miércoles, 21 de julio de 2010

FRAGMENTOS DE LA HISTORIA LOCAL DE LA ALDEA LOS PAUJILES - SAN JOSÉ DE BOLíVAR

Por: Josefa Zambrano

Las aldeas del municipio Francisco de Miranda, Capital: San José de Bolívar, descienden de la tierra, mueven las piedras, moldean el barro. Desde los tiempos de los indios babuquenos hemos creído que brotamos del agua, como el mito originario de Babú; que la tierra es nuestro padre simbolizado en Simusica y las fuerzas del Río Bobo que lo mueven, nuestra madre. Que la vida en este pueblo volátil lo mismo alberga la abundancia del agua respecto a una bienechuría de Dios. 


Los Paujiles es una aldea de esas, de montañas y riachuelos, enclaustrada en la misma tierra, tiene aproximadamente unos 300 habitantes, es una aldea de un clima húmedo y de grandes vegetaciones. Su producción se basa en la agricultura y la ganadería de altura, así como una porción del arte de la truchicultura, plato gastronómico por excelencia riobobero.
Es una aldea de atracción turística, contando con sitios como: La Cascada, el Rincón criollo “El Frailejón”, el Ancianato “El carpintero de la montaña”, la Truchicultura, la Quebrada de los Indios, la piedra de Los Carolinos, Casas campestres, y parte de esta aldea esta intregrada al Parque Nacional “Juan Pablo Peñaloza”. 


Don Pedro Pulido Parra

Esta constituido por: Mesa Grande, la Honda y Los Paujiles, su vía de comunicación conecta con la ciudad de La Grita. Su nombre proviene de un ave, hoy extinguida en el área. Se dice que el nombre de la aldea lo colocó Don José Domingo Pulido, quién trajo en 1901 la imagen del San Isidro Labrador que hoy esta en la iglesia del pueblo.
En una entrevista realizada al señor Pedro pulido y la señora Angela Contreras señalaron que antes la Quebrada de Los Paujiles era una inmensa montaña, que era casi imposible ver el cauce de agua y allí viví el famoso paujíl. Pero la gente empezó a cortar los arboles y las aguas se pusieron furiosas y empezaron a crecer y destruyeron la montaña. Después de estos desastres naturales el ave al no haber vegetación voló hacia otros lugares y del paujíl sólo quedó el nombre.


Una de las primeras grandes familias que vivían en esta aldea fueron los Pulido, ellos provenían de una gran estirpe española, que habían llegado años atrás a Barinas, y que luego de las guerras dadas en el movimiento comunero emigraron a los Andes. Esta familia era muy numerosa, pero empezaremos con un personaje, clave para la piedra fundacional de esta aldea.


En esta casa funcionó la primera escuela de la Aldea

En el año de 1857, el 24 de diciembre nace un niño que llevara el nombre de José Domingo, el primer paujilero, hijo de Don Ramón de Jesús Pulido y Doña María Narcisa Sambrano. Don Domingo Pulido fue uno de los grandes protagonistas que formó parte en la guerra de godos y liberales, o guerras civiles de la Venezuela del siglo XIX. En el año de 1892 contrae matrimonio con la Señorita Eufemia Chaparro. Ese matrimonio fue precedido por el padre Ezequiel Moreno, quién estaba pasando una temporada en el pueblo. De esa unión hubieron varios hijos de cuales fue Don José Antonio Pulido Chaparro, quién nace el 18 de septiembre de 1901, vivió en Los Paujiles con su esposa Flor de María Parra, de esa unión fueron: Ramona (Eufemia del Socorro), Antonia, Rosa, Socorro, Marco Tulio de Jesús y Pedro Pulido Parra. Los hijos de Don Domingo Pulido vivieron del cultivo de la cebolla y la caña, entre ellos José Antonio, Vicente y Pedro.


