seguir el camino del dios Cóndor, en las noches tenía sueños con Babu, quien abierta de brazos le invitaba a seguirla en un paraíso que él jamás había visto. 
Volvió a Babukena, el gran jefe había caído enfermo y todos se peleaban por el poder al trono. Sumusica desafió a todos, los nombró traidores y cobardes y los traspasó con su lanza, su principal aguerrido era el guerrero Alma Negra, diciendo que era descendiente de la eterna noche y por lo tanto reclamaba su derecho a la corona, Sumusica le venció y lo exilió más allá del lugar de las ciénagas, así volvió la paz, la quietud, pero Babu no había vuelto.
Gran Oso mientras, oraba y realizaba ofrenda a los dioses el Sol y la Luna para que protegiese a Babu, el humo del tabako inundaba el sitio. 
Sumusica colocó a enfuertar guarapo de chicha, hasta caer borracho la tomó, entre sueños volvía a observar a Babu, pero esta vez ella estaba más lejos y aparecían hombres vestidos con pieles de metal y armas filosas que mataban a sus hermanos, allí aparecía una mujer rubia como el sol, con ojos de cielo, esta mujer le curaba sus heridas y le amaba...
Sumusica despertó y observó al gran jefe en reunión con los ancianos del pueblo... 
Babu, según ellos había sido robada por los dioses y esa lluvia que traía la tarde era el espíritu de la princesa rebelde. 
Sumusica subió al Gran Lajón y lanzó un grito tan despampanante que retumbó la cordillera de los andes. Volteó y observó a su aldea por ultima vez y se marchó. Aquella noche la lluvia llenó arroyos, ríos y formó grandes lagunas, fue así como nació el páramo de La Cimarronera, y la laguna más grande vertió un gran río al lado de la aldea, los ancianos dijeron que la princesa se había transformado en esa laguna, en Babu o lugar de las aguas y así empezaron los rituales del pueblo de las aguas, Babukena.


EL INDIO Y LA ESPAÑOLA 

Sumusica llegó al Lajón, antes de partir quería ir allí, donde habían varios aborígenes trabajando en la mina de sal para preparar la gran noche del ritual a Chía, diosa de la noche, encargada de dar luz en la oscuridad.
Sumusica tomó un puñado de sal, blanca como Chía y la introdujo en una mochila. Se despidió de su gente y tomó la ruta a Humogría. Babu debía de estar en ese camino. En Humogría se enteró que unos extraños hombres blancos merodeaban por los contornos, pasaban por el llano, por la montaña y otros arribaban por las lagunas, cruzando por los bosques y se entremetían por los valles. Parecían dioses con el fuego en la mano, montados en unos desconocidos animales. Eran crueles y llenos de codicia y violencia. Los indígenas los miraban con asombro y después con terror. Les quitaban su maíz y su papa, les ultrajaban sus mujeres. Se apoderaban de sus prendas de oro. De nada servían sus flechas o sus macanas.
Pero esos dioses no eran inmortales, también morían y su sangre era del mismo color de onoto, como los de su raza. Sumusica se había aliado a Lakurias, jefe de los aborígenes humogrios. Sus gritos de guerra hacían temblar al invasor. Sumusica se preguntaba si Babu había sido asesinada por ellos. Sumusica se lanzó a la batalla, pero un arma de fuego le traspasó el costado, Sumusica cayó, no se movió más.
Cuando abrió sus ojos se encontró amarrado de pies y manos... trato de liberarse, pero una diosa con los ojos azules como el cielo le hizo recostar, ella le curaba sus heridas. Sumusica vio en ella la misma fuerza de Babu. Ella era una española, se llamaba María Magdalena. Empezó a cuidarla, Sumusica sería llevado como regalo al Rey de España.

 

Sumusica volvió a cerrar sus ojos, Magdalena le había tomado cariño, en su sueño Sumusica volvió a ver a Babu, ya no estaba triste, su reflejo era el de Chía en ella. 
Cuando despertó, Sumusica estaba libre, Magdalena no le podía retener, ella se había enamorado del fiero guerrero, ella le ofreció sus labios y Sumusica le amó y le llevó con él al páramo. 
Magdalena le daría un hijo, llegaron a La Cimarronera, tomaron una canoa y allí en medio de la laguna dio a luz un niño. El dios Tormenta enojado con su hijo, lanzó un rayo y la canoa fue hundida, de la bruma de la neblina se formó el espíritu de una mujer, tomó en sus manos a Sumusica, a Magdalena y a su hijo, los llevó a salvo a la orilla. Sumusica abrió los ojos, era ella, Babu. Le había salvado. Aún le seguía amando. Cerro sus ojos. Sumusica llevó a Magdalena a vivir al Lajón, su hijo llevó el nombre de Rafa (que quiere decir el salvado o nacido de las aguas), Magdalena le llamaría Rafael. Rafa sería instruido por Guata o hombre serpiente y el gran Kari o hombre águila, jefe de la tribu Karikena.


SIMUSICA Y EL FRAILEJÓN. 

