domingo, 18 de julio de 2010

EL BECERRO DE LOS PAUJILES (LEYENDAS DE SAN JOSÉ DE BOLÍVAR)

Por: José Antonio Pulido Zambrano


Una de las aldeas más enigmáticas de nuestra población es Los Paujiles. Allí se han desvelado los mas grandes misterios (Los Carolinos, El espectro del saco de huesos, el hombre lobo, los seres de luz, la quebrada de los indios, entre otros). De igual manera es tierra de grandes hombres: Atanasio Cárdenas, José Domingo Pulido, Alejos Chacón, Pedro Contreras Pulido, Ramón Elvidio Pérez, Pedro Pulido Parra, Elvidio Márquez, entre otros. Esta es una aldea con un clima de montaña agradable, clima fresco y frío, alcanzando en tardes bordeadas por la niebla. Elocuente con sus quebradas: Los Paujiles, La Honda, El Encierro, La ciénaga, entre otros.
Pero hoy vamos a tratar un nuevo misterio, una leyenda que aún no se ha escrito, pero de la que los más viejos recuerdan con amor y resignación.
Cuentan los más viejos que antes para llegar a la aldea Los Paujiles existía un camino real (aun hoy existe un pequeño ramal) que iba desde el Topón hasta el sitió llamado la cuchilla. Eran los días que al pueblo empezó a llegar un nuevo objeto para dividir sus tierras y la madera dio paso al alambre de púa. 
La cerca como eje divisionario fue implantado en las diversas fincas, como para marcar normas y derechos a la propiedad privada.
En una de esas llegadas de hijos que viajaban a la capital para buscar mejores oportunidades de vida, llegaron al pueblo muy cercana la noche, y la Posada de Doña Vicenta estaba cerrada, por lo que decidieron con maleta y todo dirigirse a ver a los viejos progenitores, que de seguro los esperaban con una lámpara de Kerosén en la entrada de la finca.
Las personas que nos relataron su experiencia paranormal, comentan que llegando al lugar de la Cruz de la Misión, se encomendaron a Dios para que los protegiese, y como cosa de milagro, una luna llena se presento y aclaro el camino.
Al llegar al Topón un becerro de color blanco se unió a la comitiva, la gente pensó que era un animal extraviado, y a cada paso en el camino real, el becerro por el lado derecho los acompañaba sin inmutarse de la presencia humana.
Cuando llegaron a La Cuchilla el becerro desapareció sin darse cuenta, una oscuridad rodeo el lugar y a la luz de la luna un perro lobuno aulló, como símbolo de mal augurio.
Uno de los caminantes tomó un rosario entre sus manos y comenzó a rezar a todo pulmón, y en eso vieron que la luna llena volvía a desplazar la oscuridad y que el becerro blanco se acercaba al perro, este al verlo aparecer salió corriendo perdiéndose en la montaña. 
Volvieron de nuevo los ánimos y al poco tiempo llegaban a la finca, recuerdan que el becerro blanco llego frente a esta y como cumpliendo una tarea dio media vuelta rumbo al camino de San José de Bolívar. 
Los hijos le contaron al padre lo sucedido, y el sin extrañeza les comento que esa era un alma buena que les había acompañado, pues tal vez aquella noche algo malo les aguardaba en el camino. También les explico que era imposible que el becerro hubiese ido por la montaña, ya que todo ese lado estaba cercado.
Los hijos juraron que el becerro jamás había pisado el camino real, y que cuando llegaron a la entrada de la finca el animal bendito dio la vuelta y se regreso por el mismo camino.
Dicen los aldeanos que este becerro es uno de los animales que acompaña a San Isidro Labrador, patrono protector de la Aldea, cuya imagen fue traída a San José de Bolívar a la iglesia en el año de 1905 desde Tovar.