Muros de piedra que datan del siglo XIX

Otra de las grandes familias de esta aldea fue la de Doña María Franciscony, esposa de Don Emiliano Contreras, que fue uno de los preactos de aquí en el pueblo. De este matrimonio son hijos: Salvano, Adelmo, Samuel, Ramón Elvidio (éste último fue uno de los primeros Guardias Nacionales de la aldea), Alisterna, Clemencia, Carmen y Elva. Doña María Franciscony fue un personaje muy importante en la aldea, era una señora muy generosa y colaboradora. Frente a su casa pasaba el camino real que iba para la ciudad de La Grita; pues, en ese tiempo, la gente viajaba a pie o en mulas. Frente a la casa había un muro de piedra y los viajeros se sentaban a descansar y Doña María salía y los llamaba para darle de comer. Nunca le faltaba la arepa y el aguamiel. Ya la gente la conocía por sus famosas arepas. Ya después que la gente continuaba su camino decía: ¡Hasta con hambre vendría porque estaba escolorido! Esta familia vivía de lo que cultivaban. 
Acá en esta aldea encontramos otras familias como la de Don Bartolo García “el cerote” y su esposa Victoria Carrero. Sus hijos: Domingo, Pilar, Andrea, Eradia, Eliodigna y Ramón García Carrero (éste último el papá de Luís García “el cerote”). Esta familia vivía de la agricultura.
También nos cuentan de la primeras maestras que impartieron clases en Los Paujiles., entre ellas Irene Chaparro, Delfina Ramírez, Ymelda Rosales, Ermilde Belandria y Alba Pulido.
La casa de Don José Antonio Pulido sirvió de sede para impartir las primeras clases que se dieron en la aldea, pues antes los padres que sabían leer eran lo que enseñaban a los hijos, por lo menos a saber firmar y Los Paujiles tuvo esta característica, luego en la casa del Sr, Teofilo Silva, frente al camino real, esa casa hoy pertenece al señor Palmenio Silva.


Palmenio Silva

También hablaremos de otras familias que habitaron en la aldea fueron los Contreras que provenían de Seboruco: Juan de la Cruz Contreras y su esposa Domitila. Esta familia llegó a Mesa Grande, luego compraron en Los Paujiles. De esta familia le vamos a hablar de Don Manuel Contreras; estando éste viviendo en la aldea conoció a la que iba a ser su esposa, Doña Socorro La Cruz, al poco tiempo se casaron y de esa unión fueron hijos: Eloy, Andrés, Escolástico, Ana, Sofía, Porfirio, Manuel y Ángela. 


Sofía Contreras, Carmen Chacón y Ángela Contreras

Vivían de la agricultura, pues lo que cosechaban era para el consumo de la familia. La Señora Ángela nos sigue contando sobre otras familias que recuerda como la de Don Teofilo Silva que era soltero. Eutiquio Pérez con sus hijos: Miguel casado con Cleofe Vivas, de esta unión nacieron varios hijos, entre ellos Román Pérez y su esposa Luisa Carrero que aún hoy viven en la aldea. Vivían del cultivo de la caña pues en esta finca había un gran trapiche de bueyes. 
De los habitantes de la aldea hay un personaje que todos recordamos que fue: Don José Mora “El médico de los pobres”. Vivía con su familia en una finquita que le decían el cerro, hombre bondadoso y caritativo que nunca dijo que no, al que iba a solicitar su ayuda. Curaba las enfermedades con ramas y secretos, secretos que se llevó a la tumba. Don José Mora siempre estaba dispuesto a atender a la gente, pobre o rica, a la hora que fuera, para él no había horario, ni salario, pues, siempre que le preguntaban: ¿Cuánto es Don José? Él les contestaba: - lo que me quieran dar. Además de esto vivían de la agricultura y de la caña. Don Narciso Zambrano, hombre bueno y trabajador, vivía con su familia del cultivo de abas y sanes y de la crianza de ovejas. 


Don Pedro Sánchez

Don Pedro Sánchez, trabajador y muy bondadoso, vivía del criadero de ovejas, preparaba la lana con su propio metodo y hacía las cobijas que llamaban “burreras”, también vivían del cultivo de arbeja, apio, maíz y yuca. 
Otra de las familias de generación en esta aldea fueron los Belandria, numerosa familia proveniente de La Grita. Dentro de esta familia se encuentra Doña Hermelinda Belandria, fue una mujer muy bondadosa y servicial que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Formó su familia en esta aldea. Cuando ella llego a Los Paujiles traía la imagen del niño Jesús, llamado “Santo Niño de Atocha”. Patrono de esta aldea; vivían de la ganadería y la agricultura. 
En esta entrevista amena la señora Ángela sigue tomando su cafecito, pues se prepara a contarnos una historia de esas de terror: “En la aldea Los Paujiles existía hace mucho tiempo una familia que se nombraba los “Carolinos”.

