domingo, 11 de julio de 2010

A LA LUZ DE LAS VELAS

*José Antonio Pulido Zambrano


¿Cuándo se comienza a escribir un texto? ¿Cuánto tiempo tardamos en escribirlo? Preguntas en apariencia, arduas en realidad. Si uno se atiene a los hechos exteriores, comencé estas palabras en los primeros días de enero de este año y los termine a finales de febrero: Dos meses. La verdad es que esta investigación la comencé en mi niñez al lado de mi madre. Mis primeros cuentos fueron cuentos de fantasmas, después encontré en un viejo baúl, en la antigua Casona de los abuelos en Los Paujiles (el primer nombre de la finca de mi bisabuelo, y que luego optó la aldea), encontré varios documentos del siglo XIX sobre mi familia y los orígenes de Queniquea y San José de Bolívar. Desde allí ese tema aparece constante en mis pensamientos. Fui también un ávido lector de Herodoto y Suetonio. Esas lecturas dieron a mi alma mis reflexiones e iluminaron mi trabajo de campo en las historias locales de SAN JOSÉ DE BOLÍVAR. En 1998 escribí varias páginas al mito de Babú, a la historia de los comuneros en el pueblo y la primera capilla del pueblo. Hacia 1999 vivía yo en Guanare; las noches eran claras y el calor insoportable, decidí escribir un libro a la historia de nuestro pueblo, hice algunos apuntes. Tuve que detenerme; pasaron los años. Seguí escribiendo novelas, poemas, relatos cortos. En diciembre pasado, al reunir algunos textos para una colección de leyendas, recordé aquel libro tantas veces pensado y nunca escrito. Más que pena, sentí vergüenza: no era un olvido era una traición. Pase varias noches a la luz de las velas para transportarme al pasado. Sentí la obligación de escribirlo, así fuera en partes en esta Revista. Muchas noches había conversado con mi primo Lubin Pulido sobre la historia de este pueblo, de allí empezó a dar luz estas palabras. Era un compromiso con mi abuela, con mi padre, con mis hermanos, con Elvidio y mis otros amigos y con mis no-amigos. Una breve pausa entre el cansancio y el esfuerzo, reanudaba mi contacto con Milán Kundera: “La grandeza del hombre consiste en que carga con su destino como Atlas cargaba con la esfera celeste a sus espaldas…Es muss sein (¿Tiene que ser?)…” Esa carga pesaba en mí y al escribirla hoy reposa en mí la insoportable levedad del ser.
La Historia es la ciencia que estudia el pasado de las sociedades humanas. Desarrollo sistemático de acontecimientos pasados relacionados con cualquier actividad humana. Conjunto de los sucesos referidos por los historiadores.
La Historia de San José de Bolívar sigue escribiéndose, en la última década, la década de las máscaras marcaron pauta importante en el desarrollo cultural, económico, turístico del pueblo. Actos y acciones como el Grupo Juvenil “Seguidores de Jesús”, el padre José Ramón Salcedo, el Ateneo y la Dra. María Mercedes Contreras Pulido, la Alcaldía y el paso a ser Municipio Francisco de Miranda, el grupo de teatro MASCARADA, el primer trabajo musical de los Guacharacos entre otros puntos, irán agrandando esa lista de la historia. La consolidación de los juegos de antaño y la difusión de la revista RIOBOBENSE.
A LA LUZ DE LAS VELAS las musas de Homero y me llevaron al cielo de Beatriz y al infierno de Dante, volví al pasado en el paraíso perdido de Milton, me perdí en los laberintos de Macondo, soñé al lado de Shakespeare sonetos de amor a Mayra, cabalgué al lado del Quijote, tomé muchas veces el pincel de Velásquez, fumé opio con Allan Poe, deliré en las noches con Lestaf, busque y sigo buscando Itaca con Odisea, robé un pan con los miserables de Víctor Hugo y vociferé a la maldad con Jesús el gran maestro, y ya cansado, el viejo y enigmático Tiresias me llevó al lugar de los muertos, allí me recosté en las piernas de la abuela y ella con sus sabias manos me llevó al mundo de Morfeo, y allí me devolvió de nuevo a la realidad: San José de Bolívar.
Quizás estas palabras nacidas en la pasión que en el estudio sirvan para abrir el telón, que inserta la historia de mi pueblo, y así ante la pregunta enigmática de Gallegos: ¿Con quién vamos?, sirva de preludio a que nuestros niños miren atrás, a sus raíces, y que aprendan como Juan Rulfo a caminar con los espíritus de nuestros antepasados.