*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la academia de Historia del Táchira
Una de esas noches cuando se solían contar historias de espantos alrededor del fuego sin respirar pues la tía Ramona nos había mantenido atrapados con su relato y comentarios de que aquel suceso era espantoso contando lo sucedido en la finca de Los Paujiles, donde de niña vivía con mi abuelo, esto por lo tanto había sucedido hace muchos años atrás:
“Una noche, abajo en el gran trapiche de La Vega, después que se terminó de moler la caña, papá, su abuelo nos prohibió a todos los muchachos rotundamente salir después de caída la noche de la vieja casona".
Mi tía era porfiada como todo niño que no puede quedarse quieto y más aún con las ganas de comerse "un alfondoque" (Batidillo de panela blanca), que ella había hecho aquella tarde y se le había quedado en el corredor.
"Papá había cerrado las puertas muy temprano, aquel primero de noviembre de mil novecientos cuarenta y cinco, pues según la costumbre campesina en el día de los muertos, el diablo deambulaba en los caminos".
Mi tía se logró escapar por un agujero que había en la cocina que por falta de bahareque no se había reparado, llegó al corredor y cogió su "alfondoque" y se metió detrás de la carga de leña destinada al fogón para disfrutar de aquella delicia.
"En ese momento, al portal de la entrada a la finca llegó un jinete muy extraño, venía en un caballo grande como los que usaba Simón Bolívar. El jinete era un hombre alto, hermoso y muy bien parecido, aun cuando en la oscuridad no se apreciaban sus facciones".
Mi tía quedó como privada, el extraño visitante abrió el falso, y se dirigió a la casona. Mi tía dice que cada vez que el extraño jinete se fue acercando, su figura fue cambiando, que parecía que emanase un fuego que quemara a sus entornos.
"Ese hombre tenía los ojos encendidos en llamas, y su dentadura era impecablemente blanca. Cuando el extraño hombre se acerco al falso y alzó su rostro, un rostro demacrado, ese ser rió de manera espeluznante, en ese instante me orine del miedo y empecé a llorar".
"Ese hombre tenía los ojos encendidos en llamas, y su dentadura era impecablemente blanca. Cuando el extraño hombre se acerco al falso y alzó su rostro, un rostro demacrado, ese ser rió de manera espeluznante, en ese instante me orine del miedo y empecé a llorar".
Los llantos de mi tía atrajeron a los abuelos, al abrir las puertas observaron un jinete en llamas que se alejaba despavorido de la finca. Así fue como se salvo mi tía de que hubiese sido raptada por el diablo.
Tía Ramona Pulido mientras relata "El extraño jinete"