La Casa Misteriosa


Por allá en los años de 1900 en la aldea vivía una familia macabra, conocida como los Carolinos. Esta familia estaba formada por el señor y la señora Carolino y sus hijos, era una familia muy misteriosa, ya que no trataban a ningún vecino, su fisonomía era de una piel muy blanca, altos y huesudos, muy flacos, y con unas ojeras muy grandes, pareciera como si nunca vieran la luz del sol. 
Sus manos eran largas y las uñas siempre se las veía llenas de tierra lo que le daban un aspecto más horripilante. 
Vivían en una casa grande, paredes de bahareque, techo de teja y piso de tierra, puertas muy grandes de madera, y en la entrada tenían un portón con dos grandes armellas y una tranca de hierro. Esta casa producía mucho miedo sólo al pasar por el frente, ya que quedaba al lado del camino real.
Para llegar a la casa había que pasar un saliente de agua. Todo viajero tenía que pasar por ahí ya que la casa quedaba al lado del camino. La familia carolino era muy atenta con los viajeros que por allí pasaban, pero ellos no sabían que detrás de esas caras pálidas de ángel estaban unos verdaderos demonios, hijos del mal y del asesinato.
Cuando los viajeros llegaban, los hacían pasar adelante y les ofrecían comida, y le decían que era muy tarde para seguir, que se quedaran, que ellos les daban posada. Pero lo que los viajeros no sabían era que en la comida le daban algo de tomar que los dormía profundamente.
En la noche cuando ya estaban dormidos, los robaban y después los mataban. Muchas veces los degollaban y los restos los enterraban en un barranco al lado de donde hoy esta el ancianato. Cuando no podían deshacerse del cadáver, lo picaban con machetes y lo quemaban en un fogón grande que tenían para ello. Cuidaban de no dejar huellas, y como los viajeros eran de lejos, nadie en la aldea los conocía, pues nadie se preocupaba por preguntar por ellos. Ya que los Carolinos se encargaban de matar era a los viajeros porque sabían que traían dinero.
Cuentan que fueron muchos los cuerpos que enterraron en esa casa misteriosa. Con el tiempo esa familia desapareció y también la casa grande, sólo queda hoy la leyenda de los Carolino en la aldea.


El Espanto de las Laderas

Esta narración fue textualmente relatada por la señora Ángela Contreras, buena y amable que a pesar de su edad tiene lucida memoria y relataba cuanto sabía y recordaba lo que le contaba su papá Don Manuel Contreras:


“Me contaba mi papá que antes viajaba mucho la gente por aquí, la vía principal para llegar a La Grita. Ante esto estaba lleno de pura montaña que en las noches se escuchaba un ruido que daba escalofrío. Me contaba mi papá, que una noche estaba sentado en el corredor de la casa, tomando una taza de mazamorra de plátano. Cuando de repente llegaron tres viajeros, que iban para La Grita, eran como las siete de la noche, era aquella una noche muy oscura, mucho más que las noches anteriores.
Contaba papá que él salio y les dijo que entraran y se quedaran, porque era demasiado tarde para seguir el camino. Pero los viajeros le contestaron que tenían que seguir porque llevaban una encomienda urgente para La Grita. Papá les comenta que en las laderas asustaban pero ellos no le creyeron y siguieron su rumbo. Arriaron sus mulas y siguieron adelante. Sin percatar lo que les iba a suceder al llegar a las laderas. A medida que se acercaban, los animales comenzaron a dar brincos, se paraban y comenzaban a retroceder. De repente sintieron un gran ruido y que algo iba detrás de ellos, que se arrastraba por el suelo, y al mirar hacia atrás vieron un hombre que llevaba un saco de huesos que no podía con él y por eso lo arrastraba. Los viajeros atemorizados rezaban y pidiéndole a la virgen que los salvará de ese terrible espanto. Dieron media vuelta y se regresaron y llegaron a la casa gritando que los ayudaran. 
Papá al oír los gritos se levantó y les dijo: - No me hicieron caso, yo les dije que ya era muy tarde y que en las laderas después de las siete asustaban y no me quisieron creer. 
Pero los hombres no podían hablar, estaban muertos del susto, las manos les temblaban para sostener el riendero de las mulas. Papá les dijo: - Tranquilos que están en su casa.
Los viajeros le contestaron: - Señor Manuel acabamos de ver un espanto que llevaba un saco de huesos arrastrándolo por el suelo y venimos a rogarle que nos de posada. Me contaba papá que él los hizo pasar para la casa, les arreglo una cama para que descansaran. Al otro día tempranito los viajeros se levantaron y le dieron las gracias a papá y siguieron su camino. 
Nos cuenta Doña Ángela que su papá contaba, que era un hombre que había matado a su hijo y no le había dado cristiana sepultura y por eso iba penando y buscando quien lo ayudara. Por eso después de las siete de la noche, cuando la oscuridad cubre las laderas, nadie se atrevía a pasar por aquel paraje de la aldea los Paujiles.

Entrevista realizada el 23 de mayo del 2007.