sábado, 9 de enero de 2010

LA CASONA DE LOS ESPIRITUS

*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira 


En San José de Bolívar existía la costumbre de comprar el Ataúd
antes de morir y era guardado en la parte de atrás de las casonas


Típica casona de las aldeas de San José de Bolívar - Aldea Mesa de Guerrero

Existen historias que recodamos con nitidez desde nuestra infancia, una de estas narraciones extraordinarias sucedió en un lugar llamado El Sinaral perteneciente a mi San José de Bolívar.
Dicen quienes recuerdan los eventos que este lugar sombrío vivió una familia que fue muy mala y los hechos que se contaban alrededor de este clan familiar eran espantosas.
Contaban los más viejos que una vez a ese enclave maldito llegaron unos vendedores a los que llamaban "los turcos" y esa noche le ofrecieron posada. Los incrédulos comerciantes entraron a la casona sin saber que ingresaban a una morada de las tinieblas, allí los emborracharon y cuando estos cayeron ebrios, el papá, la mamá y los hijos de la familia a que se hace referencia tomaron cuchillos y machetillas, matando a aquellos desdichados, en lengua vulgar se decía que "los habían cocido a puñaladas".
Luego procedieron a apropiarse de sus pertenencias, aquellos maleteros además de baratijas llevaban algunas monedas de valor, a las víctimas las enterraron en el aposento de la casona cuya habitación tenía el piso de tierra. Las pertenencias las venderían luego en los diversas ferias y mercados de la región.
El caserío El Sinaral, quizá notó algo extraño aquella noche, pero supusieron que aquel alboroto de bochinche y fiesta era común que lo hicieran todas las noches.
En el caserío se decía en voz baja cercana al rumor que aquella familia era maligna, que todos ellos eran brujos y herejes.
Como todo misterio de montaña, un día que se pierde en el tiempo aquella familia desapareció sin dejar rastro y la casona quedó deshabitada.
La casona con el tiempo tomó un color lúgubre, el monte y la humedad la empezó a devorar, ninguno de los vecinos se atrevía a acercarse por esas heredares pues creían que aquel lugar estaba encantado.
Como se ha dicho, pasó el tiempo y el monte voraz empezó a comerse aquella casona.
Los aldeanos temían entrar al camino que conducía al caserón abandonado y decían que por las noches se escuchaban ruidos extraños y alaridos espeluznantes.
Otros días, los vecinos decían que se escuchaban varias personas como rezando alrededor de la casona, otros llorando, se oían gritos y lamentos, y concluían que aquellas eran "almas en pena" que circundaban la maldad que había dejado aquella familia en la zona.
Pasado los años, los aldeanos decidieron tomar partido y dejar el miedo de lado, se dirigieron a la comunidad de Queniquea a buscar al cura párroco José Ignacio Moncada, ya que San José de Bolívar para esta época no contaba con un sacerdote propio.


El Padre Moncada llegó y bendijo el lugar de El Sinaral.
Pasaron los días desde la visita del prelado, él cual había rociado casa y tierra con agua bendita, esto pareciera había enfurecido la fuerza malévola que residía en aquella casona, los ruidos y cosas extrañas empezaron a aumentar, por lo que la comunidad decidió tumbar "la casa de los espíritus" como empezaron a llamarla.
Un sábado abrazado por la luz solar, los aldeanos hicieron un convite y la multitud que acudió desplomó a porrazos aquella vieja casa de tierra pisada. Empezaron por la sala, luego los cuartos y la cocina de leña y cuando llegaron al aposento, uno de los aldeanos observó una medalla de oro que llevaba estampada a la Virgen de la Consolación, medalla que estaba enterrada y sobresalía al borde de aquel piso. El aldeano fue y tomó la medalla pero se encontró que estaba atorada, por lo que empezó a desenterrarla y se encontró con una fatal sorpresa, la medalla estaba amarrada a lo que parecía un fósil humano.
Aquella tarde desenterraron varios cadáveres de aquel aposento, el Padre Moncada vino al lugar y considero aquello como tierra santa luego de bendecir los deshechos humanos. Los huesos de aquellos desdichados fueron recogidos en un ataúd de madera que prestó uno de los aldeanos y fueron enterrados en un osario común en el campo santo de San José de Bolívar. Después de esto volvieron a molestar los espíritus del "más allá" al sitio llamado El Sinaral.
¿Qué fue de la familia del mal?
El final de la familia es difuso, de ellos nunca se supo nada más. Quizá llevaron su maldad a otro pueblo.