domingo, 11 de julio de 2010

ARMELLAS Y CANDADOS EN SAN JOSÉ DE BOLÍVAR

*José Antonio Pulido Zambrano
Individuo de Número de la Academia de Historia del Táchira


Andar por las calles de Lobatera, ese pueblo fundado por el padre Amando Pérez en 1846,me hizo notar que aún allí en ese pueblo se mantiene la tradición de proteger la puerta con un candado.
En San José de Bolívar persistió esta tradición por muchos años, aún las puertas de las casas del campo posee este rudimentario tipo de seguridad. Cuando niño recuerdo algunas casas que mantenían este tipo de normativa para protegerse.
Detrás de las armellas y los candados, en las noches se colocaba un dispositivo de seguridad, conocida como “tranca”, una especie de cuartón o trozo de madera que se colocaba detrás de la puerta para reforzar la prohibición a la entrada de extraños.
Esas casas que vienen a mi memoria eran las casas de: Don Marcos Mora, Don Eutimio Zambrano, Don Rafael Zambrano, Don Segundo Pulido, Don Estanilao, el que vendía pescado los domingos y en Semana Santa. Los niños de la cuadra le gritaban: “Estanilao huele a pescao”.
Otras casas que tenían candados eran la de Daniel Rojas, Don Ignacio Silva, Don Raimundo Pérez, entre otros.
Las armellas y los candados también era habitual en las puertas de las casas de bahareque y tejas, en las aldeas de los pueblos. 
Era así como en la Bodega de Don Pedro “El cojo”, los campesinos compraban los rústicos candados para proteger las pocas pertenencias que tenían esos hombres de campo.
Pedro Pulido, llamado “El cojo”, por haber perdido una de sus piernas, comerciaba con la gente de La Grita y Tariba, y no sólo vendía candados y armellas, sino todo tipo de utensilios de necesidad para los hombres de campo.
También servía los candados para resguardas los fuertes que eran guardados en baúles, ya que para esta época no existían los Bancos.
Y poseer un candado era una cuestión de lujo en los principios de la fundación del pueblo, pues como hoy día no todos podían acceder a los bienes comunes.
La primera prisión de San José de Bolívar, que data de los años que llegó a la Jefatura civil Don Jesús Contreras, tubo dos candados, que fueron enviados por Eustoquio Gómez para en caso de emergencia de tener presos de alta peligrosidad, como los montoneros que seguían las ideas políticas de Juan Pablo Peñaloza. 
Los tiempos han cambiado y hoy vemos puertas con cerraduras modernas, y casas enrejadas que parecen más una cárcel que una casa, es decir, un hogar.
Claro hoy día se sigue usando los candados, pero su utilidad es otra, aún cuando resguardan sitios o cosas, no cuidan las casas.
Hoy hemos visto usar a los candados para encadenarse frente a sitios públicos para reclamar derechos sean laborales o sociales de la humanidad, héroes anónimos que buscan la dignificación del hombre.
Las armellas y los candados dan paso a puertas de hierro, con cerraduras que no sólo protegen sino encarcela al hombre en esta sociedad de violencia, aún cuando al pueblo no ha llegado ese virus, parece que se están preparando, pues los vicios de la ciudad cada día se acercan a este pueblo de montaña.
Era de mañana cuando partí de Lobatera, y por un momento voltee, y allí detrás de mí había otra puerta, con dos grandes armellas y un candado, quizá custodiando al pasado.