Babu corría río arriba en aquel valle, Sumusica le seguía, tenía que darle alcance, faltaban pocos metros. El fiero guerrero la tomó entre sus brazos fuertes como el dios sol, abrasados en un calor que quemaba, era su corazón. La besó y la princesa se dejó caer entre brazos. Fuego. Una llamarada los estaba cubriendo. Sumusica despertó. Estaba sudando. Tenía fiebre.
El pequeño Rafa jugaba con Karí, el hijo de la tribu de los caricuenos o aldea de las águilas. Según los ancestros, aquel había sido el primer lugar en poblar. 
Los dioses habían sido bondadosos con aquellas tierras. El piache vaticinaba a Rafa como un gran guerrero que liberaría a su pueblo de los hombres blancos malvados. Rafa sería criado en la aldea de las águilas, la muerte de Magdalena en el páramo de La Cimarronera había sido otro duro golpe al corazón del guerrero. Sólo la esperanza de encontrar a Bau lo mantenía con vida.
Humogría había sido tomada por los blancos, Lakurias y sus hombres se resistían al conquistador, se internaban en los páramos del Batallón y La Negra y otros en las montañas cercanas a la laguna Brava.
Sumusica observaba a Chía, era una hermosa noche, y Chía se reflejaba en la laguna del corazón, donde el fiero cacique volvía a tomar votos de amor a su amada Babu, se pintó su rostro con sangre de cóndor y se internó en la laguna. El cuerpo desnudo del gran guerrero se incrustó a Chía y dejó entrever su silueta. 


A la siguiente noche al ritmo de tambores se realizó el gran ritual a Chía, todos probaron la sal y se bailó alrededor de una fogata, detrás de la montaña del Lajón. En estas circunstancias llegó una llamada del cacique Korica, Lakurias había muerto, él había ascendido al trono, su hermano Gualcaba recomendó a Simusica por su sabiduría de la guerra. El nuevo jefe de los indios Humogría se estaba preparando para la guerra fría contra los blancos.
Sumusica se colocó la indumentaria de príncipe babukeno y colgó a su cuello un collar de lagrimas de agua, para llevar consigo a Babu. Besó al pequeño Rafa y se lo encomendó a nissep y a huissi, los ancianos venerables del pueblo; el padre y la madre de la aldea. Sumusica partió a la guerra fría. El enfrentamiento fue cruel y valeroso pero una lanza traspasó el pecho a Sumusica, derribándole en el campo de guerra.
El príncipe guerrero sintiéndose herido de muerte dejó el campo de batalla, con una mano en el pecho, sosteniendo el brote de sangre. Caminó mucho y llegó frente a la laguna Babu. Allí en el centro de la misma estaba Babu esperándolo.
Sumusica se tambaleo y cayó al suelo. La tierra se mezcló con la sangre del indio. Un viento cubrió de arena el cuerpo del guerrero y de él brotó una planta, al cual los aborígenes llamarían frailejón.
Fue así como Sumusica se transformó en la montaña del eco y del gélido viento y surgió alrededor de la laguna de Babu (hoy Laguna La Bobo). Al fin la pareja amada estaría unida hasta que se acabara el tiempo.


RAFA, EL NACIDO DE LAS AGUAS 
Tiempo después, en la ciudad del Espíritu Santo se empezó a rumorar, de la presencia en las montañas de un indio con nombre español, ese era Rafael.
Después de morir su padre, Rafael fue criado por los karikenos. Cuando cumplió la edad de hacerse hombre, Rafa partió a Babukena, a reclamar el derecho al trono, lo acompañaba Karí, el hombre águila. 


Al llegar al valle, la tristeza fue grande. Su tribu había sido destruida y sólo más allá del río quedaban algunos rastros de una aldea de nombre Kenikes. El Lajón que había sido la montaña sagrada de su pueblo estaba desolada y la sal de Chía había desaparecido. Estaban por marcharse cuando algo se movió en los arbustos.
Lo siguieron, era uno de su raza. Su nombre era Guata o hombre serpiente, era un medico brujo u hechicero. Se arrodilló a su soberano.
En la ciudad del Espíritu Santo corría la leyenda que ese indio Rafael era el único que conocía el lugar o la entrada a una viga de oro. Los españoles codiciosos se internaron en la montaña en su búsqueda y a la comitiva iba un indio traidor, su nombre Alma Negra. Era aquel guerrero que Sumusica había exiliado a las ciénagas. El convenio con los hombres blancos era buscar a Rafael, así se vengaría.
Rafa aprendía cada día más de la naturaleza y de sus amigos Karí y Guata. Él debía sobrevivir, él era el ultimo de su raza, debía permanecer al tiempo para que la historia de su pueblo nunca muriera.
Un paují se posó sobre el hombro de Rafa, Karí estaba casi seguro que Rafa tomaría a su hermana como esposa real, y con ello, nacería la nueva dinastía del pueblo de las aguas, el clan de las águilas recibiría con gran orgullo aquella unión.
Pero el destino era otro. Un ruido entre la maleza hizo que el Paují echara vuelo y se perdiera en el azul cielo. Allí había alguien. Rafa tomó su cerbatana.
Pero ya era muy tarde, estaban rodeados. Allí en el medio, junto a ellos había un guerrero indígena, un traidor, se reía a carcajadas.
Guata intentó huir pero una flecha de fuego traspasó su espalda, estaba muerto. Ellos querían saber del gran tesoro, Karí se abalanzó sobre ellos, igualmente cayó con un tiro en todo el corazón.
Rafa no les iba a permitir aquello, lanzó un grito guerrero pronunciado por su padre y traspasó con su lanza al indígena traidor, pero una espada se había internado en su corazón valiente, estaba muriendo así el ultimo guerrero de la sangre Babukena.
Rafa miró al cielo, un cóndor surcaba el cielo. Ahora volaba al lado de Karí, el águila, que trataba de atrapar a guata, la serpiente que trataba de huír en tierra. Rafa se había transformado en el cóndor andino que se posaba en algunas ocasiones en la montaña Sumusica.
A partir de allí empezó la edad de los metales en el valle, lo que se conoce como primera fundación, el valle fue bautizado “del Espíritu Santo”.

Nota: Las imágenes en comics pertenecen al dibujante peruano Boris Vallejo.