domingo, 11 de julio de 2010

QUE ESTE CUENTO DE SAN JOSÉ DE BOLíVAR HA ACABADO; DEPENDE…

Por: Elvidio Márquez Guerrero



Aún no sabemos, que fue primero, si la literatura o la historia, sólo se puede decir que tratando de hacer literatura se plasmó la historia, y con la historia se hizo la literatura. A la vista están los poemas homéricos (La Iliada y la Odisea) donde de manera poética se plasmaron los ahedos y rapsodas, del principio de los tiempos, cuando los griegos todavía tenían estrecha relación con los dioses, convirtiéndoles en el ápice de la civilización.
Con propiedad, nuestros pueblos no se escapan y son obligados a tener un ahedo o rapsoda, una historia o una literatura, iniciada en la articulación fonológica (voz) de los más viejos, que se van heredando de generación en generación.
Las celebridades inconscientes que han hecho perpetuar la historia, fueron nuestros abuelos, quienes acomodados en un taburete de madera o cuero (banco), acompañado de una taza de café, o mazamorra; se rodeaban de nietos, vecinos o el niño que por allí pasase, generalmente en las tardes de verano, echaban sus relatos a los cuatro vientos, sin saber que más adelante, alguno de esos oyentes tratara de reconstruir sus frases y plasmarlas en papel, el significado de los fonos y en grafemas para perpetuarlos de manera escrita en el tiempo.
Hace mucho tiempo en la historia de San José de Bolívar, de donde soy oriundo, el para hablar con más respeto, Don José Saturnino Peñaloza, anduvo esculcando entre manuscritos antiguos en la antigua casa de la Jefatura Civil, para recoger datos por pedimentos del señor Don Tito Lino Méndez, quién escribiría un libro para aquella época, pero que dicho proyecto fue sólo avalado por el olvido. De lo que les hablo ocurrió para el año 1931. Hoy, cuando plasmo estas palabras, en pleno inicio del siglo XXI, los interesados en la historia del pueblo: Sr. Oscar Antonio Santander Carrero, el Magíster Scienteae en Literatura: Lic. José Antonio Pulido Zambrano y el Medico Veterinario José Lubin Pulido, lograron hacerse de la fotocopia de un manuscrito inédito, que narra un acontecimiento trágico, shakesperiano no le quedaría mal mal este epíteto. Sí, un escrito inmortal, acaecido en el año 1882, un día domingo del mes de noviembre, y narrado y escrito por el puño y letra de uno de sus testigos presénciales, que dio nacimiento a nuestro terruño: San José de Bolívar.
Y aquí valdría las palabras de José Martí : “O la literatura es cosa vacía de sentido o es la expresión del pueblo que la crea”.
Del documento que les hablo, y que José Antonio transcribe totalmente en el número de esta revista, cuenta que ese día San José de Bolívar no existía, porque no había sido fundado. Para ese momento se le llamaba Río Bobo, el acontecimiento fue dado entre queniqueos y rioboberos.
El manuscrito lleva impreso en pergamino la sangre ferviente de un pueblo arraigado a sus costumbres, que no aceptó chantaje, indomable por su condición de pertenencia protectora de lo suyo, sin permitir a otro ajeno que ultraje o mancille, lo propio o autóctono del valle del Río Bobo.
Alberto Prieto señalo en una ocasión que “el ocaso de la sociedad antigua ha planteado y sigue planteando a los historiadores una serie de preguntas”. En nuestro pueblo se abre una puerta o luz como se llame, las palabras de José Saturnino Peñaloza, y permítame amigo lector, salirme de mis casillas, pero es visto hoy en día a plena luz del horizonte y bajo el cielo del ancho oriente y poniente en el siglo XX. Todavía hay riñas y golpes con macanas entre queniqueos y rioboberos. No es por falta de comunicación, porque hace 20 o 30 años , llegó a esta población la televisión, hace dos años llegó el Internet, y continuamos dándonos, golpes de macana, con quijadas de burro. Claro, ahora no es tan frecuente ni con tanta intensidad, ahora no se usa revolver como lo dice el manuscrito, pero igual hierve la sangre entre el gentilicio de estos dos poblados excusando un pretexto barato para formar un pleito. “Como será escuchar el silencio de tus palabras”, señala muy acertadamente la cantante argentina Soledad. “Seré la nostalgia y el recuerdo”, que linda la letra de esta canción que suena al fondo.

El manuscrito habla de un hombre de campo, honesto, trabajador, temeroso al gran dios, devoto, creyente en cristo, la virgen; como ejes fundamentales para espantar al mismo Satanás, de las montañas y darle vida a este valle, con un poblado imponente, ante el frío fantasmal que proviene del cerro “El , como agravio a la grandeza de nuestra naturaleza, pintada a los pies de nuestro gran Dios.
En el manuscrito esta inmersa la tez de la estirpe del riobobero, y se muestra lo tradicional para ese momento al edificar un pueblo; deja ver ante el temor a dios que lo primero para fundar una población es construir la casa de Dios, y creyendo en vida luego de estar muertos un cementerio, como según ese escrito, lo dispuso Don Ramón de Jesús Pulido, quién llamó al Fernando María Contreras, para que fuese aprobada su disposición de crear una capilla, pasando a llamarse el nuevo pueblo “San José de Bolívar”.
Llego a aquel lugar inhóspito, un peral llamado Adolfo Jefe del Distrito La Grita y trajo la oficina telegráfica, este ayudó a plasmar los límites de la Aldea.
Fue así; como se fue expandiendo entre la imponente montaña la hazaña del hombre de campo, por construir un lugar acogedor, que nos da la pureza emanada de su vientre. Hoy día salimos de allí a conquistar otros mundos.
Así como lo hicieron nuestros antepasados que vinieron exiliados de otros lugares como España, o Italia con el caso de Don Miguel Francisconi al Río Bobo, Los Benedetti a Queniquea y La Grita.
Todos estos hombres que vinieron a refugiarse en la hospitalidad que les brindó este valle, lleno de misterio y encanto, tanto que aún hoy no podemos dejar de ser los hijos de un pueblo que reclama nuestra sangre y se impone en otras culturas por los siglos de los siglos. Y esto no los enseña nuestras y tradiciones, y la aparición del manuscrito no da la fuerza para decir que no nos hemos equivocado en el camino, y que la historia y la literatura se entrelazan.